Salvar a los niños
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Salvar a los niños
Llama la atención que no llame demasiado la atención la noticia: “Empeora México en el índice de peligros para la niñez: ‘Save the children’”. Descendió del lugar internacional 93 al 96 de un total de 176 naciones” (La Jornada 30/05/2019).
¿Por qué no llama la atención esta noticia a pesar de que se trata de un problema tan serio como el embarazo prematuro de 300 mil adolescentes mexicanas o de un incremento de homicidios infantiles que llega a cuatro diarios en nuestro País? ¿Será porque todos los días recibimos noticias económicas y políticas negativas que generan una proyección o revelación de un deterioro creciente en el que hemos vivido sin darnos cuenta? ¿Porque estas cifras se denuncian tan frecuentemente que ya no nos importan? ¿O por una miopía que no distingue lo trascendente de lo transitorio?
Quiero resaltar que esta evaluación de la calidad de vida de nuestros niños la publica “Save the Children”. Una organización internacional que se fundó en Inglaterra hace un siglo (en 1919) para defender a los niños y cuyo “Capítulo de México” nació en 1972. Desde entonces trabajan “para construir un mundo en el que cada niño, niña y adolescente pueda ejercer el derecho a la supervivencia, a la protección, al desarrollo pleno y a la participación”.
Los indicadores con que mide esta organización el control de los peligros son números, de ahí que las 300 mil adolescentes embarazadas y los cuatro homicidios diarios que ocurren en nuestro País no son exageraciones mediáticas sino información desafortunadamente cierta. Esta organización también reporta avances en otros indicadores: reducción de la mortalidad infantil, desnutrición, deserción, trabajo infantil y matrimonios tempranos.
Este reporte recomienda “crear una política de estado (¿no existe?) que garantice el desarrollo pleno, la protección contra la violencia y la participación activa de la niñez y la adolescencia”. Esta recomendación tiene una gran trascendencia no sólo para los niños que son las semillas de la futura sociedad, sino para modificar las actitudes educativas y la forma de concebirlos, que hasta ahora ha sido como objetos pasivos, moldeables como muñecos de plastilina y marginados en la familia y en la sociedad. Son considerados trofeos o cargas insoportables de sus progenitores.
La evaluación es básicamente sociológica. No denuncia las causas, sobre todo la violencia que sufren los niños y que les produce un daño que no les quita la vida, pero les disminuye la salud mental y con ella el desarrollo de su carácter personal. Obviamente la inseguridad social, la violencia en la escuela, la pobreza económica, junto con el desempleo producen un contexto social de temor, angustia e incertidumbre que se vacía como en un embudo en la vida familiar y convierte a los progenitores en los principales autores de la violencia doméstica. Desgraciadamente para una gran mayoría de infantes y adolescentes, “Save the Children” (salvar a los niños) significa rescatarlos de su familia violenta. Urge aplicar las leyes establecidas (y desconocidas) acerca de la violencia familiar. Revindicar el derecho de los hijos a tener padres que sean educadores competentes y no solamente unos personajes con la autoridad de improvisar hijos. carlos loret de mola a.