Salvar la CdMx
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Salvar la CdMx
A la memoria de Sergio González Rodríguez.
Sí es posible frenar el avance del crimen organizado en la capital y reducir el costo en sufrimiento y vidas. Estoy corrigiendo mi interpretación sobre el origen del crimen organizado en México. Suponía que en las primeras etapas la delincuencia y el Estado eran entidadas separadas. El libro de Guillermo Valdés Castellanos (Historia del narcotráfico en México) y otros materiales me han llevado a reconsiderar el papel que jugó la Dirección Federal de Seguridad, DFS (creada en 1947, desaparecida en1985). La nueva hipótesis de trabajo es que la DFS recibió el encargo de controlar y regular a la delincuencia organizada. Con el tiempo se fundieron la delincuencia y el Estado en una nueva dimensión caracterizada por la normalización de la ilegalidad. Un profesor de El Colegio de Michoacán, Salvador Maldonado, lo detectó en sus estudios. En Michoacán, escribió: “compiten muchos jugadores para comportarse como pequeños estados” y las “fronteras entre lo legal y lo ilegal son bastante borrosas”. Miguel Ángel Mancera vive en la negación. Para él no hay carteles en la CdMx; es obvio que compara a la capital con Culiacán, Reynosa o Chilpancingo. La tajante negativa choca con los informes de la DEA (Drug Enforcement Administration) y de un buen número de analistas que señalan con evidencia que en la capital operan los grandes carteles y una constelación de cartelitos semi-autónomos. Su existencia es poco evidente porque de manera deliberada mantienen un bajo perfil. Esto se debe a que la capital tiene un mando único y un tráfico infernal; a que es la sede de los tres poderes; y a que tiene el tejido social más denso del país. Sin hacer tanta alharaca la delincuencia está creciendo en las franjas donde prevalece la ilegalidad. Dos ejemplos claros son el ambulantaje y el urbanismo salvaje, actividades con altísimos márgenes de ganancia.
Rodrigo Peña González plantea una hipótesis sugerente. El enfrentamiento entre la legalidad y la ilegalidad es observable y medible en la manera cómo se usa y abusa de los espacios públicos. La verbena dominical que organiza el Gobierno capitalino en el Paseo de la Reforma cerrado al tráfico es un festival de civilidad y respeto al prójimo y al Estado de derecho. El aumento explosivo del ambulantaje (controlan 40% de las ventas realizadas en la capital) es un ejemplo de lo contrario. Es cierto que en parte se debe al desempleo y la desigualdad; sin embargo, también se ha convertido en expresión de un corporativismo que replica los vicios del autoritarismo y es cooptado por los delincuentes.
Los carteles también se nutren de la especulación urbana. Las trácalas con el uso del suelo siempre han sido botín de políticos, funcionarios y empresarios en busca de la ganancia fácil. El nivel que está alcanzando en la capital (y buena parte del país) es escandaloso y disfuncional. En la CdMx hay miles de construcciones ilegales autorizadas por funcionarios del gobierno central y por la mayor parte de las delegaciones. Pese a que el saqueo se denuncia y documenta constantemente, el Constituyente lo deja intacto y Mancera quita obstáculos administrativos en preparación, supongo, del atraco de fin de Gobierno. Pronostico que, si los dejamos, en los próximos meses se aprobarán centenares o miles de nuevas construcciones.
Estas y otras actividades están abriendo portones de oportunidad al crimen organizado. Debemos frenarlas. En lo positivo está que va creciendo la conciencia sobre lo que pasa, que hay vecinos y organismos civiles en resistencia y que los delegados de Azcapotzalco, Miguel Hidalgo, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco quieren “enfrentar la ola de aprobaciones de desarrollos inmobiliarios y evitar la pérdida de más hectáreas de suelo de conservación” (La Jornada, 27 de marzo de 2017). Estos esfuerzos deberían incorporar en sus fundamentaciones el ángulo de la seguridad y del crimen organizado. Lo estudiado hasta ahora me permite asegurar que en la capital el crimen organizado, sus aliados en la sociedad y una parte de los gobiernos están incrementando las zonas borrosas de la ilegalidad. Y dos de las actividades donde esto está más claro es el ambulantaje y el urbanismo salvaje. Si queremos salvar la ciudad debemos acotar esos y otros espacios de ilegalidad.
Twitter: @sergioaguayo
Colaboró Zyanya Valeria Hernández Almaguer