saltillo

Saltillo: pintar el corazón sin usar el gris

Crónica desde el centro de la ciudad en tiempo de coronavirus, pero también de esperanza
CÚBRASE.Algunos comercios aledaños abren muy apenas y ofertan sus productos alentando a utilizar el cubrebocas, como esta panadería, donde atienden “de lejecitos” pero a cambio, regalan una pieza si se cumple con la medida sanitaria.Fotos:Pascual Escandón

Bendito trabajo”, dijo el reportero gráfico. La frente sudada arriba de una mascarilla gastada; la enésima que porta desde el comienzo de la contingencia. Es el pesar de pensar en cómo un virus nos ha robado la tranquilidad a todos, sepamos o no sepamos de dónde y cómo viene.

Y el hombre bendice el poder llevar a cabo una labor en donde el riesgo de contagio se mezcla con el deseo de ser puntual en la crónica diaria de una pandemia de caras cubiertas, de sueños postergados y quizá rotos.

La soledad del primer cuadro, una escena tan socorrida en películas de temática zombie, del fin de la humanidad. Es ahora una realidad y en cada metro de la plaza Acuña, la preferida de los adultos mayores se respira, desde el cubrebocas, un aire de tristeza.

El ángel que corona el monumento parece diluirse a lo lejos, ante el riesgo por aglomeración es mejor acordonar, o sea prohibir a los ciudadanos disfrutar de lo suyo. ¿Cuándo se había visto tal herejía?

Primero se dijo no salgas; pero en este punto, segunda semana de abril, el mensaje es: utiliza tu mascarilla y sal sólo a realizar lo básico, pero estamos ante un fenómeno nunca antes visto por muchas generaciones.

Nos movemos en la cultura de la desobediencia porque “nos han mentido mucho, oiga, no se sabe qué creerles”, son palabras del señor de cachucha y playera roja quien al igual que unos 15 más se niegan a alejarse de su jardín favorito.

Ellos no quieren saber a qué se exponen al seguir ahí, sólo sentados añorando una tardecita entre cuates y música de acordeón, y eso ocurría hace apenas semanas.

LEYENDAS. El mensaje a la Santa Muerte, muy ad hoc a lo que puede venir más adelante.

‘Algo’ queda a la vista

Alrededor de esos rostros adustos y sus pláticas escasas con el extraño, el ambiente reinante de una mediodía de miércoles se asemeja a una tarde dominical, en donde el 90 por cierto de los negocios permanece cerrado. Todo esto es notable y deja “al descubierto” algunas escenas que hasta sospechosas terminan siendo.

A una cuadra, una dama permanece inmóvil sobre la calle Allende, al lado una zapatería con un joven cuidando el único acceso habilitado. Sí queremos clientes, pero no queremos muchos. Así de ilógicas suenan sus palabras “sólo se permite una persona, oiga”. Así quieren vender.

La mujer ubicada a unos metros sigue ahí, con una falda ajustada y corta. ¿Será que siempre ha estado ella en oferta y cuando el mar de gente la arrasa no se echa de ver? Fuera de sospechas tenemos a alguien que forma parte de los damnificados de Saltillo.

Corresponde a un conjunto de personas arriesgadas, unos por necesidad; mueres de un virus o de hambre. Otros que esperan, en medio de la zozobra, si los gobiernos les darán apoyos para sortear ambas crisis, de salud y económica.

Son comerciantes. Hay tiendas de ropa en donde antes de las prendas ves anaqueles con despensas. El chiste es tener algo para vender: abarrotes o lo que sea.

Volver al pasado

Entre tan pocas almas deambulando u ofertando se escucha “Qué anda llevando, a sus órdenes”, “Pásele a los tacos”, “¿Quiere comer?”, con un ambiente pueblerino. Tanto que se preciaba últimamente de ser un Saltillo moderno pero la cuarentena parece reclamar la esencia de aquellos tiempos.

Así, el pasaje Damián Carmona vuelve a llenarse de colorido, entre plantas, productos esotéricos, frutas y verduras, con los tacos como emblema y el olor a barbacoa inundando los pasillos.

Sería el colmo tener anegado el acceso a la Plaza de Armas. Esa no se podría cerrar, aunque ganas no les falta al grupo de guardias de Palacio de Gobierno, pues así se ahorrarían las manifestaciones, como la de hace unos días, muy musical.

CAMBIO. El aroma y sabor a pueblo parecen tomar por una cuarentena a la moderna ciudad; es lo positivo

Los artistas locales, protestando por falta de empleo prometieron 24 horas de música constante hasta que les hicieran caso en sus demandas de apoyos para sortear la crisis. No falta quien en redes sociales se unió a la causa y lanzarse a la “velada”.

Se estima que al menos 400 tiendas han cerrado sus puertas, así que no hay mucho para buscar ni elegir, por eso mejor quedarse en casa, como arenga la patrulla municipal tras vueltas y vueltas por el primer cuadro.

Obligatoria

El COVID-19 se quiere apoderar de esa maravillosa aldea. Se observa entre frases, muecas, miradas y el caminar de los paseantes esa creencia de que cualquiera de ellos podría contagiarse “Ay no, imagínese, de por si somos pobres y luego andar enfermo” dice doña Remedios, quien asegura que sólo fue al centro por un cirio.

El temor persiste según la cantidad de personas que no trae cubrebocas, ese pedazo de tela que podría no ser tan efectivo para prevenir el contagio, pues en palabras del propio subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud a nivel federal, Hugo López Gatell “da una falsa sensación de seguridad”.

EXTRAÑAN. La Plaza Manuel Acuña, radiante y cerrada. Es la añoranza de decenas de adultos mayores.

Sin embargo, dicha estimación pierde sentido ante la cantidad creciente de casos de contagio en la entidad y la obligatoriedad en su uso por parte del gobierno del Estado, todo por la salud, pero ante la renuencia, se anticipa que habrá multas si no se porta en la calle.

“Yo la uso porque mis hijos me obligaron”, dice la señora que se coloca frente a una de las carnicerías del Mercado Juárez. Unas patitas de marrano y surtir de una vez el menudo para saborear el domingo. Ella promete que ya se quedará mejor en casa, pero el ritual culinario de fin de semana es sagrado.

Sabido -y olido- es el conjunto de aromas poco agradable, pero pueblerino en este sitio. La pescadería envuelve con sus olores la parte norte de dicha plaza comercial popular, pero los escasos marchantes agradecen que comerciantes sigan en su empeño, manteniendo abierto.

Hierberías, fondas y venta de artesanías con sus locatarios esperanzados de clientes que nada más no llegan, y entre esa quietud también hay cosas por descubrir, o que se revelan ante el ambiente despejado de gente, tal es el caso de la oración a la Santa Muerte.

“Mejor no leerlo”, masculla el hombre de tirantes que se aleja sin dejar de hablar. El cartel con la imagen de la huesuda parece acorde con lo que se vive, un panorama aún lejos de lo que muestran los videos en redes sociales sobre otros países, pero con los “profetas del mal” alertando de que podríamos tener muchos muertos por coronavirus.

 

Mientras se espera la peor temporada de esta película de horror, los acordes de las canciones de moda se escuchan generosamente en el otro mercado, el Nuevo Saltillo, donde los comerciantes son más recelosos con la prensa.

En ambos frentes una persona se encarga de colocar gel antibacterial y es todo. Parecen menos preocupados, o más bien ocultan su penar por las ventas que han bajado. A las 11 de la mañana el 70 por ciento de los locales cerrado.

A pesar de todo el centro respira y nadie parece interesado en abandonarlo, sólo es un trance, nos hemos repetido inconscientemente y las voces de los comerciantes parecen confirmarlo. A pesar del riesgo de contraer el mal.

¡Bendito trabajo!

¡Qué vuelva Saltillo!

Una canción poco conocida de los Enanitos Verdes “Sweet Summer” es lo que debería escucharse entre toda la desolación. Dicha melodía alude a un lugar paradisiaco, quizá es ese Saltillo del clima ideal, que todavía privaba hace 30 años.

“Y si la tormenta arrecia, allí me podré refugiar hasta que el sol vuelva a brillar” Ese Saltillo tendría que volver cuando pase la contingencia por esta pandemia que nos ha robado parte del ser, del orgullo de vivir en una maravillosa urbe.

Entonces tendrá mucho más sentido habitar la capital de Coahuila. En un país tan grande y generoso que ahora nos necesita en casa. Y entonces la estrofa tiene mucho sentido:

Hay miles de colores, hay miles de colores

Con los cuales pintar, con los cuales pintar

Utopías e ilusiones. Puedo pintar a mi país

Puedo pintarlo y no usar el gris.