Saltillo en la literatura

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Saltillo en la literatura

Recién cumplió años la ciudad de Saltillo y dentro de ese marco, quiero retomar algunos pasajes literarios que mencionan a nuestra ciudad. 

Katherine Kuh, en su libro Mi amorío con el arte moderno, dice: Saltillo me había provocado cierta impresión con sus barrios desgastados de bares y nightclubs, sin embargo, resultó un salvavidas para Hopper. Tenía un parecido con una anómala y alejada sección de Chicago, y le ofreció a él un refugio de las distracciones que atraían a la mayoría de quienes visitaban México. 

Lo que dijo Katherine está vigente, Hopper pintó paisajes de Saltillo desde el hotel Arizpe, que muestran lo que era el cine Palacio y azoteas de comercios en la calle Victoria. El Saltillo Hopperiano sigue igual, barrios desgastados de bares en cada esquina. 

Pedro de Isla, escritor regiomontano, tiene un cuento que se titula Papá se pegó un tiro hoy a las 6:52 de la mañana.  En el cuento, la joven protagonista menciona a la ciudad de Saltillo en varias ocasiones: 

En esa tienda (en Estados Unidos) compro un mazapán y estoy sentada en una banca de la Alameda de Saltillo... Qué diferencia a mi casa en Saltillo donde don Mario, el dueño del estanquillo de la equina, apuntaba las cuentas de los clientes en cartoncitos que recortaba de las cajas donde empaquetaban las cajetillas de cigarrillos. A fin de quincena o de mes, cada uno de los clientes iba a saldar su deuda. Don Mario te daba el cartoncito, tú le dictabas las cantidades y él sumaba. Al final pagabas la cuenta y listo. Ni él desconfiaba de tu dictado ni tú de sus sumas... 

La escena que describe Isla la he visto hace poco. 

En otro párrafo, la protagonista del cuento de Isla dice: En Saltillo, nosotros  jugábamos en la calle, cuidándonos de la pelota, de los corredores y de los autos en ese orden. Niños y niñas armábamos dos equipos, después se marcaban los límites del campo y listo, a jugar... Aquí (en Galveston) no se puede hacer lo mismo. Para eso utilizan los parques. Las calles son propiedad exclusiva de los automóviles y ellos protegen a muerte a sus territorios. Aquí no puedes organizar un partido de béisbol y tomar una mancha de aceite como primera base... 

Ese Saltillo que describe la muchacha del cuento, ya no existe. En mi infancia sí, yo jugué en las calles. En ese aspecto Saltillo se parece más a Galveston. Ahora si dejas salir a tu hijo pequeño a la calle, probablemente no regrese. 

El crítico literario, Emmanuel Carballo me autografió su libro de memorias así: “Para Jesús Humberto González amante de la literatura, la única mujer fiel”. Cuando leyó eso Mayra, mi ahora esposa, dijo “yo también soy fiel”. 

Carballo escribió en 1966, “Saltillo es una ciudad polvosa sin árboles, más gris que verde, su encanto reside en el cielo y no en el suelo. Su cielo es de un azul firme, persistente y diáfano… ha perdido su prestigio de ciudad culta... los jóvenes son conformistas... hacen lo que les dicta la moda, me alarma su despolitización y para rimar su escasa información. Saltillo es una colonia de Monterrey…”. Parece que lo escribió hoy. 

Aquí decimos que Monterrey es la colonia industrial de Saltillo. Para defender a mi ciudad, le dije a Carballo en el 2006, que el rancho ya creció y le pregunte qué opinaba de Julio Torri, escritor saltillense cuya obra es tan escasa, como genial. Me dijo “excelente.” 

Carballo escribió “Torri es uno de los 6 cuentistas mexicanos más significativos del siglo XX… Es el prosista mexicano que mejor se le puede calificar de raro, maldito, cínico, misógino, innovador, corrosivo, elegante, parco, exacto, malicioso y, sobre todo cerebral”. Torri fue abogado sin ejercer, profesor y un mujeriego que conquistaba sirvientas, y meseras atónitas, un soltero empedernido que sufría de soledad. 

jesus50@hotmail.com 
Jesús Humberto González de León