Saltillera fiesta de agosto

Usted está aquí

Saltillera fiesta de agosto

No se trata de un ídolo que se adora.

Es una imagen que se venera.

No se esperan milagros de la madera, de la pasta de que está hecha como si fuera algo divino.

Es sólo un signo.

Y signo es una realidad que lleva al conocimiento de otra, como el humo es signo del fuego, la lágrima es signo del dolor, la sonrisa es signo de alegría, como un retrato es signo de la persona retratada.

La imagen crucificada nos lleva al conocimiento y a la memoria del Hijo del hombre que fue crucificado como víctima inocente para alcanzar misericordia para los culpables. 

Es signo del segundo Adán, cabeza de la humanidad que va a recobrar –con obediencia– lo que por desobediencia se había perdido.

Es el signo y el recuerdo de un momento de máximo amor. El mismo Jesús había dicho que “nadie tiene más amor que quien da la vida por los que ama”.

Por eso es tan venerada por los creyentes.

Despierta sentimientos de admiración, de gratitud de todos los que dicen interiormente al verla: “todo esto por mí” o repiten las palabras de Pablo de Tarso: “me amó y se entregó por mí”

Jesús, Hijo de Dios, fue un signo viviente del amor del Padre.

Viendo sus obras y escuchando sus palabras, sus contemporáneos recibían un mensaje divino y eran testigos de obras prodigiosas.

Los artistas de todas las épocas han multiplicado estos signos de la fe cristiana católica en pinturas y esculturas, en música gloriosa, en arquitectura sagrada, en dramaturgia histórica como los autos sacramentales, en poemas inspirados, en producciones cinematográficas con temas sagrados.

En Latinoamérica, como en las naciones de todos los continentes, se han multiplicado las imágenes de Cristo crucificado.

Esta de Saltillo es muy admirada por su proporción, por su equilibrio, por su expresividad, por la nobleza y realismo.    Dolor, amor, serenidad, oblación, es lo que puede deletrear quien pone en esa imagen la mirada.

La alabanza, la acción de gracias, la plegaria y la expiación son respuestas interiores y exteriores de quienes la contemplan desde su fe centrada en lo que representa.

En la fiesta de agosto hay muchos visitantes foráneos que quieren estar presentes con amigos y familiares.

Las muestras de religiosidad popular en el templo y el regocijo festivo popular de vendimias en la plaza para recuerdo, curiosidad o antojo, hacían, en tiempo no pandémico, el ambiente de presencia y de encuentro.

Se ha dado, sabia y motivadora, la palabra enraizada en las bienaventuranzas junto con el banquete eucarístico. Este año han sido episcopales.

Han sido abundantes las reconciliaciones. Se avivó la fe trinitaria y cristocéntrica, eclesial y comunitaria, misionera y actualizada.

La fiesta de agosto se celebra días después de la fiesta patronal catedralicia de Santiago apóstol.

Añadió una cifra más a la enumeración de aniversarios de la fundación de la ciudad.

Santiago del Saltillo, ciudad capital del norteño estado de Coahuila, tiene, una vez más, la pirotecnia jubilosa anunciadora de una fe inmarchitable. Por ella es familia, hogar, y sitio emblemático de fidelidad y de esperanza…