Saltillenses vs torreonenses

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Saltillenses vs torreonenses

Gane quien gane la candidatura a la gubernatura de Coahuila del PAN y del PRI, habrá un enfrentamiento entre saltillenses y torreonenses para escenificar la madre de todas las batallas en 2017.

¿A quién apoyarían los saltillenses bajo los siguientes escenarios?

Escenario 1: Guillermo Anaya vs Miguel Riquelme.

Los panistas saltillenses sumados a “Chilo” López y los priístas integrados a Jericó, Hilda y Enrique se abstendrían o dejarían la votación al libre albedrío de sus seguidores.

Escenario 2: Luis Fernando Salazar vs Miguel Riquelme.

Los panistas “chilistas” votarían por Luis Fernando; mientras los priístas “jericosistas”, “hildistas” y “enriquistas” dividirían su voto entre Salazar y Riquelme.

Escenario 3: Isidro López versus Miguel Riquelme.

En este caso, los panistas y priístas saltillenses votarían por “Chilo”.

Conclusión

¿Por qué lo saltillenses votarían indistintamente contra el candidato torreonense del PAN o del PRI?

Porque la clase política y empresarial saltillense está acostumbrada históricamente a ejercer el poder. Su amasiato, rentable para políticos y empresarios, data de centurias.

Su estilo de hacer política tiene una sedimentación de 441 años. Vivieron la colonización española, política, militar y religiosa. Recuperaron el derecho a ser capital estatal en dos ocasiones: contra Monclova (1824-1833) y Nuevo León (1856-1864). Sufrieron la Reforma. Y, aunque distantes, sintieron los estragos de la Revolución Mexicana.

Desde José María Garza Galán, gobernador de Coahuila en 1893, año en el que Torreón adquiere el nombramiento de Villa, ha habido 37 gobernadores en Coahuila: sólo dos de ellos han sido de Torreón; uno electo, Raúl López Sánchez (1948-1951) y otro interino, Francisco J. Madero (agosto- noviembre 1981). 

La imposibilidad de que los priístas alcancen una unidad “real”, no cosmética, agudiza esta tendencia que agruparía a los saltillenses contra cualquier candidato, blanquiazul o tricolor, que surgiera de Torreón.

La lucha, entonces, no sería entre partidos políticos, sino entre Saltillo y Torreón.