¿Saltarse el desayuno engorda?

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¿Saltarse el desayuno engorda?

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Faltan estudios concluyentes que vinculen ausencia de desayuno y sobrepeso. No pasa lo mismo con la docena de churros

Uno de los mandamientos nutricionales más extendidos en los últimos años es el que advierte: “Saltarse el desayuno engorda”. Aunque parezca la versión adulta de "si no te lo comes todo, vendrá el coco y te comerá", lo cierto es que es la conclusión a la que, durante años, han llegado numerosos estudios y expertos en dietética y nutrición. Uno de los trabajos que defiende esta tesis es Hábitos alimentarios, conductas sedentarias y sobrepeso y obesidad en adolescentes en Barcelona, elaborado por la Asociación Española de Pediatría y publicado en 2014 por la editorial Elsevier.

Los autores de esta investigación se fijaron como objetivo analizar la relación entre el sobrepeso y la obesidad con los hábitos alimentarios inadecuados y las conductas sedentarias. Su conclusión: la ingesta diaria de desayuno contribuía a prevenir a la obesidad. Pero los estudios no son concluyentes. Y eso que la mayoría de los españoles se entrega con placer al refrigerio matutino: más de un 96% de la población adulta, según Evaluación y seguimiento de la estrategia NAOS: conjunto de indicadores, 2013, coordinada por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición.

Coral Calvo, profesora de Nutrición y Dietética en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, abunda en la idea de que el desayuno podría ser un factor más a tener en cuenta para la ganancia de peso, pero no tanto por su ausencia o presencia, sino por los alimentos que se ingieren. Y advierte: “No se debe caer en el error de pensar que puede tener una máxima influencia". De la misma opinión son los miembros del comité del Center for Nutrition Policy and Promotion del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en cuyo Dietary Guidelines, en la edición de 2015, han eliminado la recomendación de 2010 que aconsejaba desayunar para prevenir el sobrepeso. Esta decisión responde a que ellos creen que los estudios observacionales de nutrición adolecen de ciertas deficiencias importantes, como ignorar los factores relacionados con la personalidad o con los hábitos alimentarios de los sujetos que participan en la investigación.

Por ejemplo, supongamos que los integrantes del grupo que no desayuna tienen un rasgo que los hace ser más propensos a ganar peso que los del grupo que sí desayuna. Si esto fuera así, se podría concluir que saltarse esta comida es la causa del aumento de peso, cuando en realidad, el verdadero desencadenante podría ser ese otro aspecto que no se tuvo en cuenta en la metodología de trabajo.

Una cuestión de equilibrio

Aclaradas las cosas, a pesar de haber indicios, no es posible afirmar con rotundidad que renunciar a la primera comida del día sea causa directa de sobrepeso y obesidad. Pero la profesora Calvo nos anima a no infravalorar las sospechas: “Los adultos y adolescentes que no desayunan o que lo hacen de forma deficiente pueden ser candidatos, por un desorden en la distribución de las calorías totales de la dieta, a un desajuste energético que los conduzca a la obesidad”.

Las investigaciones siguen ahondando en lo que Marta Gámez, nutricionista y directora técnica de Grupo NC Salud, denomina modo ahorro. “Cuando no hacemos esta primera comida del día, nos privamos de una fuente de energía que necesitamos para realizar las actividades diarias. Ante esta situación, el organismo busca fuentes alternativas de energía, usando nuestra propia masa muscular. Esto conduce a una pérdida de tejido muscular que a medio y largo plazo hace que nuestro metabolismo basal (el valor mínimo de energía necesaria para que una célula subsista) descienda. Esto implica quemar menos calorías”, detalla. Además, otros defensores del desayuno, como Isabel Bertomeu, nutricionista de la Fundación Dieta Mediterránea, apelan a esta comida para evitar picar entre horas, pues aunque lo de las cinco comidas al día tampoco tiene aval científico, sí pone un poco de orden en esta loca vida nuestra.

La lista negra del desayuno

Junto a los imanes de la nevera puede colgar a modo de recordatorio la lista de alimentos que, sin bien no son recomendables, "tampoco significa que no pueda comerlos nunca, sino que debería hacerlo de forma ocasional o con baja frecuencia", como apunta la nutricionista Marta Gámez. Y es que la experta nos recuerda que la relación desayuno/sobrepeso no tiene tanto que ver con el ritual en sí como con los alimentos que se incluyan.

De ahora en adelante, dosifique: bollería industrial, productos con azúcares y grasas añadidas,cereales de desayuno con azúcares y grasas añadidas, mermeladas, churros y porras, chocolate a la taza.

En el extremo opuesto, los alimentos que Gámez recomienda para un desayuno ideal son: una pieza de fruta (preferiblemente entera y no en zumo para aprovechar la fibra y los nutrientes de la piel), un lácteo desnatado, un vaso de bebida vegetal, hidratos de carbono de asimilación lenta (muesli, avena o pan de semillas integral), proteínas bajas en grasas (queso fresco, fiambre de pechuga de pollo o jamón York).

Por Eva Carnero Chamón / El País