Ro Espinoza, un ilustrador que retoma y explora el pasado a través de la fotografía

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Ro Espinoza, un ilustrador que retoma y explora el pasado a través de la fotografía

Problemas. Recuperar las imágenes dañadas fue el principal objetivo técnico de la serie que hizo Ro Espinoza. INTERNET
Esta exposición, que estará todo el mes de septiembre en la Taberna El Cerdo de Babel, es producto de un ejercicio creativo sobre la fotografía, el cual recupera aquellas imágenes que el tiempo quiso desaparecer

Revivir, retomar, rehacer, reutilizar. Volver a un punto previo en la historia personal o en la de otros, volver a hacer y darle nueva vida a lo que el tiempo estaba por llevarse marcó el proceso de Ro Espinoza en esta serie.

Con la exposición “Registro: con re- (prefijo)” el ilustrador planteó a través de 30 piezas y durante cuatro meses un ejercicio al principio privado pero que luego decidió llevar ante el público y que se podrá observar en los muros de la Taberna el Cerdo de Babel durante todo el mes de septiembre.

En entrevista con VANGUARDIA el autor nos contó un poco más sobre esta propuesta, que comenzó al principio solo como una dinámica para lidiar con el encierro de la cuarentena y retomar su pasión por el dibujo, disciplina que dejó de lado por mucho tiempo debido al trabajo.

Yo estaba retomando mi vida dibujando [...] Con esto del confinamiento fue más bien como un ejercicio para tener una escapada, una distracción, porque me vine a trabajar a mi casa desde el día uno”.
Ro Espinoza, ilustrador

“Yo estaba retomando mi vida dibujando, en eso empecé y dije, voy a armar un portafolio más de lo que me gusta, en dibujo. Abrí una cuenta de Instagram, primero hice ilustración y ya con esto del confinamiento fue más bien como un ejercicio para tener una escapada, una distracción, porque me vine a trabajar a mi casa desde el día uno”, comentó.

En el inicio Espinoza tenía la intención de hacer una serie pequeña, basándose en retratos fotográficos tomados en las décadas de los 40 y 50, época que siempre le ha llamado la atención porque “tienen unos rasgos muy característicos, como que muy expresivos e incluso cero poses. La foto era como era y se fregó. Entonces me gusta mucho esa época, incluso la música de entonces me llama la atención”.

El proceso de conseguir las fotografías no fue sencillo. Cuenta que “al principio iban a ser nacionales, pero batallé un poquito con los espacios, como la Fototeca Nacional, el Archivo Municipal, batallé para obtener este material, porque siento que hay como un tipo celos”.

“Entonces me chuté yo la búsqueda de fotos que realmente podría usar porque no tienen derecho de autor o que la institución, el archivo, donde están, no les interesa venderlas, simplemente están abiertas al público”, agregó.

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Retomar su pasión por el dibujo a lápiz fue la chispa que encendió este proyecto, experiencia que le hizo redescubrir el placer por esta técnica y a la que, asegura, le dedicará más tiempo a partir de ahora.

“Fue muy chido y yo creo que ya voy a tomarme un 50-50 de mi trabajo y del dibujo, porque me gusta mucho mi trabajo pero sí abandoné un poquito la parte del dibujo porque se te va juntando todo y ahora sí voy a retomar esto, porque sí me gustó mucho y tener esa práctica continua y realmente sí es algo que nunca debí dejar de hacer”, compartió.

Recuperar las imágenes dañadas fue el principal objetivo técnico de la serie, en la que a través de estas miniaturas estudió los rostros de estas personas, que vivieron hace décadas, e imaginó cómo serían esos detalles que el tiempo se llevó.

“A veces buscaba de una en una, cuando tenía tiempo libre, pero también tenía como un stock para no estar buscándolas en el momento de hacer el esbozo o ya directamente el dibujo. Porque luego también era un tema de que me chutaba parte de mi tarde en buscar una foto o dos que estuvieran libres para poderlas usar”, comentó

“Cuando no había mucho daño en la foto era una ventaja para mí, porque nada más era de dibujarla, pero cuando no había tanto registro de la imagen, por ejemplo que les faltaba un pedazo de rostro, o uno ojo, o la nariz, o incluso eran varias partes ya quemadas de la foto pues era ahora imaginarte las facciones y rasgos, cómo pudo haber sido esa persona”, agregó, “no inventé bocas ni rostros, pero sí era completar las partes que no estaban”.

El registro a grafito que hizo de estas fotografías, en un proceso envuelto en el concepto del retorno y la recuperación, volvió a él de una manera diferente durante el montaje de la exposición, pues contó que durante la factura no las vio en conjunto, dado que las condiciones de su espacio de trabajo le impedían tenerlas expuestas y las fue guardando conforme las terminaba. Pero al verlas ya montadas, se cerró el ciclo.

“No sé por qué no las vi todas juntas, ni siquiera aquí en mi casa, porque tengo mi espacio que fui adecuando poco a poco, entonces los dibujos no los podía tener tan expuestos por el polvo y entonces cuando llegó la hora y las vi de una en una cuando las montamos fue muy bonito porque fue verlas otra vez y decir, valió la pena”, concluyó.