Ricercare
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Ricercare
Indagar, buscar, averiguar. ¿Cuánto tiempo de nuestras vidas dedicamos a hurgar en la existencia para desenmascarar sus secretos? La inquietud humana es tan obstinada como el palpitar del corazón, y nos acompaña desde el primer latido de la conciencia hasta el último destello del pensamiento. La inquietud de la cual hablo no es distinta de la curiosidad; de ese afán de buscar la respuesta que nos llevará a la próxima pregunta. Si me pidieran señalar los materiales de la curiosidad humana, diría que estos son propósito y objetivo en aleación; ambos fundidos en una misma cosa, sin posibilidad de distinguirlos.
“Cada porción de la materia puede ser concebida como un jardín lleno de plantas, y como un estanque lleno de peces. Pero cada rama de la planta, cada miembro del animal, cada gota de sus humores es también un estanque similar.”, afirmó Leibniz en su Monadología. La infinitud de la existencia es el campo de la curiosidad humana. Por tanto, el mundo de la música también es área de exploración, terreno pleno de jardines, y estanque rebosante de peces.
Indagar, buscar, averiguar. La suma de estos verbos la encontramos en la palabra italiana ricercare (pronunciada como “richercare”). Su vibrante significado sedujo a muchos compositores de los siglos XVI al XVIII, principalmente; quienes encontraron en el término el nombre adecuado para definir un tipo de compleja construcción musical. Un ricercare o ricercar, se articula en una sucesión de melodías. Una de ellas comienza el discurso; la segunda hace eco de la primera, y así sucesivamente. Jugando el juego de la imitación se trenzan poco a poco, para después transformarse y seguir caminos distintos. Juntas, se desarrollan para generar un todo congruente, pero sin perder nunca la individualidad. El propósito es entonces doble: cada melodía debe lograr autonomía estética, y todas juntas han de definir un todo asimismo estético. Para Leibniz, un ricercare sería también un jardín.
El carácter formal y arquitectónico (algunos dirían matemático) de estas composiciones es especialmente tentador para la curiosidad de los creadores. Johann Sebastian Bach indagó con especial fruición sobre las posibilidades de la arquitectura musical, por lo que, naturalmente, cultivó el ricercare, aunque con un nuevo nombre: fuga. Abundan las fugas en la obra de Bach. Sin embargo, en los últimos años de su vida, Bach volvió a utilizar el nombre ricercar para cada una de las fugas de su Ofrenda Musical. Publicada en 1747, esta obra llena de acertijos musicales fue dedicada a Federico el Grande de Prusia, y en la pagina anterior a la partitura se lee: Regis Issu Cantio Et Reliqua Canónica Arte Resoluta (Por orden del rey, la canción y las demás cosas [están] resueltas con arte canónica). Si ponemos atención a las iniciales de la frase en latín encontraremos la palabra RICERCARE.
Bach advirtió con esta dedicatoria, que dentro de su Ofrenda hay crípticos misterios, y que la búsqueda en sus estanques y jardines debe ir más allá de los sonidos. La advertencia es también una promesa de que, en el universo de la música, nuestra curiosidad será siempre saciada y al mismo tiempo insatisfecha en espirales infinitos. Bach dijo en clave musical lo mismo que apuntó Leibniz. Busquemos entonces, indaguemos, nuestra humanidad nos lo demanda. Ricercare.