Ricardo Monti se marcha
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Ricardo Monti se marcha
¿Acaso no soy un poeta?
¿Acaso mi única realidad no es el sueño?
Pues vamos a darle una mano a la realidad…
Ricardo Monti
Marathon
1
Hace unos días murió, en Buenos Aires, el dramaturgo y novelista Ricardo Monti (1944). Apenas dos años antes había publicado su novela “La Creación”, cuya gestación estuvo rondándolo durante tres décadas. Como casi todos, Monti empezó escribiendo poemas, luego pasó a la narrativa y de ésta al drama. Regresó a la novela justo para cerrar el círculo de su vida creativa.
Es una lástima que quienes habitamos la llamada América Latina seamos tan ajenos unos de otros. Ocupantes de una buena parte del continente americano y hablantes de una misma lengua, parece que nos separan océanos o inmensas burbujas de indiferencia. Algunos artistas, sin embargo, nos comunican: Borges, Cortázar, Neruda, Alejandra Pizarnik, Lezama Lima, Ida Vitale y otros. También la triste y sanguinaria fama de ciertos dictadores.
Salvo la figura de algunos futbolistas, el resto de los latinoamericanos semejamos una multitud lejana, borrosa y fragmentada. ¿Bolivia? ¿Uruguay? ¿Ecuador? ¿Dónde están exactamente y qué hacen sus habitantes, de qué viven, cuáles son sus costumbres? Sabemos muy poco de nuestros vecinos y lo poco que sabemos tiene la forma del lugar común o la caricatura.
Ricardo Monti era argentino. Al decir esto, de inmediato surge lo que muchos suponemos el rasgo característico de los argentinos: la pedantería. Pero Ricardo Monti no cumplía con ese estereotipo. De hecho, era más bien un hombre de una sencillez que no se acomodaba a la imagen del autor sólido que llegó a ser. Por cierto, cuesta mucho trabajo utilizar un tiempo verbal pretérito al hablar de una persona querida y admirada.
Monti confirmó que no hay una fórmula mágica y definitiva para escribir drama. También redescubrió la idea de que un artista es siempre un artesano: alguien que debe trabajar con la constancia y la disciplina de un ebanista, un orfebre, un alfarero.
Me quedo con estas dos lecciones que Ricardo Monti ayudó a desenterrar de mi propio subsuelo. Tienen que ver con el oficio de escribir, sí, pero también con un oficio mucho más arduo, el de aprender a vivir. Sé que suena cursi, lo cual me tiene sin cuidado y me hace recordar a Pavese.
Si Monti no hubiera aprendido a vivir como lo hizo y a observar las metamorfosis de la vida humana, dudo que hubiese podido escribir obras como “Marathon”, “Visita”, “Cortina de Abalorios” y otras más, incluso en pleno dominio de una técnica dramatúrgica que nunca excluyó la exploración formal y la poesía.
2
Hace tres o cuatro años cometí la osadía de montar su obra “No te Soltaré Hasta que me Bendigas” con el Taller de Teatro de la Facultad de Ciencia, Educación y Humanidades de la UAdeC. Había leído el drama tiempo atrás, pero me parecía demasiado difícil para ofrecerlo como opción a un grupo de chicos divertidos.
Cuando les hablé del tema se entusiasmaron, y naturalmente, fui contagiado por ellos. Una vez acordada la propuesta y puestas manos a la obra, mi sorpresa fue creciendo al ver cómo dos muchachos estudiantes de la Licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad representaban a un travesti y a un varonil escolta, enfrentándose a las dificultades propias del teatro –y de este drama- con una madurez y una capacidad inesperadas.
Me puse en comunicación con el autor, sin mucha esperanza de respuesta. La segunda sorpresa fue que, poco después, recibí unas palabras suyas desde Buenos Aires, agradeciendo primero el hecho de haber tomado en cuenta una obra suya para llevarla a un escenario universitario no lucrativo, y segundo, animándonos a continuar en esta “exploración poética” –dijo-, la del teatro.
Desde entonces, mantuve comunicación con él. Le envié fotografías del montaje y le pregunté mil cosas acerca de su labor como coordinador de talleres de escritura dramática. Me enseñó a distancia algunos aspectos esenciales de su idea sobre el drama y la poesía. Pero lo que más me asombró de su trato, además de su modestia, fueron la amabilidad y la generosidad con que compartía su conocimiento.
Ignoraba que escribía su novela “La Creación” y que pronto la publicaría en una edición de autor. Al preguntarle por ella, él aseguró que me la haría llegar a través de un conocido común… Hace algunas semanas y como en otros años, le envié una felicitación por el aniversario de su nacimiento. Ya no obtuve respuesta. Ahora sé por qué.
En Buenos Aires, en toda la Argentina, muchos tendrán grandes recuerdos de Ricardo Monti, muchos estuvieron cerca de él, a muchos les fue dado el privilegio de conocerlo de verdad. En mi caso, lo único que puedo contar es esto y lo mucho que me ha herido su marcha de la vida. Ya no habrá más obras de teatro, ni más novelas, ni más poética. Ricardo Monti se ha ido.
Eso es todo lo que queda de un ser humano en el mundo: la estela de su fugacidad. ¿Qué pasará con su obra? ¿Quedará amurallada en Argentina? ¿Alcanzará otros espacios, otros ámbitos? ¿O simplemente será olvidada, como tantas otras cosas en el mundo?
Arriesgaría esta idea: mientras la lengua española continúe viva, la obra de Ricardo Monti será una parte imprescindible del gran fresco de la América Latina contemporánea, es decir, de ese doloroso “work in progress” del subdesarrollo: habrá añadido un verso al gran poema de la humanidad, como quería Borges, que no es poco decir.
Quien se interese por la obra de este escritor podrá encontrar una de sus obras en el volumen “Teatro Argentino Contemporáneo”, del FCE. O visitar algún sitio en Internet, como el muy recomendable www.celcit.com