Revolución sin sangre
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Revolución sin sangre
Las revoluciones –y la Historia nos lo corrobora hasta el cansancio- son sólo un costosísimo fraude: Además de ser un derramamiento ofensivo de sangre, más tarda un pueblo en derrocar a un tirano que en ver convertidos a sus caudillos en nuevos dictadores.
Las revoluciones sólo son idílicas en los libros escolares de los párvulos y en las pinturas nacionalistas, donde se retratan como movimientos masivos levantados en armas en torno a ideales puros como la libertad, la igualdad y la democracia.
¡Pero ni de chiste! Una guerra libertaria o civil es un estado de anarquía en el que cada individuo busca hacerse su propia justicia, aun y cuando milite para alguno de los bandos en conflicto.
Aquella Revolución Mexicana romántica que vimos ya sólo en películas blanco y negro no fue tan idónea. Por supuesto que “la
Bola” arrasaba con todo a su paso y cuando sólo se llevaba algunas provisiones, los perjudicados podían cantar su suerte, pues en la escaramuza podían salir perdiendo una hija o de plano la vida.
Cuando un movimiento de resistencia civil incurre en el despojo, el ultraje y en general, en el uso indiscriminado de la violencia podemos pensar que el movimiento se ha desvirtuado, pero también podemos asumir que es la consecuencia lógica de reunir a una multitud que se siente desposeída y darle cuerda exacerbándole el ánimo.
Una masa eufórica aquí y en el primer mundo, en la ciudad y en el ámbito rural, atrás tiempo y en la actualidad, es un escenario garantizado de caos, violencia y destrucción, sin importar que lo que está en juego sea un ideal de justicia social.
Desde la invención de la imprenta, la propagación de ideas no había experimentado ningún cambio notable como se dio recientemente con la revolución informática.
Ni siquiera los medios masivos posibilitaron al hombre común como lo hace la world wide web, ya que los primeros siempre han sido manejados por prominentes capitalistas, cuando no por el Estado.
Pero no, el tráfico de ideas, a gran escala y de largo alcance, jamás fue lo que al día de hoy es. Así que ¡aprovechémoslo!
Sí, claro, hay una postura muy radical que dice que los cíberactivistas son seres comodinos, que quieren cambiar al mundo apoltronados en sus sillones, desde la comodidad de sus ordenadores o equipos móviles, y que la verdadera revolución está allá afuera, en las calles, que hay que salir y hacer demostraciones de valor y de cuantía a los que nos oprimen.
Pero yo digo... ¿en serio tenemos que salir a exponernos a un garrotazo o algo peor? ¿Tiene sentido arriesgar el físico siendo que lo que yo quiero es que la verdad prevalezca?
No sé usted, pero a mí me parece mucho más efectivo y seguro utilizar las redes para movilizar conciencias.
Claro, es un océano de sandeces, necedades, desinformación y chistes ramplones, pero no es más que un reflejo de lo que somos en la vida real. En donde también tenemos que atravesar un pantano de mediocridad para llegar a la esencia de la razón.
Y yo, honestamente, prefiero a dos ciudadanos argumentando hasta el fin de los tiempos (con faltas de ortografía y a mentadas de madre), que verlos en la calle sacándose los ojos, matándose mutuamente.
Y en lo tocante al humor, no todo es insulso o vacuo, es tan sólo un vehículo que igual que otros nos puede servir para movilizar los argumentos en nuestro permanente diálogo en busca de la verdad.
Hace unos días lancé a las redes un chiste criticando el comentario del Gobernador respecto a la recaptura del “Chapo” Guzmán.
Ni siquiera creo que sea un chiste particularmente bueno, o hilarante, es de hecho una sencilla variación de un conocido “meme”.
Aun así, según estadísticas de la red social, la puntada alcanzó en un par de días, de forma libre y espontánea, a un cuarto de millón de internautas.
Me parece interesante, en un contexto en el que el Gobernador tiene que dar órdenes directas a todos los empleados del Estado para posicionar sus mensajes o los del Gobierno Federal.
Un cuestionamiento civil, un señalamiento ciudadano, no tendría la mínima oportunidad de confrontar al discurso oficial en la arena de los medios tradicionales.
Pero mi experiencia de hace unos días me refrendó la noción de que, al menos en el plano virtual, podemos enfrentarnos a cualquier Goliat en igualdad de condiciones y esperar que la verdad (la única verdad, no la suya pero mucho menos la verdad oficial) prevalezca.
Así que la próxima vez que le digan que se levante de su computadora y salga a las calles a hacer la revolución, mándelo de paseo por unos Cheetos con refresco grande de dieta, que la revolución del pensamiento, la del siglo 21, apenas está comenzando.
petatiux@hotmail.com
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