'Revive' zona de tolerancia de Saltillo

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'Revive' zona de tolerancia de Saltillo

Parecía un pueblo fantasma, mudo, solitario, olvidado.

De los salones ya no salía la música ni el bullicio que alegraran las noches del barrio sanitario.

Decían que las putas se habían ido, exiliado en congales de otras ciudades o los bares del centro de Saltillo.

Todo se veía tan muerto, tan abandonado, sin embargo, flotaba en el aire el aliento de los recuerdos de una época de esplendor.

De las madrugadas de fiesta, de baile, de jolgorio, carcajadas, gritos, humos de cigarro y vapores de alcohol.

De las putas saliendo con la aurora de la zona roja, haciendo ruido con sus tacones y atrayendo las miradas mañaneras.

Había recorrido yo varios días el barrio de tolerancia hurgando en sus rincones desolados para ver si encontraba alguna historia interesante, digna de contarse.

Encontré soledad, cantinas y salones tapiados, en ruinas, callados,

En “El Tampico”, todavía un mesero gay aguardaba en la barra algún parroquiano caído de otro planeta que pidiera una cerveza fría o un filete.

La rockola ni pío dijo.

Afuera de un cuarto vi a una mujer vieja, sentada al sol, parecía un fantasma en medio de aquella vastedad de la ciudad sanitaria, como esperando eternamente a un cliente que no llegaba.

Era puta, pero puta de las antes, ella no chistaba, no enseñaba las tetas ni decía obscenidades, se vestía decentemente y sabía esperar.

Más allá me encontré con otro fantasma, era el de un hombre recargado en la barda de un como especie de vecindario, que en la zona roja se llaman cuarterías.

El hombre, un tipo de sombrero y botas, un padrote, quizá, dijo que todo estaba consumado o algo así dijo.
Me hizo pasar al vecindario y abrió con una llave la puerta de uno de los cuartos que estaba cerrado con llave.

Dentro vi unas paredes sin enjarre, un viejo camastro, todavía cubierto con colchas polvorientas y raídas, y algunas bolsas de putas colgando de clavos.

En las calles sin pavimentar del barrio vi merodear varios perros flacos, los perros de las putas, que esperaban cansados y muertos de hambre el regreso de sus amas.

Desde entonces jamás volví a la zona de tolerancia.

Dicen los congaleros que ha revivido, que otra vez hay música, trago y muchachas guapas.

Si viera que me dan ganas de comprobarlo una noche de éstas…

¿Quién se apunta?