¡A revisar los cajones!

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¡A revisar los cajones!

Estamos en agosto. El 2021 tiene carácter veloz, como si alguien le hubiera puesto “fast forward” para brincar del traumático 2020 a un 2022 que tal vez sospeche más amable. Pero 2021 está siendo un soplo, pero como de tormenta. Estamos envueltos en decisiones, regresos a trabajos y clases, subidas de números de casos de COVID, nuevas impresas, condiciones de salud que son productos del estrés que hemos vivido. Y ayer, entre camisetas, máscaras, luchas, eventos, proyectos teatrales, y anhelos no cumplidos, mi hija envió fotos de la habitación de mi nieto. Construyeron muebles, pintaron, decoraron. Pasó de ser el cuarto de un niño a ser la recámara de un casi puberto.  

La vida prevalece. Un niño entró a la pandemia de 6 años y ahora tiene 8 y está en otra etapa de vida, etapa que requiere un espacio adecuado a clases híbridas y mucho trabajo en línea, de organización, de orgullo. Sí, creo que estamos necesitando cosas que nos levanten la moral, cosas de que sentirnos orgullosos.  

Anoche mi director de teatro comentaba que, después de más de un año sintiéndose alejado y desmotivado en cuanto al teatro, se emociona al tener varios proyectos que volver a dirigir. Tuve la imagen mental de él, abriendo un cajón y sacando su piel de director de teatro, dándole una fuerte sacudida, y probándosela para ver qué tanto ajuste requerirá para volverle a quedar a la medida. En este momento, pensarlo me hace sonreír.  Va a necesitar varios parches esa piel. Así como la recámara de mi nieto necesitó muebles y pintura.  

Con permiso, creo que necesito ir a revisar mis cajones.