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Revela documental secreto de acoso sexual infantil en Hollywood
Los Ángeles. “Hay un iceberg de abuso sexual infantil en Hollywood y vamos a empezar a verlo salir a la superficie”, afirma Gabe Hoffman, productor ejecutivo de un explosivo y nuevo documental que revela a perpetradores y víctimas por igual y se estrenará antes de fin de año.
Algunos nombres famosos de la industria del entretenimiento en Estados Unidos han roto el silencio y hablan del abuso que sufrieron. La más reciente fue la actriz Ashley Judd, quien abrió su corazón sobre el acoso sexual que padeció de un admirado/odiado jefe de estudio hollywoodense.
La estrella infantil de los ochentas Corey Feldman también ha sido muy explícita sobre las molestias que sufrió y el hecho de que la pedofilia es el problema número uno en Hollywood. Pero es raro que se nombre a un abusador, y la mayoría de los casos se resuelven con un arreglo extrajudicial que mantiene a los perpetradores fuera de la luz pública.
An Open Secret, dirigida por Amy Berg, quien estuvo nominada al Óscar (Deliver Us From Evil, 2006), abre una puerta sobre casos de pedófilos convictos que trabajaban (y en algunos casos siguen trabajando) en la Meca del Cine. Entre ellos está el gerente de talento Marty Weiss, quien se abstuvo de declararse culpable o inocente de dos cargos de cometer actos lascivos con un niño y aparece en la película asistiendo a reuniones familiares con una de sus presuntas víctimas. También está Bob Villard, gerente de talento que representó a Leonardo DiCaprio cuando era adolescente; también él se abstuvo de declararse culpable o inocente en un caso similar. Asimismo, el actor Brian Peck, estrella de dos filmes de los X-Men, quien estuvo 16 meses en prisión por reconocer dos cargos de abusar de una estrella infantil de Nickelodeon, pero trabaja de nuevo en la industria, incluso con una aparición reciente en el programa Anger Management.
Declaraciones abiertas
A lo largo del documental se presentan declaraciones abiertas de presuntas víctimas de abuso. Sus historias resultan a la vez perturbadoras y deprimentes. Los detalles de los procesos de preparación son especialmente difíciles de contemplar.
“Con frecuencia es una situación de embudo. El abusador tiene un surtido de niños (de 6 a 18 años) en su órbita, pero no abusa de todos. Observa el rebaño y escoge a los más débiles. Comienza haciéndoles preguntas sobre su sexualidad (si han besado a un chico o chica, etcétera), y luego les pide guardar secretos. Por ejemplo, a los varones los hace decir una mala palabra y les pide que no le cuenten a su mamá. Si fallan, no los escoge. Poco a poco el grupo se hace más pequeño.
Luego les muestra un filme porno cuestionable, los toca y los abraza. Continúa el proceso hasta llegar al fondo del embudo, cuando queda un pequeño grupo de niños, que son de los que abusa, explica Amy Henry, cofundadora de Biz Parentz, organismo filantrópico que protege y apoya a niños de la industria del entretenimiento y a sus padres.
Fue ese grupo el que proporcionó a los productores de An Open Secret expedientes con nombres y evidencias.
Los cineastas pasaron meses rastreando a los involucrados, con ayuda de investigadores privados. Luego hablaron con las víctimas para animarlas a relatar su experiencia ante las cámaras. Henry señala que en sus registros hay 10 veces más víctimas que escogieron no aparecer, entre ellas un importante actor hollywoodense.
Si un actor muy famoso diera un paso adelante y hablara del abuso que ha sufrido y nombrara al abusador, el juego cambiaría, pero estando en la cúspide de su carrera, en la que gana millones por cada película, eso significaría que probablemente tuviera que retirarse, comenta el coproductor ejecutivo Matt Valentinas.
Está convencido de que existen cientos de otros casos de personas temerosas de dar la cara, pero espera que en seis meses o incluso 10 años puedan pensar: Al diablo con eso, estoy listo a decir la verdad. Entre tanto, es probable que el abuso continúe, aunque con menos frecuencia que en años pasados, gracias a las revisiones de huellas digitales de quienes trabajan en la industria y organizaciones como Biz Parents.
Queremos que la película sea vista por el mayor número posible de personas, de modo que pueda educar a padres e hijos sobre los peligros del abuso sexual, sobre signos de alerta, y que se den cuenta si les está ocurriendo, sostiene Henry.
La difusión de ese mensaje ha sido entorpecida por el difícil proceso de comercialización y distribución de la cinta. Varios festivales fílmicos rechazaron el documental; se le dio clasificación R (menores de 17 años deben ir acompañados de adultos) –cambiada más tarde a PG-13 (orientación paterna para menores de 13 años) cuando la palabra blowjob (mamada) se cambió por job (trabajo)– y fue un fracaso de taquilla en Estados Unidos. El clavo final en el ataúd fue una disputa en la cual los productores acusaron a Berg de no haber realizado suficientes entrevistas de prensa para promover la película. Ella adujo una apretada agenda de trabajo por la filmación de un documental sobre la vida de Janis Joplin y la promoción de su cinta Prophet’s Prey.
Ahora el documental gana terreno poco a poco, con exhibiciones en Los Ángeles y Dallas y reseñas positivas. Los productores confían en tener éxito en Europa, sobre todo en Gran Bretaña, que “está a la vanguardia de la lucha en este asunto, luego del caso de abuso sexual del disc jockey Jimmy Savile”, comenta Valentinas. Ustedes tienen discusiones abiertas sobre el abuso y los reporteros británicos son más intrépidos. Parte de nuestra prensa está tan comprometida con las corporaciones de Hollywood que no puede informar sobre estos temas. La exhibición del filme y las notas sobre él en el Reino Unido ayudarán a enfrentar esta cuestión.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya