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Retrato social

La cantidad de medallas que lleva México en estas olimpiadas se parece  al nivel de aprobación que el   Presidente de la Republica tiene con los mexicanos. La desafortunada situación del país también alcanza el ámbito deportivo. Vemos historias de atletas que prosperan a pesar de las limitaciones.  Algunos culpan al gobierno de falta de apoyos para el deporte. Se les pide a los atletas que sean mejores. No debemos criticar a los que con su esfuerzo logran llegar a las olimpiadas y no logran regresar con una medalla. 

Nadie exige al gobierno que mejore su desempeño. Vivimos en una resignación indiferente, que se manifiesta en los jóvenes que buscan pokemones. Vivimos distraídos en un continuo, sobar de pantallas, adictos a la red social, a la última noticia, nada relevante permanece en la memoria. En una sociedad que busca consumir y desechar, una noticia que perdura se considera un producto inferior. Una obra clásica de literatura es barata, se puede usar muchísimas veces y es inmejorable. Todo lo contrario de lo que busca nuestra sociedad consumista. 

Se dice que Saltillo es la mejor ciudad para trabajar porque el 40% de la población tiene acceso a servicios de salud. “Sin  medicina contra el cáncer en clínica del ISSSTE de Saltillo. Trabajadoras se niegan a atender pacientes.” Como estarán las demás ciudades del país. Creo que debemos compararnos con otras ciudades del mundo, porque la competencia es global. Como muestra están las empresas que vienen a competir a la ciudad. Mientras escribo eso, un carro de Uber rebasa por la derecha a un taxi amarillo. Dentro del taxi se escucha un locutor de radio que dice: ¿Es Armando Guadiana un empresario honesto de Coahuila? Llame y de su opinión. 

En la nota de  la mejor ciudad para trabajar se lee “Saltillo es una ciudad en crecimiento, pero que no ha dejado atrás su historia.”  El escritor Yuri Herrera dice: Las ciudades hoy son constantemente alteradas por masas de personas camino de otro lugar, frecuentemente sin saber cuál es ese otro lugar al que se dirigen, a veces por decisión propia y otras huyendo del horror: porque sus lugares han desaparecido, o porque los que ellos eran en ese lugar han desaparecido. Y así cada ciudad por la que pasan se transforma aunque los que habían sido contados en el censo no reparen inmediatamente en ello. Ya no somos de un solo lugar, aún si somos los que nos quedamos en él. Porque los lugares los hace la gente, y las ciudades además de ser una residencia, son también estación de paso, refugio, escondite, punto de encuentro. Siempre lo han sido, pero hoy de manera más visible que nunca. 

Los conservadores y los xenófobos quisieran que las ciudades fueran no-lugares para los que “no son de aquí”, pero ese “ser de aquí” ya no es tan transparente. Nuestro nombre está en el lugar donde nacimos, tanto como en los lugares que cruzamos, como en la manera en que tratamos a los visitantes. 

Algunas  personas que llegan a trabajar a Saltillo se quejan, dicen que somos una sociedad cerrada, que es difícil hacer nuevos amigos.  Para seguir con la idea de Yuri, ¿Cómo merecería ser llamado el ciudadano saltillense que no trata bien a los visitantes, a los migrantes?