Retorno al Madero

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Retorno al Madero

Después de una ausencia de varios años, el domingo pasado regresé al parque Madero para presenciar el último juego de la serie entre los Diablos Rojos del México y los Saraperos. Había dejado de asistir al estadio luego de haberlo hecho durante décadas, debido a que mi visión no me permite apreciar en su totalidad las múltiples aristas y facetas del Rey de los Deportes.

Luego llegó el COVID-19 para empeorar las cosas, sin embargo, hubo una invitación que no pude rechazar; se trata de mi nieto Dimitrio, quien con su familia vino a pasar unos días a Saltillo; él recuerda que siendo un niño su abuelo lo llevaba con frecuencia al beisbol. En su memoria quedaron bien cimentadas aquellas experiencias, y recién llegado a esta ciudad me externó su deseo el cual pude cumplirle.

Esto gracias a la generosidad de Jorge mi hermano, quien nos prestó los pases para acompañar a mi nieto junto con Dimitrio padre. Nos retrasamos un poco, sin embargo, debido a la lluvia que había caído en las últimas horas, el juego se demoró unos minutos, lo cual resultó excelente, puesto que mi nieto no se quería perder una sola jugada, disfrutando de las imprescindibles semillitas.

Nos estacionamos frente a las nuevas taquillas, cuando se presentó una persona a solicitar el pago de 50 pesos por derecho de piso, y tratándose de una vialidad pública le señalamos que no procedía dicho cobro, en esas estábamos cuando de pronto se presentó una mujer policía con chaleco amarillo o naranja —una “Lovely Rita” local--, para interceder a favor del señor que exigía el pago. Manifestamos nuestra inconformidad, y cortamos la discusión diciendo que le pagaríamos al regresar por el coche.

Ignoro si hay un acuerdo con el municipio para pedir dinero a los aficionados, pero estos hechos proyectan una imagen negativa de la autoridad ante los ciudadanos, y en mi opinión no se debe permitir la apropiación del espacio público para beneficio de unos pocos. De no frenarse estas conductas, tendremos más franeleros como en la Ciudad de México.

Regresando a nuestro tema, el ingreso al inmueble demoró unos minutos; 20 tal vez, ya que debimos seguir los protocolos derivados de la pandemia; toma de temperatura, aplicación de gel, así como pasar por el túnel sanitizador, que según algunos no tiene mucho sentido, pues de poco o nada sirve.

Como logramos “colar” unas bolsas se semillitas al interior, un policía estatal me llamó la atención para decirme que no estaba permitido su ingreso, y que tenía dos alternativas: deshacerme de ellas o guardarlas, y sin pensarlo opté por la segunda. Observé algunas mejoras en el estadio, lo cual es positivo y nuevos puestos de comida en los que prevalece la limpieza. Como siempre, la cerveza se lleva el primer lugar en la preferencia del consumidor.

En lo que respecta al aspecto deportivo, creo que poco o nada ha cambiado; Saraperos continúa siendo una novena que tradicionalmente se ha colocado entre las mejores de la liga en bateo, pero en picheo seguimos mostrando deficiencias.

El plantel de jugadores registró cambios, con buenas contrataciones, destacando el regreso de “Manny” Rodríguez, quien según algunos cronistas, tiene los méritos suficientes para ingresar al Salón de la Fama de nuestro beisbol, en este punto hay constantes dignas de mencionar, como la presencia de “Tony” Romero, el bat boy local y de la mascota “Kike Conejo”. 

Ante un lleno total, el juego fue de un solo lado, ya que los satánicos hicieron desde la segunda entrada un racimo de siete carreras, que ya no lograron remontar los locales, quienes perdieron por paliza. En este punto, quien esto escribe volvió a quedar como un frustrado gambusino, sin conseguir la añorada pepita de oro. Con esto me refiero a que siempre que veo un juego de pelota lo hago con la ilusión de presenciar un duelo de lanzadores, con estrategias, como se jugaba antes; toque de bola, bateo y corrido, outs en home y una que otra bronca. Lo confieso AMLO, soy un incorregible conservador.

Pese a la gran diferencia en el marcador, la afición saltillense sigue apoyando al Sarape, como lo hace mi nieto Dimitrio, al igual que sus primos María y Homerito, cuyos papás y abuelos —de los dos lados— son fieles seguidores y conocedores del mejor de los deportes. Yo si le voy…