Resucitar en vida

Usted está aquí

Resucitar en vida

Resucitar en vida es actualmente un verbo de inmediata conjugación.

La pascua tiene un dinamismo tan transformador que invita a vivir resucitando.

Todo empieza ya.

En lo que estás viviendo se ha de dar el sepulcro vacío. Es en el momento en que se incorpora el espíritu. Ya entra la luz porque se ha movido la piedra.

La vida es pasar. De muerte a vida, de mediocridad a excelencia, de tristeza a alegría, de pereza a diligencia, de debilidad a fortaleza, de ignorancia a sabiduría.

No hay piloto automático. Es necesario aletear para ganar altura, para acelerar velocidad y para corregir rumbo.

La perfección no es estática y la más humana es la que se da, no en la utopía de nunca caer sino en la realidad de siempre levantarse.

El dinamismo de la pascua está en la corrección, en la rectificación, en la enmienda, en la reconstrucción después de la ruina.

La soberbia autosuficiencia de la autosalvación se opone a la conciencia gozosa de los propios límites.

La ciencia contemporánea de la Física profunda, sumergida en lo más pequeño, ha descubierto que el mayor poder, la mayor energía está en lo diminuto. Que cualquier galaxia poderosa no es sino una suma de partículas de incalculable potencia.

Vivir la vida en resurrección es esa profundidad que encuentra el tesoro en lo minúsculo de la cotidianidad. Que se concentra, no solo en el abanico de horizonte lejano de lo espectacular y descomunal sino en el detalle minúsculo de lo instantáneo presente e inmediato.

Resucitar en vida no es volver a lo mismo sino intentar mejor. Así como la victoria del Salvador no fue solo derrotar la muerte sino estrenar la gloria, así también la pascua viviente del momento, no es reencontrar el anterior equilibrio estático sino casarse con la crisis como condición de vida. Es la paz en la sana inquietud. En esa arriesgada inclinación hacia adelante que hace posible dar el paso más allá.

Jesús decía: si saludas a los que te saludan, si solo amas a los que te aman ¿qué tiene eso de extraordinario? La visión pascual es el compromiso con lo extraordinario.

Está resucitando la acción que no es más de lo mismo sino siempre estrena porque va más allá. Si te quieren hacer andar una legua tú anda dos, si te quieren quitar la túnica dales también el manto, y al que te pega en la mejilla no le retires la otra.

Parece absurdo e increíble no quedarse en la tumba como todos los muertos. No querer éxito por ambición hoy ni ganancia por codicia sino salir de esos sepulcros y remover esas piedras por la resurrección solo de la fidelidad a la verdad de la conciencia y al amor universal del corazón.

Vivir resucitando es hacerlo con la mirada puesta en el horizonte de la trascendencia. Es vivir para Vivir. Subrayar lo minúsculo temporal para alcanzar lo mayúsculo eterno.

La miopía contemporánea solo ve la fugacidad de la vida y busca acometerla compulsivamente como un botín que no se quiere perder, quiere experimentarlo todo, disfrutarlo todo, untado del miedo a la muerte como pérdida y aniquilación.

La mirada de la fe lleva a la libertad del deshacimiento. No admite apegos enfermizos ni acumulaciones ávidas, no intenta enriquecimientos y refinamientos de placer. Sabe qué hay una plenitud eterna que alcanzar, una gloria, un cielo, una bienaventuranza. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo?

Puede haber astucia y aparente destreza para el afán de poder, de tener y de placer pero solo la sabiduría es resurrección.

Resucitar en vida es la lucidez de reconocerse creatura para no enjaularse en la autoidolatría o en el conformismo de dedicar tiempo y vida a adorar algo creado personalizando y absolutizando energía, universo o vida.

El misterio de la Pascua de Cristo no es solo un esplendor litúrgico ceremonial.

Es también el compromiso voluntario y permanente de vivir resucitando aquí y ahora, en la alegría de la esperanza trascendente y gloriosa...