Réquiem por ‘Panza Fría’
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Réquiem por ‘Panza Fría’
Don Alberto tenía uno de los apellidos más hermosos que puedan existir desde el levante a lo más profundo de occidente, pero en Parras lo llamaban “Panza Fría”, confirmando el aforismo de que un apodo es la piedra más dura que el diablo le puede arrojar a una persona. Y más aún si el cristiano se apellida Evangelista, apelativo que nos remite a los discípulos de Jesús de Nazaret, aunque don Alberto no predicaba el Evangelio sino que era tahúr y gallero, por eso no hay duda de que es Mefisto quien pone los apodos.
Don Alberto Evangelista solía festejar los días como hoy, su santo y su cumpleaños. Nadie sabe cómo ni cuándo llegó a Parras procedente de Tala, Jalisco, de donde habría salido huyendo por oscuros motivos y enredos, con una fortuna que no estaba exenta de leyendas negras, fama que siempre acompañó a nuestro afamado “Panza Fría”.
Nuestro profano evangelista llegó a ser uno de los hombres más ricos de la entidad, un prestamista usurero de altos réditos, con oficina y aposento por la calle de Treviño, cuyo acceso nunca abría de noche, excepto aquella en que el mismo Lucifer quitó los cerrojos de su puerta.
Vale decir que don Alberto tenía un aspecto tremebundo, de espalda ancha, cuello de toro, camisa de fuera, pantalón astroso y bde llanta y correa. Cargaba un morral de ixtle repleto de billetes y centenarios, también una pistola Parabellum Luger, por aquello de no te entumas.
Su pasión por los gallos y las mujeres lo convirtieron en nuestro vecino por la calle de Mina, muy cerca del mercado Porfirio Díaz, a unas puertas de nuestra casa. Ahí vivía su “Caponera” Hermila, su pequeña hija Micaela y sus gallos de combate.
Siendo niño el suscrito solía entrar a esa casa de don Alberto a jugar con Micaela y a ver el topeteo de los gallos. Cuando llegaba “Panza Fría” había que esconderse en el ropero o debajo de la cama pues el tahúr no admitía a nadie cerca de sus galleras.
“Panza fría” era analfabeta, pero tenía carisma y gracia, tanto así que García Márquez se inspiró en él para darle vida a José Arcadio Segundo, la bestia descomunal de Macondo, cuyos gases flatulentos marchitaban las begonias de Úrsula Iguarán, del mismo modo que don Alberto sofocaba las galleras con sus ventosidades atronantes.
Asimismo se sabe que Juan Rulfo también se inspiró en “Panza fría” para darle vida a Lorenzo Benavides, el tahúr del “Gallo de Oro”, donde Hermila no es otra que Bernarda Cutiño, la “Caponera”, una real hembra de Sayula –la tierra de Rulfo– que luego vino a dar a Parras con el Evangelista.
Gran apostador, “Panza fría” jugaba gallos en los mejores palenques de México. Muchas deudas por cobrar lo convirtieron en un Shylock implacable, acreedor no sólo de carne sino de sangre, peor que el judío veneciano. Fortuna encontró en los palenques y muchos enemigos también.
A don Alberto lo asesinaron una noche caliente de agosto, mes de la Feria de la Uva. Su muerte violenta conmocionó a todo Parras. Se dijo que el mismo Gobierno lo mandó a ejecutar para no pagar préstamos electorales. Un pecado político y venial que mató al famoso gallero don Alberto, de hermoso apellido Evangelista, al que un Mefisto envidioso le puso de apodo “Panza fría”, aquel que a hierro murió y que todos supieron quien lo ordenó, excepto el Ministerio Público que, para no variar, culpó a un inocente. Fin de este réquiem por don Alberto.