Representativas voces femeninas / 1

Usted está aquí

Representativas voces femeninas / 1

Con la primavera, los aires muestran contento y las aves cantan al cielo. Reverdece el paisaje y vuelve a nacer la esperanza. Ya nos lo decía el poeta T. S. Elliot, “Todo lo que ves, es semilla de lo que será”.

El verano nos encontrará fascinados ante el multicolor mostrado en su intensidad. Ya las jacarandas han madurado y caen de sus copas las moradas florecillas. Los verdes amanecerán más brillantes; los naranjas, en explosión singular, y el rojo de los geranios habitará en la misma melodía que las rosas amarillas del jardín.

El melocotón podrá ser disfrutado en su suave terciopelo. Los manzanos, los perales. En una región, en nuestra región, los frutos de la tierra nos definirán como pobladores serranos.

Sirvan estas palabras para recordar a un personaje de la poesía femenina gallega, para inaugurar y enmarcar con mis palabras las suyas, en los textos que vendrán enseguida.

Rosalía de Castro, poeta del siglo XIX, encontró en la palabra la posibilidad de describir su mundo. Un mundo ligado íntimamente a la naturaleza y de ella, particularmente el mar. El ancho mar, al que pidió ver poco antes de morir.

Estos, algunos de sus versos:

En mi pequeño huerto

Brilla la sonrosada margarita

Tan fecunda y humilde

Como agreste y sencilla.

Ella borda primores en el césped

Y finge maravillas

Entre el fresco verdor de las praderas

Do proyectan sus sombras las encinas

Y a orillas de la fuente y del arroyo

Que recorre en silencio las umbrías.

 

De su libro “Las orillas del Sar”.

 

Rosalía de Castro nació en febrero de 1837 en Santiago de Compostela. Fue hija de José Martínez Viojo y Teresa de Castro y Abadía, y pasó sus primeros años con una tía paterna. Por ser hija de un sacerdote, se consignó en su certificado de nacimiento “hija de padres incógnitos”, y aunque pasó los primeros años de su vida con una mujer que servía en casa de su madre, se sabe que tiempo después esta reclamaría su cuidado. “Una vez instalada en Santiago con su madre, su vida transcurrió como la de cualquier niña de su clase social. Parece que su instrucción fue escasa, como lo era la de la mayoría de las mujeres en aquella época”, escribe Marina Mayoral. “Tocaba la guitarra inglesa, la española, el arpa, la flauta y, por último, el harmonium. Sabemos, sigue Mayoral, que frecuentó las aulas del Liceo de la Juventud, institución fundada en 1847, que se dedicaba a instruir por medio de la Literatura y Bellas Artes, impartiendo clases de literatura, pintura, música y declamación que, probablemente, le proporcionaron a Rosalía conocimientos en esas disciplinas”.

En los primeros años en que vivió separada de su madre, sus biógrafos explican su tendencia a la melancolía.

Casó con Manuel Murguía, quien admiraba incondicionalmente su trabajo poético, con el que procreó siete hijos, y fue hacia el final de la crianza de los hijos cuando se le presentó ferozmente la enfermedad que acabaría con su vida.

Pero, ¿a qué cantaba Rosalía de Castro? ¿Por qué su nombre nos llega casi dos siglos de su nacimiento de una manera tan fresca como cuando elaboró sus versos? Estas preguntas tratarán de encontrar respuesta en nuestra siguiente colaboración, que es el inicio de una pequeña serie de trabajos en los cuales las protagonistas serán mujeres.

Mujeres del pasado y del presente a las cuales, desde estas líneas haremos un reconocimiento por su fuerza expresiva y la valentía de sus palabras, asentadas algunas de ellas en el terreno de la melancolía, como sería el caso de María Teresa de León, una voz ineludible, al igual que la de Rosalía de Castro y otras más.

Contoinuará