Renacer de las cenizas
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Renacer de las cenizas
En un libro editado por la Revista Forbes me encontré con la historia de un hombre extraordinario. La historia empieza así.
Un 11 de diciembre de 1995, Aaron Feuerstein, presidente y dueño de una fábrica de telas que ostentaba el nombre de MALDEN MILLS, ubicada en Massachusetts, estaba pasando unos momentos inolvidables, porque estaba celebrando su cumpleaños, rodeado de su familia, amigos, y vecinos, en su restaurante preferido, uno de los mejores de su ciudad. El festejo se prolongó desde las 6 de la tarde hasta las 11 de la noche.
Les agradeció a todos su presencia y se fue a su casa a descansar para el trabajo del día siguiente, pero recibió una llamada telefónica, que cambiaría el ánimo del festejo recién concluido. Su fábrica que comprendía varios edificios, se estaba incendiando.
Este hombre dio algunas instrucciones de lo primero que se le ocurrió, subió a su coche, llevando a su esposa, porque ella era parte de la gente que lo apoyaba en su negocio, y se fue volado, para llegar a ver la catástrofe de la que estaba siendo víctima.
Efectivamente, al llegar a su emporio de edificios, que ocupaban dos manzanas, observó una cantidad de bomberos luchando para que las llamas no se propagaran a todos los edificios. Él pensaba, ojalá se logre salvar la fábrica master, que él la llamaba Fin2, porque ahí era dónde le daban el acabado a una tela de un tejido muy especial, que ya había logrado posicionar en el mercado, y que estaba teniendo muy buena aceptación.
Ese producto se llamaba Polartec. Era una tela sintética, suave, con una especie de vellón, patentada por los propios ingenieros del laboratorio de su empresa. Los atributos que tenía, le otorgaban el gran valor que ostentaba, porque abrigaba, era liviana, absorbía la humedad, era un producto ideal como ropa de abrigo, y era usada por todo el mundo. Era su producto estrella, y había logrado que fuera oro puro para su negocio.
Además, esta tela había sido fabricada con productos reciclados, lo que la hacía todavía más atractiva para los fabricantes de ropa. Sus ventas ascendían a los 400 millones de dólares al año. Una minita de oro, indudablemente.
El incendio, voraz, acabó con todo. La luz del día, a la mañana siguiente, mostró los alcances del siniestro. Según informes oficiales, se ubicó entre los peores de Massachusetts en el siglo 20, y entre los diez peores incendios industriales en la historia de los Estados Unidos.
El Sr. Feuerstein se presentó a la mañana siguiente, para ver los alcances de los daños. Había tres buenas noticias. Primero, nadie había muerto. Sólo hubo 33 heridos, de los 500 que trabajaban en el turno de noche. Los 9 más graves fueron trasladados a los hospitales para quemados de Boston. En segundo lugar, la empresa contaba con un seguro de poco más de 300 millones de dólares. Y tercero, entre los edificios, el único que quedó de pie, era el Fin2.
De los 3,500 empleados que tenía trabajando en todos los edificios, la gran mayoría se presentó a trabajar. Esperaban algunas palabras de él.
Ellos estaban conscientes de lo que iba a suceder. En ese tiempo, la mayoría de las empresas acostumbraban despedir a sus empleados, por lo que, ellos estaban seguros, más que todo, por el siniestro, que esa era la determinación que iba a tomar el Sr. Feuerstein.
Pero sucedió lo inexplicable. A un par de días del siniestro, el Sr. Feuerstein convocó a todos los empleados de su fábrica en un gimnasio que tenía una capacidad para más de 5,000 personas, por lo que sus empleados cupieron perfectamente. Y sucedió lo que nadie esperaba.
Tomó la palabra y dijo. Su anuncio fue. La fábrica no va a cerrar. Va a continuar trabajando. Espero que se presenten a trabajar, en cuanto tenga habilitado un nuevo lugar para desarrollar los productos que tenemos.
La ovación se dejó sentir. Era lo indecible, lo indescriptible. Pero había otro problema que el Sr. Feuerstein sabía. Todos estaban esperanzados al aguinaldo para pasar las fiestas de un modo tranquilo, pero con esto, pues se les borró esa idea de su mente. Y de su sueldo, pues quien sabe…
Pero sucedió lo siguiente… Además, añadió, acabo de pedir un préstamo y les voy a pagar el aguinaldo a todos, y los sueldos puntualmente, mientras habilitamos un nuevo lugar. Nadie va a sufrir por esto.
Todos emocionados, con lágrimas en los ojos no podían creer lo que estaban escuchando. La gran mayoría se acercó al Sr. Feuerstein a agradecerle por gesto tan humano y tan significativo.
Como era un evento importante, estuvieron presentes las cámaras de televisión del canal local, y pues, imagínense, la noticia corrió por todos los rincones de Estados Unidos. La prensa al enterarse, buscaron al Sr. Feuerstein para entrevistarlo.
Todo esto propició, un cúmulo de donativos, apoyo de toda la nación. Una organización lo nombró el hombre del año. Total, gracias al esfuerzo y a la dedicación de este auténtico líder, la fábrica volvió a abrir, y se convirtió en una de las fábricas de ropa más productivas de toda la nación.
Y eso, gracias a un líder que no se dejó vencer, a pesar de que el día que estaba cumpliendo años, estaba festejando las 7 décadas de vida ! Sí ! Estaba cumpliendo 70 años !
Que no debió de aprovechar la coyuntura del incendio para jubilarse ? Que no debió de haberse escondido, y a ver cómo le hacen, ay está el arpa, ya no toco ?
Pero no, hizo frente al problema tan fuerte, y además lo hizo como todo un caballero.
Te invito, amigo lector, amiga lectora, a que reflexiones, y te motives a seguir luchando por tus sueños, porque si dejas de soñar, dejas de vivir. Vale la pena seguir soñando, sin importar la edad.
Hay un pensamiento que me encontré en un bazar, grabado sobre cerámica que dice: Never let your memories be greater than your dreams. Nunca dejes que tus recuerdos sean más grandes que tus sueños.
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