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Relatos y retratos de Saltillo: negocios de antaño, Café Tena
Luis de Jesús Tena Álvarez originario de Panindícuaro, Michoacán, llegó a Saltillo procedente de Los Ángeles, California para hacerse cargo de una gasolinera ubicada en la esquina de las calles de Victoria y Purcell, su hermano Alfonso quien la manejaba, tuvo que regresar a la Ciudad de México a hacerse cargo de otros negocios.
Don Luis al frente de la estación de servicio a la sazón contrajo matrimonio con Julia Flores de la Fuente, originaria de San Buenaventura, Coahuila, juntos iniciarían un restaurant, el cual se convirtió en un referente de buen servicio y mejor comida o al revés para algunos.
Con un golpe de suerte, en 1950 el señor Tena obtuvo un premio de cinco mil pesos de Bonos del Ahorro Nacional, cantidad que destinó para abrir una lonchería, Tena’s Quick Lunch, justo en un estratégico cruce la salida a Monterrey con la de Monclova, hoy bulevar Venustiano Carranza y Avenida Universidad.
Desde los primeros años el novedoso concepto de lonchería fue bien recibido. Comida americana con sabor de México. La variedad del menú era poca, sencilla y práctica, tortas y sándwiches preparados de manera rápida. Con el tiempo las hamburguesas y las papas fritas hicieron su arribo siendo uno de los primeros lugares de la ciudad en prepararlas.
Sin duda el incorporar drive Inn, servicio sin bajarse del automóvil, constituyó una primicia en la ciudad.
En un inicio el negocio estuvo orientado principalmente a viajeros, el lugar permitía hacer una parada y llevar algo de comer para el camino. Los empleados odiaban a los camiones de pasajeros, una vez que llegaban los hambrientos pasajeros bajaban en masa, exigían se les prepara alimentos con mucha más rapidez de lo habitual y casi nunca dejaban propina.
A la suma de varios años, el pequeño negocio creció de una modesta lonchería pasó a ser un restaurante en forma, de igual forma la carta creció adaptándose al gusto y exigencia del público. Uno de los platillos más populares fue la Tampiqueña, receta fiel del Bar Tampico de la ciudad de México, por mucho tiempo fue el platillo distintivo de la casa. Figuraban en la carta la pechuga en mole, ostiones empanizados, para el desayuno los tradicionales chilaquiles y las mil y un maneras de preparar huevos; para merendar molletes con chocolate.
En sus horas libres estudiantes y maestros del Ateneo y Tecnológico de Saltillo abarrotaban el lugar.
Alguna vez le dijeron a don Luis Tena, cómo es posible que dejes entrar a tantos estudiantes si solo consumen un refresco de cola y además chico, a lo que respondió, “sí, pero me consumen más de 200 por día y el restaurante se ve lleno a las horas que no son de comida, siempre es bueno ver un restaurante lleno”.
Para las parejas de estudiantes que podían pagar, las hamburguesas con papas fritas era una comida obligada. Algo que convertía la vista en una experiencia deliciosa eran las donas glaseadas. Blanca Flores, cuñada del señor Tena, las preparaba según una celosa y bien guardad receta familiar.
Los domingos por la noche, una vez terminado el paseo por la Alameda Zaragoza, el Tena era el sitio de reunión para cientos de jóvenes, también era el punto de partida para los estudiantes que iban a estudiar a Monterrey.
Después de 32 años duros de trabajo y lidiar con un rígido contrato colectivo de sus trabajadores, hicieron que su propietario tomara la decisión de cerrar sus puertas.
FRUTO DEL TRABAJO DURO
Genaro Tena, hijo de don Luis, recuerda que el éxito del Tena se debió a la dedicación y arduo trabajo de sus padres. “Para mi padre la jornada empezaba en el mercado a las seis de la mañana, hacía personalmente las compras, luego se pasaba a la carnicería donde supervisaba cada kilo de carne que compraba, nunca faltó al trabajo y siempre se mantuvo al pie del cañón”.
Doña Julia, su madre, supervisaba en la cocina la preparación y presentación de los platillos. Genaro suspira y con voz quebrada menciona que le queda una gran satisfacción, “toda mi familia vivió de ese negocio, así como las familias de nuestros trabajadores muchos estuvieron con nosotros más de treinta años”, recuerda especialmente al cocinero Dimas Vázquez, quien fue el alma y corazón de la cocina, los tres hermanos López y al mesero Arreola entre otros.
Del Tena original solo quedan los recuerdos de sus sabores, el trato afable de su personal que prestó a toda una generación sobre todo de jóvenes estudiantes.
Agradezco a Genaro Tena por haberme proporcionado los datos para este espacio.