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Regresar, ¿será la solución?
Ya anunciaron el regreso a clases en los niveles de educación media superior y universidad. La mayoría de los jóvenes muestran un gran entusiasmo y motivación por retornar a las aulas de aprendizaje: “Regresar al ambiente estudiantil, ver a mis compañeros de clase, a mis profesores, es una gran motivación de seguir estudiando. La escuela en casa era algo que me pegaba en mi aspecto emocional, fue muy complicado para mí”. “Por ser clases a distancia no entendía y pensaba salir de estudiar. Pero ahora al regreso seguiré poniéndole muchas ganas. Quiero tener un buen futuro y saber más de mi carrera. Tener clases presenciales será mejor”.
La mayoría de los muchachos piensa que regresar a clases presenciales será el milagro que estaban esperando para cambiar todas sus actitudes de cansancio, aburrimiento, distracción y apatía en conductas de mayor motivación atención, esfuerzo, trabajo duro, persistencia y un sentido de vida significativo para la escuela y su aprendizaje. Desafortunadamente, así no será. Probablemente, lo único que pueda cambiar es su interés en la socialización con sus amigos, compañeros y maestros. Sin embargo, habrá muchas restricciones de espacio, distancia, número de personas que asistirán, cierre de espacios de convivencia y horarios muy restringidos. Un ejemplo de esto es la biblioteca: Mesas separadas, una silla por mesa, prohibición de 3 o más personas por mesa, uso de cubrebocas, cierre a las 7 pm, etc. Cuando antes las bibliotecas eran el punto de reunión de amigos, convivencia, chal, trabajo en equipo y hasta para tomar la siesta.
Regresar a la escuela no será la solución de la mayoría de los problemas emocionales y de aprendizaje de los muchachos. Antes de la pandemia ya existían muchas de estas dificultades. La doctora Ulrike Nett, investigadora de la Universidad Augsburg en Alemania, publicó un artículo titulado “Coping with boredom in school: An experience sampling perspective (Cómo vencer el aburrimiento en la escuela: Una perspectiva de experiencias)” en el año 2011 y afirma que el 58 por ciento de estudiantes de preparatoria reportan aburrimiento durante sus clases. El doctor Ethan Yazzie-Mintz, director del Centro de Evaluación y Política Educativa de la Universidad de Indiana, reporta en el año 2010 que el 66 por ciento de los estudiantes preparatorianos se quejan de que sus clases son muy aburridas y solamente el 2 por ciento que nunca se aburrían en clase. El profesor Reinhard Pekrun, profesor del departamento de Psicología de la Universidad de Munich (Alemania), reporta que el 42 por ciento de los estudiantes universitarios se aburren en sus clases en el año 2010.
El problema de apatía y aburrimiento en clases de los niveles de educación media superior y universidad no es nada nuevo. Existía antes y ahora. No podemos culpar solamente a la pandemia pereza y abandono del compromiso académico de nuestros hijos. Y mucho menos, el simple hecho de regresar a clases se solucionarán todos estos problemas.
Afirmo que no existen clases aburridas, ni maestros fastidiosos, ni carreras tediosas y mucho menos preparatorias y universidades somnolientas. Lo que existe es personas aburridas, fastidiosas, tediosas y somnolientas. Si nuestro hijo toda su vida le aburre y nada la motiva no es que el mundo sea aburrido, sino que él es aburrido. En nuestro libro “Vicios y Virtudes del Éxito y Fracaso Académico”, definimos el aburrimiento como un déficit de la Inteligencia Ejecutiva y la administración del aburrimiento es la función ejecutiva más baja que presentan los adolescentes y jóvenes en los últimos meses. Aburrimiento lo definimos en nuestro libro “es una actitud de apatía o desmotivación para realizar determinado trabajo debido a que nos parece una actividad monótona o aburrida”. Es un estado emocional no agradable de hastío que la persona experimenta ante una situación repetida o poca atractiva. Quisiera aclarar que no hay situaciones aburridas sino percepciones personales poco interesantes. Cuántos compartimos experiencias que para unos son muy aburridas y para otros son muy motivantes como películas, trabajos, clases, amigos, compañeros, etc. Clases presenciales no harán una gran diferencia en el aprendizaje de nuestros hijos mientras ellos no cambien sus actitudes hacia la vida y encuentren sentido significativo de su existencia.