Regalo o mandato

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Regalo o mandato

NO estoy de acuerdo con la propuesta de Revocación de Mandato como lo está proponiendo el Congreso del Estado. Habrá quien diga es que eso es mejor que como estamos, pero yo respondo: por eso estamos como estamos. Soy enemigo acérrimo del famoso gradualismo, de las leyes mal hechas, de las salidas “políticas”, vaya de lo mismo de siempre.

No necesitamos una versión diluida de la revocación de mandato. Los  ciudadanos no requirimos de un período preparación para entrar a resolver a fondo las fallas de nuestro sistema político. Tampoco necesitamos irnos acostumbrando poco a poco a ejercer nuestros derechos. 

Al contrario, necesitamos acciones remediales fuertes, claras, precisas. Necesitamos dar en el blanco a la primera y salir ganar el campeonato desde el primer día. Para lo que no estamos listos es para seguir difiriendo soluciones obvias y muy necesarias, como en este caso la revocación del mandato de los servidores públicos de elección popular.

La gubernatura, las alcaldías, las diputaciones son mandatos, no regalos para usar y abusar de ellos al gusto. Lo que hay que cambiar también es la mentalidad de que las autoridades no se equivocan nunca. Claro que se equivocan y necesitamos equilibrar las instituciones para poder remediar los casos en que el mandato no está siendo debidamente utilizado.

Creo que el sistema político quiere ser el último en aplicar todo lo que la Era de la Información nos está diciendo: que ahora tenemos los elementos en la mano para tomar mejores decisiones, incluidas por cierto la de corregir errores obvios. De eso se trata, de no tener que esperar seis años o tres años en el caso de los alcaldes para corregir el rumbo de una nave que se dirige un pozo del cual nunca saldrá.

Si hubiéramos tenido revocación de mandato fácil, accesible, práctica, como debe ser, quizá Rodrigo Medina no hubiera acabado con Nuevo León en la forma que lo hizo. Quizá el miedo a ser removido vergonzosamente hubiera influído quizá en ser más cauto al solicitar préstamos. Quizá no estaríamos en situación de quiebra virtual.

Los diputados podrían, si quisieran quitar los requisitos absurdos que están contemplando para hacer procedente la revocación. Firmas y más firmas y luego una votación abrumadoramente en contra. ¿Sabén qué? Eso es tan impráctico que equivale a que no exista la revocación.

Parte de los efectos del cambio y la aprobación de una revocación de mandato que estuviera en automático en la elección intermedia cambiaría radicalmente la mentalidad del Gobernador en turno. En cambio, con tanto requisito hasta hasta da risa. 

Los diputados tienen una obligación de pensar, pero pensar bien lo que hacen. Ellos pueden si quieren demostrar que el poder no es un regalo sino una responsabilidad que requiere mucha valentía y enjundia al mismo tiempo.

Aprobar una revocación de mandato por llenar el trámite resulta ocioso. Mejor no maten el tema diría yo, porque si una cosa sé es que para que se vuelva a tratar pasará otra década o más. Sirva el gradualismo de los juicios orales como ejemplo de lo lento que caminan las instituciones por aprobar leyes todas trasquiladas.

Yo por eso creo que la democracia representativa tiene los días contados. Son más, muchos más los casos en que ese poder se abusa que los casos en los que se sirve con lealtad a los mandantes. Eso de que una persona represente a doscientos mil electores de un distrito es una quimera. Es como pedir que te hagan tarugo.

Por ahora no queda más que confiar que dentro del propio Congreso surgan voces que exigan hacer que lo deseable se convierta en lo posible y luego en la nueva realidad. De lo contrario, qué tendríamos qué hacer, ¿empezar a juntar firmas? Francamente exigen algo en lo que ellos nunca invertirían tiempo y esfuerzo. 

La revocación de mandato propuesta es cambiar para que todo siga igual, un verdadero engaño a la soberanía popular.

javierlivas@prodigy.net.mx