Regalo de navidades
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Regalo de navidades
No iba a faltar. No mientras estemos vivos. Ni don Víctor S. Peña ni quien esto escribe íbamos a faltar a almorzar por navidades el pasado 24 de diciembre. Llegamos a la hora convenida sin mediar invitación de por medio. Nunca lo hemos acordado con antelación por ninguna vía. Es un compromiso para la eternidad. Llegué primero al restaurante tradicional de siempre. El camión Ramos Arizpe iba como alma atormentada que trata de escapar del mismísimo diablo. Iba desbocado. Imagino por eso llegué tan puntual a la cita. Apenas 20 minutos después (y ni por un segundo me pasó que don Víctor pudiese fallar), asomó en la puerta del merendero el abogado Peña Mancillas con un generoso regalo bajo el brazo para quien esto escribe. De igual manera, yo le entregué el mío. Nos abrazamos y fue un almuerzo dilatado de al menos tres horas de duración.
En este magnánimo espacio hoy doy cuenta de semejante regalo. Sin duda, una joya. Fue adquirido por Víctor Peña en uno de sus recurrentes viajes. Imagino en la mismísima isla de Cuba ya sin Fidel Castro. Su regalo fue el siguiente: un paquete de ocho discos compactos titulados “Antología de la Música Cubana”. Un verdadero manjar de dioses. Están los músicos, cantantes y bandas que deben estar. Están los músicos que ni sabía que existían, y no, en teoría, no falta nadie de valor en esta poderosa antología. A vuela pluma van algunos grupos, cantantes, bandas: Panchito Riset (quien canta de manera magistral la hoy muy conocida “Lágrimas Negras”), Julita Ross (interpretando “Dos Almas”), El Sexteto Borinquen, Rubén González, el famoso Compay Segundo, el mítico Trío Matamoros, Daniel Santos, Elena Burke, Eliades Ochoa, la inigualable Celia Cruz, La Sonora Matancera… uf.
¿Alguien se acuerda del llamado “Cara de foca” Dámaso Pérez Prado? El músico cubano exiliado en México y Miami figura con dos canciones, pero una en especial, la cual es firma en el mundo de las listas a nivel internacional: el “Mambo No. 5”. Claro, en su grabación original. Y no puedo dejar de citar en este espacio que hay una versión a esta canción, un verdadero himno, a ritmo de jazz en el disco “Mozart Meets Cuba”, de la autoría de Klazz Brothers and Cuba percussion: un deslumbramiento para los sentidos. Y si usted recuerda, aquí participa precisamente quien la popularizó hace lustros en versión moderna, Lou Bega. Caray, ¿qué ritmo escoger de Cuba? ¿El chachachá, el danzón, el calipso, el son, el mambo, la pachanga, el sucu-sucu? Usted lo sabe, la isla y su gente son los que han aportado el mayor legado musical en América en ritmos populares en los dos últimos siglos.
Esquina-bajan
Cuba no sólo alude a una ínsula, un continente mismo y completo por su riqueza en todos los sentidos, sino que es también una bebida que se disfruta, un coctel explosivo con alcohol que nos embota los sentidos y anida en nuestro cuerpo y en el exotismo que rodea los cuerpos cubanos en bandeja, y sus ritmos sensuales que son patrimonio de la humanidad. Se juega con su ron de caña y refresco de cola y nace la “Cuba libre”. En los prostíbulos y tabernas de la Habana del siglo 18, nació lo que conocemos como el ritmo de la “guaracha”, ritmo vivo y letras humorísticas aderezadas con las típicas percusiones isleñas.
De este tipo de ritmos y sonsonetes a la calidad de ejecución e improvisación de sus estetas, fue solo un paso. Es el caso de la familia Valdés: Bebo Valdés, Chucho Valdés y Lázaro Valdés, todos ellos ejecutantes tremendos de jazz a la par de los ritmos nativos y de formación en su isla. En esta “Antología de la Música Cubana” participan también Afrocuban Jazz, Bienvenido Granda, Buenavista, Pablo Milanés, El Negro Peregrino, Benny Moré, Los Guaracheros de Oriente, Septeto Caribe Son, Celina González “Reina de la canción campesina”, que por cierto su gran éxito “Santa Bárbara” está inspirado… en la santería. Y esto de la magia y las cosas ocultas y ritos también forman parte integral no sólo de su música, sino de su vida misma.
Hay un músico que, la verdad, he “descubierto” en esta Antología. Es el contrabajista Arsenio Rodríguez, sus años de esplendor fueron en los lustros de 1940 en adelante. Se fue de Cuba a España y luego a Nueva York, donde murió en 1971. Este contrabajista era ciego y tenía un talento fuera de este mundo, de aquí su apodo: “El ciego maravilloso”. Caray, eran hombres, no payasos. Se decían ciegos, no invidentes. Eran tiempos de gloria de hombres, mujeres con caderas de fuego bailando sensualmente y buen lenguaje. Eran tiempos en que la cucaracha mexicana necesitaba fumar mariguana para caminar. Así de sencillo y claro.
Letras minúsculas
“A ritmo de la pachanga/ la gente ya está gozando”, dicen los versos de Belisario López. Le creo. Tremendo regalo, don Víctor Peña. Ah.