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Reflexiones en torno a dos años de la Cuarta Transformación
Los dos años de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador han sido de grandes retos, decisiones y desafíos, de promesas, algunas cumplidas, otras aún no, de aciertos y desaciertos y de cambios profundos. El plano económico ha estado marcado por fuerte polémica, desencuentros y negociaciones con los sectores productivos, los otros poderes del Estado y ONG´s.
Trataré en este artículo de expresar mi interpretación de la 4T, a dos años de su existencia, consciente de que muchos mexicanos no hemos entendido qué es la 4T, yo mismo he tardado en entender de qué se trata realmente y me he dado cuenta que muchos de mis amigos a los que considero inteligentes, algunos de los cuales son académicos o empresarios, de diferentes áreas. Lamento que algunos amigos piensen que la 4T es sólo un eslogan vacío y que catalogan a nuestro Presidente como un demagogo o como un falso mesías, sólo porque él no ha resuelto problemas que les incumben.
El informe que fue sobrio y concreto hizo énfasis en el combate a la corrupción y por hacer un Gobierno austero, ahorrándose en estos dos años alrededor de 560 mil millones de pesos; se recibieron 401 hospitales abandonados, saqueados o a medio construir, con un déficit de más de 200 mil profesionales de la medicina y se reconvirtieron 969 nosocomios para atender pacientes con COVID-19.
En estos dos años he entendido que no se trata de un programa de gobierno, ni de un señalamiento de los principios que regirán la vida del País, sino de construir cambios de paradigmas en un nuevo rumbo a seguir.
Se trata de algo totalmente diferente que se ha vivido para cambiar el régimen y que México vuelva a ser ejemplo para todos los países del mundo. Una nación que vuelva a llevar al mundo la cultura, el arte pictórico y literario, la música, los bailes y sus artesanías, sus ideas y esperanzas de nuestro País. En otras palabras, un México que proyecte la naturaleza del pueblo mexicano con el esfuerzo de todos. Esto es para mí la esencia de la Cuarta Transformación.
En estos dos años se han construidos los cimientos para lograr un País justo, próspero y democrático, con carácter humano y responsabilidad social. Se está en una lucha permanente para combatir la corrupción, atender la desigualdad y pobreza, disminuir la violencia, no represión al pueblo y libertad y no censura. Se ha logrado reducir el costo del Gobierno de manera exponencial y se ha manteniendo la promesa de no aumentar los impuestos en productos básicos ni incrementar los precios de los combustibles.
El modelo económico que se está implementado en este Gobierno apuesta por la ortodoxia financiera: no gastar más de lo que tiene, no aumentar la deuda, no crear nuevos impuestos ni aumentar los existentes. Terminar con los lujos, los dispendios y la opulencia que caracterizaban el ejercicio del poder en los pasados gobiernos, han llegado a su fin.
Los resultados de los programas sociales impulsados han sido incluyentes para la población en general, enfocándose de manera particular a la población más vulnerable. Este año será inédito para México al inyectar de manera directa 650 mil millones de pesos.
Estos apoyos económicos, que en total alcanzan a 24.5 millones de personas, de acuerdo con datos de la Secretaría del Bienestar, son la principal apuesta del Gobierno Federal para impulsar la economía que ha sufrido un fuerte descalabro desde que se aplicaron medidas de confinamiento y cierre de actividades públicas para tratar de contener la propagación del virus.
Las remesas han crecido en 10 por ciento en relación con el año pasado y se estima que van a llegar a 40 mil millones de dólares a finales de año, un récord en beneficio de 10 millones de familias. Con los apoyos y créditos que se entregan de manera directa se reactivará la economía de abajo hacia arriba.
El salario mínimo pasó de 88.36 a 102.68 pesos diarios en el País, y a 176.72 pesos diarios en la Zona Libre de la Frontera Norte. De acuerdo con el Inegi, la inflación se encuentra controlada y predice que a finales del 2020 será de 3.59 por ciento. A diferencia de la crisis de los ochenta y noventa que llevaron a la inflación a niveles por arriba del 100 por ciento, y a casi 180 por ciento en 1988 y hasta 52 por ciento en 1995; hoy la inflación se comporta de manera muy distinta.
Un mundo nuevo emerge inevitablemente, mientras el viejo se resiste a desaparecer, la idea del crecimiento a toda costa que caracteriza al modelo económico neoliberal se está poniendo en entredicho. Estamos viviendo una nueva experiencia de desarrollo de la economía en nuestro País y todo indica que se busca otro modelo con más participación directa de la ciudadanía. Se trata de implementar una economía del bien común, dándole la vuelta a la dinámica del sistema tradicional: de la prioridad de recibir a la prioridad de dar.
Según Joseph E. Stiglitz (Premio Nobel de Economía) es el momento de medir la riqueza de los países no por su PIB sino por su IFC (Índice de Felicidad Ciudadana). Este índice mide cuestiones tan importantes como la calidad medioambiental, la salud y el bienestar de las personas, la igualdad, el funcionamiento del sistema educativo, la cultura o la conservación de la naturaleza.
Más de siete países de Europa y Nueva Zelanda apoyan esta iniciativa, ayudando a la población más vulnerable e invertir donde más se necesita. Esperemos que la 4T nos conduzca por la misma vía.