Referéndum

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Referéndum

Pronto iremos a las urnas a renovar la Cámara de Diputados federal y unos 20 mil cargos locales. Este ejercicio, pese a la polarización, la judicialización y la violencia, tiene un punto sumamente diáfano: la elección federal será una especie de referéndum sobre el tipo de régimen que estamos construyendo. Bosquejo cómo llegamos a este lugar.

En los dos años y medio que Andrés Manuel López Obrador lleva como presidente, han ido incrementándose las señales de un regreso al autoritarismo presidencialista. En un principio se entendió que, basándose en la promesa de “primero los pobres”, impusiera su voluntad en la distribución del presupuesto y las prioridades de inversión. Sin embargo, el fondo y la forma de algunas decisiones –fideicomisos, veto al financiamiento de las OSC, ataque a los organismos autónomos, etcétera— permitieron constatar la parte oscura de su voluntarismo. 

Durante un tiempo impuso su voluntad porque recibió 30 millones de votos por su extraordinario manejo de la comunicación mañanera y por la debilidad de unos partidos opositores pasmados por sus pecados, divisiones e ineficiencia. El factor más importante, sin embargo, ha sido los votos para usar la mayoría calificada para reformar la Constitución.  

En la Cámara de Diputados los tuvieron porque abusaron de la sobrerrepresentación y porque un 30 por ciento de los diputados cambió de grupo parlamentario. El PES transfirió 36 diputados a Morena y el PT 39. Entre ellos están Mario Delgado y Pablo Gómez que en 2018 fueron votados como miembros del PT (cálculos de Latitud 3º12 y Eric Magar, en Juan Pablo Figueroa y María José Jiménez en Animal Político, 14 de abril de 2021). 

Las elecciones del 6 de junio serán diferentes porque el Instituto Nacional Electoral (INE) decidió aplicar la ley. Tal vez lo hizo para defender su existencia, aunque también influyó la llegada de cuatro nuevos consejeros en julio de 2020. Por las razones que haya sido, el hecho es que eliminaron los abusos en la sobrerrepresentación y castigaron a candidatos que, como Félix Salgado Macedonio, no entregaron informes de gastos de precampaña. El INE tuvo éxito porque –con el apoyo de buena parte de la opinión pública— atrajo al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación a su postura. En otra ocasión analizaré esta rebelión de los organismos públicos que, de mantenerse, será una señal de optimismo para nuestra vapuleada democracia. 

Ante la independencia de las instituciones, el presidente irritado anunció que se encargaría de neutralizar o eliminar a esos organismos. Lo hará si obtiene mayoría calificada (dos terceras partes de la Cámara). Un colega de El Colegio de México que estudia esos temas, Willibald Sonnleitner, me comenta la última encuesta de Alejandro Moreno para El Financiero (5 de mayo) y concluye que “es poco probable que Morena logre una mayoría calificada con sus aliados”. 

En efecto, votará por Morena el 40 por ciento del electorado. Aun sumándole los ocho puntos de la sobrerrepresentación y contando a sus aliados, no podrán alcanzar la mayoría calificada que le permitiría a Morena y al presidente modificar la Constitución. Estos cálculos pueden alterarse porque una tercera parte de los encuestados todavía no dice si votará y, si lo hace, por cuál partido. 

Es una elección áspera y confusa con partidos tan paupérrimos como la mayoría de las candidaturas que compiten en lo trivial de sus mensajes. Sin embargo, insisto en el argumento central de este texto: la elección federal es una especie de referéndum y por salud democrática hay que evitar que un partido -cualquiera- tenga más de 66 por ciento en la Cámara baja. En las próximas tres semanas los indecisos debemos decidir cómo resolveremos el acertijo en la urna. 

Cierro el texto con una precisión. Describo estos comicios con el término referéndum para realzar lo que está en juego. En realidad, los comicios del 6 de junio no serán un punto final, son otra etapa en un forcejeo que tiene décadas y que en una de sus vertientes abre el dilema sobre la restauración de la presidencia autoritaria. La historia ni termina ni empieza el 6 de junio. Es una continuación de luchas pretéritas con las cuales construimos el futuro.

@sergioaguayo
Colaboró 
Sergio Huesca Villeda
SERGIO AGUAYO
CRÓNICAS DE LA TRANSICIÓN