Recuerda rescatista saltillense el olor a carne quemada en el fatídico trenazo de puente moreno en 1975

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Recuerda rescatista saltillense el olor a carne quemada en el fatídico trenazo de puente moreno en 1975

Viaje mortal. Decenas de cajas mortuorias fueron apiladas a un lado del “tren de la muerte”. Investigaciones arrojan que algunos vagones eran de los años 1935 y 1940.
Rescatista narra las escenas dantescas que presenció en el accidente ferroviario más grande de la historia de México

Jesús Balderas recibió una llamada a las 06:00 de la mañana solicitando su ayuda para rescatar a personas debajo de los escombros: uno de los trenes más viejos de la línea de ferrocarriles que venía de Real de 14, San Luis Potosí, descarriló.

La tripulación había asistido a la fiesta religiosa en honor a San Francisco de Asís, el 4 de octubre de 1972. 

Los feligreses, quienes traían veladoras que habían adquirido en el pueblo minero, las utilizaron para buscar a sus familiares entre los hierros retorcidos del tren, en medio de la oscuridad, cuenta Jesús.

Él trabajaba como llamador de locomotores. El día del accidente, trabajó de las 17:00 a las 24:00 horas. De camino a su casa, observó el pasar de una gran cantidad de ambulancias; no sospechaba que se tratara de uno de los vagones de la empresa para la que trabajaba.   

A las 06;00 de la mañana recibió la llamada solicitándole el apoyo en la zona.

“En el transcurso de ese tiempo, el hospital estaba muy cerca de donde yo vivía y nunca dejaron de sonar las ambulancias durante toda la noche. Los médicos no se daban abasto; a los heridos los acarrearon desde Puente Moreno hacia la Cruz Roja y al Hospital de Ferrocarrileros”, recuerda.

Jesús, por la mañana, abordó un tren que lo llevaría junto con otras personas a realizar trabajos de apoyo y rescate en la zona, en dónde había más gente trabajando desde la 01:00 de la mañana.

“Al llegar yo a Puente Moreno, nos avisan que tenemos que repartirnos a lugares diferentes, para ir a buscar a quién ayudar. La entrega total era humana y la tarea fue socorrer a todas las personas que pudiéramos”.

Encontraron 3 ó 4 coches de 1935 y 1940. Para mí las investigaciones que se dieron sí revelaban que el equipo estaba obsoleto”.
Jesús Balderas, exferrocarrilero.


Al llegar, los soldados rodeaban la zona. Jesús vio a dos personas colgadas, entre ellas, una degollada atravesada con un hierro.

“Yo no pude, el olor era, me imagino, de cuerpos calcinados e hice lo posible por retirarme y me retiré. El olor a quemado quizás de personas, vidas o mutilaciones de cuerpos, era insoportable. Los médicos pedían sangre, camas, inyecciones, había una confusión enorme.

Jesús señala que era tanto el ruido de los gritos que los rescatistas se confundían y se desesperaban por sacar y encontrar a las personas que clamaban auxilio.
En al accidente uno de sus compañeros fue mutilado de un pie para poder liberarlo, otros estaban atorados y no podía salir.  

“Me gritaban: ‘Balderas, ayúdame’. Los soldados hacían pozos, quebraran cristales para poder ayudar. Ya eran aproximadamente las 10:00 de la mañana”, dice recordando la escena.
El rescate duró casi 72 horas; el sonido de los martillos era contante tratando de romper las estructuras de metal para liberar atrapados, los primeros que ayudaron fueron los estudiantes de la Escuela de Agronomía (la Narro) y vecinos del lugar ubicado al surponiente de la ciudad.

Al segundo día, regresó como ayudante de maquinista; los soldados le impidieron entrar a la zona del accidente.

“Los familiares heridos estaban buscando a sus seres queridos; había personas que quedaron mutiliadas y había quién se dedicaba a completar los cuerpos”, dice horrorizado.

Abandono. En el lugar del trenazo solo hay algunas cruces y aunque se dice que fueron más de mil los muertos, casi nadie visita el sitio.

MÁQUINAS
Señala que en aquellos años, no nada más se hicieron investigaciones nacionales, también internacionales; encontraron que el equipo era obsoleto.

“Encontraron 3 ó 4 coches de 1935 y 1940. Para mí las investigaciones que se dieron sí revelaban que el equipo estaba obsoleto”, dice seguro.

Ahora Jesús se dedica a realizar trenes con latas de aluminio. Lo pensionaron a los 42 años, recibe una pensión de mil 200 pesos, la cual le parece injusta.

Se dedica a pintar muebles y a realizar este tipo de actividades para poder sobrevivir. Los próximos días estará en el Archivo Municipal haciendo una exposición de sus pequeños trenes y hablando de su experiencia en el trenazo de 1972 que cambió y marcó a miles de personas en la ciudad.

“Yo soy bisnieto, nieto e hijo de ferrocarrileros. Sigue la nostalgia en mí, en nuestra sangre corren rieles y máquinas, es una añoranza tremenda que se haya terminado ferrocarriles”, dice nostálgico.

“Recuerdo muy bien las máquinas de vapor y esto para mí es una terapia ocupacional, pues ya soy pensionado y no encontraré trabajo, estos trenes (los de aluminio que hace) para mí son un motivo de vida y lo que hago lo hago para ayudar a otras personas para que reconozcan mi capacidad”, agrega.

Lleva cerca de mil 200 pequeñas maquinitas hechas durante 3 años.
Jesús Balderas fue ferrocarrilero por 26 años. 

Rescatista. Don Jesús Balderas apoyó en las labores de auxilio; ahora se dedica a elaborar trenecitos a base de aluminio.
Trayecto. Al Puente Moreno no llegó el “tren de la muerte”, de haberlo hecho, la tragedia hubiera sido aún mayor.