Razones para ser anticlerical

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Razones para ser anticlerical

Dice el diccionario de la Real Academia que “clericalismo” es la influencia excesiva del clero en los asuntos políticos. La segunda acepción dice que es la intervención excesiva del clero en la vida de la Iglesia, que impide el ejercicio de los derechos a los demás miembros del pueblo de Dios. Por lo tanto, ser anticlerical es oponerse a que el clero intervenga en los asuntos que competen a los poderes del Estado laico; oponerse a que el clero acote los derechos de los demás miembros de la Iglesia; y a que dicha feligresía sea totalmente sumisa al clero y a sus preceptos dogmáticos.

Hoy, cuando se ha reconocido la personalidad jurídica de la Iglesia, cuando se han restablecido relaciones diplomáticas con el Vaticano, el clericalismo vuelve a la política activa con el camuflaje de la moral y las “buenas costumbres”, asunto que no es otra cosa que el grito destemplado de “¡Religión y fueros!” en contra del Estado laico, el ecumenismo y la secularización. 

Y las evidencias confirman lo que el clericalismo siempre ha codiciado: el Estado teocrático, el cesaropapismo y el establecimiento del reino de un dios en la tierra. Y que conste que no sólo se trata de las ambiciones del clero católico, hay que mencionar también las aspiraciones dominantes del clero anabaptista, mormón, del Islam, el judaísmo sionista y otras tantas religiones.

Y es que los monarcas y tiranos siempre han contado con la complicidad del clero católico para legitimar sus oprobios y fechorías, no debemos olvidar que a Napoleón lo coronó Pío VII, que a Franco le bendijo su espada Pío XII, que los obispos franceses apoyaron al régimen pronazi de Petain, que a Pinochet lo legitimó el Papa Wojtyla y que a los militares golpistas argentinos, Videla, Massera y Agosti, los apoyó el obispo Adolfo Tortolo, mismo que presidió la pastoral castrense en la que cientos de capellanes acompañaban a los militares en las sesiones de tortura contra los disidentes.

No podemos negar que todas las religiones son dogmáticas y fundamentalistas, que todas aseguran tener la verdad absoluta, la inspiración divina, poseer las llaves del cielo y que todas intentan o han intentado imponer su religión aunque sea necesario recurrir a las armas y, como en el caso del Islam, a las masacres y los baños de sangre.

Dice Voltaire en su “Tratado de la tolerancia” que mientras más divina es la religión cristiana, menos le corresponde al hombre imponerla: “si

Dios la ha hecho, Dios la sostendrá sin vosotros ¿Queréis sostener con verdugos la religión de un Dios a quien los verdugos hicieron perecer?”. 

Lo cierto es que los gays y los curas deben serenarse. No podemos vivir una regresión a los tiempos del fanatismo religioso, del oscurantismo y la persecución. Cualquier cruzada es peligrosa, como lo fue en su tiempo la de Santiago Matamoros y ahora es la del terrorismo del Islam. Asimismo, hoy es la de los curas intolerantes contra los gays vociferantes que han dado a conocer el índex de los curas homosexuales y, de seguir así las cosas, pronto vamos a tener un nuevo Syllabus que prohíba la libertad de pensamiento o, de plano, una nueva Santa Inquisición.