Raymundo Wehbe La huella libanesa en Saltillo

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Raymundo Wehbe La huella libanesa en Saltillo

La huella Libanesa en México es enorme, Saltillo tuvo la fortuna de ver crecer a Raymundo Wehbe, un hombre que lleva en el corazón el color del sarape y en la sangre ascendencia libanesa
Esta ciudad es lo máximo, de aquí no he salido, tengo 79 años de vivir aquí, me siento orgulloso de ser saltillense”.
Raymundo Wehbe

Video:Omar Ibarra

Para contar esta historia tenemos que viajar al pasado, ir a los años de nuestros abuelos en Saltillo, los cuales tal vez compraron pan libanés a Raymundo Wehbe en la calle de Victoria o ropa a su padre, incluso hasta sarapes a su abuelo.

Esta es la historia de un saltillense, que con cariño recuerda sus raíces y el esfuerzo de sus padres por encontrar la esperanza en Saltillo.

Domingo 360, charló con este hombre que lleva en su corazón los colores del sarape, y en la sangre la herencia de una cultura que tuvo que dejar su país para encontrar éxito en nuevas tierras.

Sus abuelos llegaron a esta fría ciudad, aquí encontraron el amor y un poco de esperanza, también aquí fue donde sus hijos dieron vida a Raymundo Wehbe, hombre que en el rostro lleva la innegable herencia libanesa, un hombre que lleva en su simpatía digna de recalcar un profundo reconocimiento a una ciudad que le dio una buena vida a él, a sus padres y a sus abuelos, pero sin dejar a un lado, la nostalgia de alejarse de sus raíces.

En esta nueva tierra, estos hombres y mujeres encontraron gente nueva, gente que daba el apoyo necesario, apero también personas que los rechazaban y saltillenses que les dieron la libertad que les faltaba en su tierra natal. 

Me mandaban el producto por ferrocarril, venían en cajas de huevo cubierto por hierbas, yo lo vendía pieza en pieza, agarraba dos bolsas de red y me iba por toda la de Victoria porque ahí estaba llena de paisanos unos de Palestina y otros de Líbano, se me terminaba el pan rapidísimo”.
Raymundo Wehbe

Huyendo del caos

Saltillo, como otras ciudades de México, fue una de esas tierras que recibió con los brazos abiertos a los libaneses.

Estos comenzaron a llegar a México durante la segunda mitad del siglo XIX. Entusiasmados y decepcionados, los libaneses dejaban su querida tierra.

Con una grave crisis económica en su contra esta nación tuvo que emigrar a donde pudieron; las cosas no eran para menos, las circunstancias ahí, producto de la pugna hegemónica de Occidente contra Turquía por arrebatarle sus posesiones de petróleo, y por el excelente punto geográfico, hicieron de sus vidas algo imposible, creando desolación, hambruna e incertidumbre,  cientos de miles de personas salieron de Líbano huyendo del caos.

A México vinieron cerca de 20 mil libaneses entre los años ochenta del siglo XIX hasta los años veinte del siglo XX, aquí encontraron su nueva patria; debido a su cultura milenaria sobre el comercio, lograron acomodarse en las élites de los negocios.

Los hijos de libaneses nacidos en México y por consecuencia mexicanos, hallaron, gracias al esfuerzo de sus padres, en México una segunda patria. Ellos continuaron con el progreso y desarrollo que les marcaron sus ancestros; se hicieron fuertes.

Saltillo tan frío como Beït Chlâla

Uno de esos hombres fuertes es Raymundo Wehbe.

Su llegada al periódico para platicar con nosotros, fue como una bocanada de aire fresco, con gran carisma, una cabellera plateada, cejas pobladas y negras, el hombre nos contó cómo es que sus padres llegaron a estas tierras, cómo fue su educación en Saltillo; aquí sus raíces le llamaron, y lo convirtieron en un comerciante.

“Mi ascendencia es libanés. Mis abuelos, los papás de mamá, fueron los que llegaron aquí, ahí comenzó todo”, explicó Raymundo, quien en sus manos traía jocoque, un regalo, pedacito de Libano.

Según explica Wehbe sus abuelos llegaron acá después de 3 meses de viaje en barco cruzando el océano Atlántico. Al llegar aquí tuvieron 10 hijos, la mayor: su madre.

“En 1922 con 21 años de edad llega mi papá, sin hablar el idioma. Sólo hablaba árabe, fue un gran reto para él”, explicó Raymundo.

Las razones de la migración a México son bastantes, pero una es clara, una mejor calidad de vida, cumpliendo el sueño americano.

“Sinceramente a mí me da pena, pero en ese tiempo no tenían nada qué comer, y en Líbano ya escuchaban que América era la tierra de las oportunidades, es por eso que optaron por venir acá, unos llegaron a Veracruz y otros a Tampico”, comentó Raymundo.

Ya en México, el padre de Raymundo eligió Saltillo para iniciar una nueva vida porque en él encontraba grandes similitudes con su pueblo natal: Beït Chlâla al norte de Líbano; una de ellas: el clima.

fotos: Luis Castrejón
En 1922 con 21 años de edad llega mi papá, sin hablar el idioma. Sólo hablaba árabe, fue un gran reto para él”.
Raymundo Wehbe

El pueblo donde él vivía era muy frío, pasaban tres meses con hielo, tanto que no podía salir de la casa, le dijeron que Saltillo era un lugar frío y así fue como llegaron aquí, por los fríos de esta ciudad”, dijo Wehbe.

La llegada a la capital coahuilanse no solo trajo un poco de esperanza para estos hombres, sino también: el amor.

“Mi papá conoció a mi mamá acá, él se acercó con la familia Mery aquí en la ciudad”.

México le daba la bienvenida a estos inmigrantes, pero la vida no fue fácil; burlas y ofensas tuvieron que soportar para ser aceptados por los mexicanos, por los saltillenses.

“Había muchas burlas, era muy difícil vivir ese momento, pero afortunadamente la gente fue comprendiendo y respetando a los que veníamos del Líbano. Estuvimos muy bien aquí, en un tiempo muy agradable, estudié en el colegio Ignacio Zaragoza, mi padre tenía un negocio de ropa, y ya no quise estudiar y empecé a trabajar con él”, dijo Raymundo.

El padre de Raymundo nunca se rindió y siguió firme su idea de progreso; vendía sombreros, cobijas, sarapes, sus clientes en su mayoría eran los extranjeros que a Saltillo venían a vacacionar y descansar, cuando nuestra ciudad era famosa por ser la Atenas del México.

Fue su padre el que se encargó de hacer crecer en Raymundo un sentido del comercio, ganas de progresar.

“Aquí mismo me quedé, tenía un movimiento en mente para poder vender los productos que normalmente se comen en el medio oriente, me di a la tarea y contacté a las personas que hacían el pan árabe, y ahí fue cuando yo me entreviste con el dueño. Me mandaban el producto por ferrocarril, venían en cajas de huevo cubierto por hierbas, yo lo vendía pieza por pieza, agarraba dos bolsas de red y me iba por toda la de Victoria porque ahí estaba llena de paisanos unos de Palestina y otros de Líbano, se me terminaba el pan rapidísimo”, contó Raymundo Wehbe.

Wehbe, con la voz a punto de quebrarse, pero con una sonrisa en el rostro, nos dijo que fueron sus raíces las que lo empujaron a ser comerciante.

“Me salió del alma, porque la misma inclinación relacionada con las raíces de uno; eso me empujó a hacer esto. Luego empecé a hacer jocoque, el pan de trigo, hoja de parra, y otros artículos”, quien sigue vendiendo estos productos.

“Al principio es como todo, tengo 50 años de vender estos productos, las ventas no eran muy agradables, pero nunca claudiqué y seguí al pie del cañón, y esto fue creciendo, junto con nuestras ventas”

Es un orgullo ser saltillense

Raymundo Wehbe, contento nos explicó que se siente feliz en Saltillo, esta ciudad se ha convertido en su segunda nación, en su casa, su hogar.

“Esta ciudad es lo máximo, de aquí no he salido, tengo 79 años de vivir aquí, me siento orgulloso de ser saltillense”.

Raymundo conoce la historia de sus padres, sus abuelos, incluso hasta cómo es su país, pero nunca ha tenido la oportunidad de ir a visitarlo y espera poder hacerlo en algún momento de su vida.

“Yo me siento bien contento y orgulloso de tener sangre libanesa, no conozco aquel país, pero espero en Dios que exista manera de visitar a los parientes. De conocer Beït Chlâla”, explicó el libanés de sonrisa amable.

 

Fotos: Luis Catrejón

Raymundo Wehbe ofrece productos como jocoque, pan de trigo, hoja de parra, y otros artículos de origen árabe.

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Fotos: Luis Catrejon