Rayados profundiza su involución

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Rayados profundiza su involución

Rayados ni es ni se parece al de hace algunos meses. O en todo caso, es el cascarón de aquella versión más rendidora. Ni antes, ni ahora ha jugado muy buen futbol. La diferencia radica en la puntería.

El Rayados del semestre pasado era tremendamente efectivo. No necesitaba avisar que iba a hacer un gol; directamente los hacía. Le alcanzaba con un poco de combustión física y orden para justificar su poder de fuego. Hoy, sin goles, saltan a luz sus precariedades.

A veces jugando al límite, otras veces bien y otras tantas mal, hace tiempo que Rayados ha perdido frescura. Tiene síntomas de equipo estresado: plano, reactivo, estático y chiflado. No es un equipo feliz, al contrario, parece malhumorado. No se contagia, no prende, no da garantías de nada.

Este diagnóstico debería preocuparle a Mohamed. No se puede encasillar esta realidad en las variables de una “mala racha”. Rayados no gana y quizás eso sea lo de menos.

Lo peor es que no funciona y el funcionamiento no se soluciona sólo con goles. “Esperemos que con el correr de los partidos podamos recuperar la potencia ofensiva”, dice Mohamed como si fuera la única esperanza.

Los goles, en todo caso, deberían ser la conclusión de un buen desempeño. El equipo que juega bien tiene muchas más posibilidades de anotar que aquel que depende de una circunstancia para hacerlo. Penales o errores rivales, por ejemplo.

Hoy Rayados ha caído en esa dinámica: quiere tapar con goles sus malos partidos, cuando su futbol ocupa de otros componentes más genuinos, como convencimiento, capacidad de ejecución y un sostenido equilibrio colectivo.

Que Rayados haya desperdiciado dos penales ante Cruz Azul puede interpretarse como algo accidental y se entiende. Sin embargo, sus problemas están más allá de estos yerros. Lo superficial no es tan dramático como el fondo, aunque algunos jugadores no lo vean así.

Está el caso de Carlos Sánchez, quien trae un desafío personal de quedar bien con los aficionados y esa obsesión lo traiciona. No pudo con Puebla, pero el sábado, sin Pabón que le haga interferencia, se hizo cargo del primer penal, del cual ya se sabe el desenlace.

Sánchez está en la permanente búsqueda de un ridículo “perdón” popular por haber decidido ausentarse en la pasada Final. Pero el uruguayo se equivoca. Se distrae con esas cuestiones cuando el beneficio de la redención le debería llegar jugando cada vez mejor. Sin embargo, presionado, sus respuestas futbolísticas van a la inversa.

Pero Sánchez no es el único que participa de los partidos, pero no juega. También está Castillo, el encargado de construir gigantescas avenidas para que el rival canalice su juego.

En los primeros 5 minutos frente a Cruz Azul, Guerrón lo vulneró un par de veces y a partir de ahí, todas las entradas adversarias fueron por ese costado. Incluso, en una de ellas, llegó el 1-0.

Digamos, Rayados tiene conflictos estructurales que a estas alturas tendrían que estar corregidos. Mohamed, como en su primer torneo, vuelve a escudarse en su frase favorita: “hay que seguir trabajando”.

Esta base de Rayados se supone que ya está trabajada y, por lo tanto, continuar buscando el equipo es como volver al punto original.

Por estas horas, Mohamed sólo debería estar ajustando piezas dentro de una etapa de consolidación, pero si el sábado Basanta fue su mejor “contención”, hay cuestiones que aún no checan.

Foto: Cuartoscuro