Rayados: firmeza alejó los pretextos

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Rayados: firmeza alejó los pretextos

La puntería que tanto esperaban Mohamed y Rayados llegó en dosis, pero esta vez sirvió. Ya no hubo pretextos con el resultado puesto.

No se necesitó acudir a las estadísticas para maquillar la falta de gol.
Rayados le ganó bien a Pumas y lo pudo respaldar con funcionamiento, y esto quizás sea lo más importante.

Que le alcanzó con un 15% de aciertos sobre la portería adversaria, también es cierto, pero el sábado no ocupó más que eso para garantizar un triunfo que, en otras circunstancias y con la misma efectividad, aumentaban los riesgos de que todo se le escapara.

Rayados ganó bien porque se lo propuso, pero también porque dispuso. Pabón apareció justo, cuando el equipo estaba al punto del fastidio por tantas fallas en fila.

El doblete del colombiano fue una consecuencia de todas las advertencias que el Monterrey le había hecho a un Pumas agazapado, con más colmillo que futbol y con más músculo que ideas.

Pabón fue el emblema del triunfo albiazul. Fue la cara de la ambición y el jugador por el cual Rayados canalizó sus intenciones. El resto de sus compañeros colaboraron para hacer más fértil la propuesta.

Rayados mostró, quizás, la cara más sólida en lo que va del torneo. Y en este punto es importante reposar la crítica. Fue un equipo equilibrado, corto, combativo y frontal. No estuvo muy cómodo, pero sí convencido de que sorteando los numerosos obstáculos del rival podía llegar a la otra orilla.

Lo mejor de Rayados ha sido, definitivamente, su conducta futbolística. Se podrá decir que en gran parte del primer tiempo el partido fue triste, gris y poco amigable para la vista de los aficionados, pero no todo fue malo.

El Monterrey se tuvo que ajustar a un desarrollo plagado de piedras. Tuvo que combatir con armas sofisticadas a un Pumas utilitario y excesivamente duro, más preparado para anular que para jugar.

Aquí se pudo ver la resistencia de Rayados, pero también su capacidad para mantenerse firme, sin quebrarse atrás y sin perder el sentido ofensivo. Y en tal sentido palomeó todos los casilleros del formulario.

Este comportamiento es lo que ha realzado su victoria. La falta de puntería lo estaba condenando ante Pumas, pero nunca se sintió vulnerable como en otras tardes.

En la semana previa, Mohamed había dicho que la defensa –en su momento cuestionada- estaba bien, que la sentía y veía segura. Que había madurado y que el problema no estaba atrás, sino adelante.

La defensa, en líneas generales, fue consecuente con la visión del entrenador. Piris, Montes, Sánchez y Fuentes achicaron hacia adelante para minimizar los espacios y evitar las fracturas entre líneas.

Aquí empezó la presión que se fue haciendo sostenida y fue la espalda adecuada de los volantes. Molina, Ortiz y, sobre todo Juárez, estuvieron mucho tiempo enfrascados en la lucha por el control del mediocampo donde Pumas pobló de elementos para no dejar crecer a Rayados.

Esa postura tuvo su paga. Monterrey pudo sostenerse con equilibrio, con decisión, entrega y mucha actitud. No lució, pero sí fue altamente efectivo, independientemente de lo estético.
Siempre supo que de mantenerse en pie de guerra, sin distracciones, su verticalidad le podría dar frutos. Tuvo más de una docena de oportunidades para someter a Pumas.

Cardona, Pabón y Funes Mori gastaron buena parte de sus respectivos cargadores, antes de que Pabón clavara en el blanco una de sus balas. Cuando el triunfo ya era un hecho, vino el tiro de gracia del colombiano. Era cuestión de firmeza, pero también de paciencia.