Rayados debe licuar sus penas

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Rayados debe licuar sus penas

Era lógico que Mohamed decidiera renunciar en Rayados. Era un hecho que ya se le había acabado el discurso y probablemente las ganas de seguir remando río arriba con la tormenta encima. Era inútil.

También hubiera sido gravísimo que la directiva sostuviera a un entrenador debilitado y que así como en su momento le llenó de aficionados el estadio, de igual manera, por los fracasos, se encargó de vaciarlo.

Por lo mismo, se entiende que la lectura que hizo la cúpula de Rayados no fue meramente deportiva. La gestión Mohamed ya había golpeado el negocio por el desencanto generalizado de una masa de seguidores a los que poco le importa hoy que el equipo haya sumado una cuota altísima de puntos cuando no se ha ganado nada.

En Rayados no interesa mucho qué opine la afición, pero siempre ha sido un error subestimar el humor de su principal activo. Davino, como titular del área deportiva, no puede desconocer si el estadio apoya o no al equipo, como lo dejó entrever en su última rueda de prensa. Una imprudencia que retrata el contexto actual.

Mientras exista esta miopía dirigencial, probablemente Rayados se hunda en su altanería y no perciba que está perdiendo algo más que en lo futbolístico: la sensibilidad con su propia gente. El combo es completo.

No conseguir logros para lo cual se ha invertido una fortuna también puede considerarse una crisis. Llegar a las Finales y no ganarlas, independientemente de las formas, es una desilusión que, por reincidencia, desgasta y obliga a patear el tablero.

Rayados nunca se repuso del efecto Tigres por más que se minimice este histórico punto de quiebre y es evidente que necesita un reseteo con un líder de grupo menos frustrado.

Mohamed cayó en desgracia cuando se propuso inmortalizarse en el club y perdió de vista las consecuencias de los sucesivos fracasos. Quiso el bronce antes que el título. Una obsesión y promesa personal que lo consumió, lo transmitió hasta la tribuna, y jaló a todos hacia el abismo.

Es por eso que ya nadie le creía a Mohamed, y éste ha sido, sin dudas, el factor o el elemento neurálgico del replanteo. No los puntos que sacó, sino lo que no ganó y lo que afectó.

Rayados ya una vez demoró en reemplazar la gestión de Vucetich cuando el DT ingresó en una fase negativa y de terrible agotamiento después de haber ganado todo.

De aquella lección parece que se aprendió ahora. No es cuestión de traer más jugadores para motivar a los decepcionados. Es cuestión de apelar al sentido común y dar un golpe de timón para licuar las penas. Aunque Vucetich vuelva a ser el indicado.