Ramón López Velarde, revolucionario y maderistas

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Ramón López Velarde, revolucionario y maderistas

Se preguntará el lector si me equivoqué al escribir el título de esta columna. ¿López Velarde revolucionario y político, qué no es el poeta de “La suave patria”? Sí, lo es, y ese sólo poema puso a su autor en el podio del poeta nacional por excelencia. López Velarde murió el 19 de junio de 1921. Este año se conmemora su centenario luctuoso, y el aire se llena de Fuensanta y la dama de los guantes negros, de Margarita Quijano y la vendedora de pájaros, de mirtos y de nardos, de catedral y avemarías, de azules y de barros.

Sabemos del drama de la pasión amorosa de López Velarde, de su amor por el terruño y su preocupación por el México que le tocó vivir. Ahí es donde están el poeta virtuoso, el pecador católico y el genio naciente del político apasionado. A los 21 años dejó firme su filiación maderista en un artículo del 14 de octubre de 1909 titulado “Madero” y publicado en el diario El Regional, de Guadalajara. Así rompió el silencio que rodeaban a un libro y su autor: “La Sucesión Presidencial”, de Francisco I. Madero: “Este fronterizo vale, por su hombría, más que los políticos sin sexo de la Ciudad de México… En la ergástula de los hombres públicos del día y aun fuera de ella, causó Madero, por su independencia de rara avis, la misma sorpresa que le produjeron a Cook las zorras azules de la fauna boreal…”.

López Velarde no empuñó las armas ni descolló políticamente, no tenía interés en hacerlo. No redactó el texto del Plan de San Luis, pero sí fue uno de los abogados que defendieron a Madero en el juicio que se le siguió en Potosí después de su aprehensión en Monterrey, y sí hizo amistad con el caudillo, y lo visitaba igual que otros jóvenes abogados coahuilenses como Artemio de Valle-Arizpe, Manuel Múzquiz Blanco y Manuel Aguirre Berlanga. Fue maderista por su adhesión profunda a sus postulados políticos, a los que guardó fidelidad. Siempre sintió el deber de estar al lado de quienes buscaban justicia por su asesinato. El acendrado catolicismo del poeta y su odio a los jacobinos liberales provocaron sus duras embestidas en contra del revolucionario coahuilense gobernador de San Luis Potosí, Rafael Cepeda de la Fuente.

Entre 1912 y 1913, López Velarde publicó 122 artículos políticos en el diario La Nación. En todos ellos ataca o defiende causas y personas desde su ideología católica y desde su amor incorruptible por la justicia. Su prosa política y su correspondencia epistolar hablan de su adhesión a la Revolución Mexicana. José Luis Martínez afirma que la prosa política es lo más débil y transitorio en la obra velardeana. En cambio, Juan José Arreola dice que es uno de sus manjares predilectos “por su malicia, su sal frecuentemente gruesa y su constante energía para vivir esas horas que fueron de su primera juventud, pero también de las más sombrías, complicadas y dolorosas en la historia de México”. Lo cierto es que Ramón fue siempre político y poeta y sus dos personalidades caminaron siempre unidas. Mientras escribe en contra de los liberales jacobinos, en las páginas del mismo periódico publica poemas y prosas sentimentales. Casi una junto a otra aparecen las líneas del poeta y las del luchador político: “Unas dicen el insulto, otras la ternura”, afirma Arreola.

Comúnmente se encierra a López Velarde en tres grandes intereses, subordinando todo lo demás: su catolicismo, su provincia y su amor por la mujer. Su catolicismo, juzgado de reaccionario, es en él formación familiar y dogma de fe; su provincia es uno de sus temas e incluye la patria que le preocupó y por la que luchó a su manera, con su pluma; su amor por la mujer se finca en las naturales solicitaciones de “los frescos racimos” y el espíritu, igual que su lucha entre lo místico y lo pagano, entre la pasión carnal y su fe inconmovible. Él mismo decía que en las cosas del alma iba muy bien, pero en las de la carne no tanto. Es hora de mirar esa otra faceta del periodista y partidario de Madero.