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Racionalidad contra cultura política tradicional
Se entiende por cultura las costumbres, manifestaciones y expresiones que tiene una sociedad determinada. La sociedad mexicana tiene un ecosistema cultural donde hace cientos de años no nos salimos del cuadro en cualquiera de sus ámbitos. Y bajo la consigna de “siempre ha sido así” o “así lo hemos hecho siempre” se apuntala la idea de afirmar la costumbre. Muy pocos se atreven a romper los paradigmas porque creen que se pone en riesgo la supervivencia, no hay quien atente contra el dogma social, religioso o político.
En ese sentido, cuando hablamos de cultura política, hablamos siempre de lo mismo. Es decir, de abstencionismo a gran escala, de que el voto es hacer política, de la insatisfacción democrática y de que gobierne quien gobierne lo criticaremos de forma sistemática y lo apoyaremos siempre y cuando nos beneficie. Pedimos siempre mano dura, como si nos gustara la dictadura. No entendemos que la política es consenso, es más, no estamos dispuestos a consensuar. Lo esperamos todo del gobernante.
No nos interesamos en la agenda pública. No nos gusta pagar impuestos. Siempre pensamos que el País no va en dirección correcta. Siempre se hace responsable al gobierno de los fracasos de privados. Se cree que los empresarios harían un mejor papel en el gobierno. Se ignoran las reglas básicas de la democracia. Despreciamos al árbitro. En fin, eso y más es nuestra forma de concebir la política.
Ya en lo personal y tratándose de elecciones: se vota según las vísceras y los intereses de cada quien, el tema del bien común pasa a segundo plano. Voto por este, aunque no esté convencido para no votar por el del otro porque es del partido indeseable. Voto sin analizar, revisar y sin conocer al candidato. Carezco de información veraz y parto de mis suposiciones e inferencias criticando con saña y hasta hago campañas en su contra. No compruebo ni investigo. Lo mío son rostros, posiciones sociales, filias y fobias y, por supuesto, saber si me va a beneficiar o no.
Otro elemento de la cultura política es la novedad que ahora nos cargamos: no voto por el partido, voto por los candidatos. Me da igual si el candidato ya participó en algún otro momento como diputado local o federal, senador o alcalde. No reviso cómo actúo en el pasado y hasta nos viene la amnesia porque ya olvidé que cuando tuvo la oportunidad de plano no hizo mucho o hace lo que ahora crítica. ¿De verdad creen que los partidos van a apoyar de a gratis a los candidatos? ¿Se figuran que son hermanas de la caridad? Cuanta ingenuidad.
Pareciera que favorecemos y nos da gusto ver a los mismos cuadros de siempre: dinosaurios, chapulines, seres miméticos que van de un escenario a otro, por el sólo placer de seguir en la boleta y en el presupuesto. ¿A cuántos conoces? Aceptamos los engaños, las descalificaciones. Las acusaciones, los escándalos, el ver la política como un negocio en el que poco se invierte y se gana a manos llenas.
La cultura política que tenemos ha dado pie a la idea de que “el pueblo tiene los gobernantes que se merece”, efectivamente bajo todos los criterios antes mencionados, ni duda cabe. ¿A poco siguen creyendo que lo que pasa en una elección no influye en la cotidianidad? 71 años de gobierno de un sólo partido, 12 de otro y lo que llevamos del actual, así de plano, ¿no te dicen nada?
Son tiempos de romper paradigmas y de salir de la zona de confort en la que hemos vivido, la democracia requiere que votemos –cuando llegue el momento de hacerlo– racionalmente.
Son cosas tan simples como saber si el candidato ha hecho una declaración pública de bienes o si está dispuesta o dispuesto a hacerlo. De saber un poco sobre su pasado, es decir, ¿a qué se dedicó antes de buscar el puesto para el que pide tu voto? Si estuvo en otro puesto en el servicio público. ¿Qué papel realizó?, ¿qué logró o simplemente reptó? Moralmente, ¿qué se dice de esa persona?, ¿ha estado involucrado en escándalos o ligado a grupos o personajes controvertidos?, ¿cómo se ha conducido en su vida personal?, ¿qué principios y que acciones personales, con efectos en el ámbito de lo público, lo han caracterizado? ¿De qué manera se han comportado las organizaciones políticas, a las que pertenece, en la administración o en la legislatura, cuando el voto mayoritario les ha confiado una responsabilidad pública?
Sin duda el escenario político de hoy requiere de ciudadanos racionales que piensen, evalúen y tomen mejores decisiones. La racionalidad nos permite recopilar elementos para apreciar con objetividad y fundamento la trayectoria política y profesional de los y las candidatas, su formación académica y sus aptitudes para el puesto que busca. En una democracia ya no puede ser el beneficio personal y la emotividad lo que nos mueve, sino la racionalidad. Así las cosas