Antes del 6 de junio, las expectativas de las clases medias y altas, organizadas en movimientos como FRENA o Sí por México e inclusive, no ligadas a ellos, pero beligerantes en redes sociales o pláticas informales, podían resumirse en una frase: “es posible derrotar a Morena y arrebatarle el Congreso para evitar el uso discrecional del presupuesto y/o modificar la Constitución para aprobar reformas afines a la 4T”.

¿Cuál fue el resultado? Morena pierde 14 de 30 millones de votos obtenidos en la elección presidencial de 2018 y no alcanza la mayoría relativa en el Congreso Federal para realizar cambios fundamentales a la Constitución. Pero sí obtiene la mayoría absoluta, necesaria para incidir en el destino presupuestal del país.

Si nos estacionamos ahí podemos pensar que Morena perdió, cuando en realidad es lo contrario.

Veamos. Morena ganó con sus aliados PVEM y PT, 11 de las 15 gubernaturas en disputa: hoy tiene 16 gobernadores que afirman su presencia territorial para optimizar sus partidas presupuestales en la revocación de mandato en 2022 y la elección presidencial en 2024.

Con iguales aliados, Morena ganó la mayoría en 18 de 30 congresos locales en disputa; por ende, tiene la mayoría para aprobar reformas constitucionales emanadas del Congreso Federal.

¿Cómo alcanzaría Morena la mayoría relativa para realizar las modificaciones pertinentes a la Constitución? “Con la pistola cargada -con la fuerza del Estado- sobre la mesa”, Morena sumaría a sus 220 diputados federales 44 del Partido Verde, 40 del Partido del Trabajo y sólo 30 de los 71 diputados del PRI para alcanzar con 334 diputados la mayoría relativa.

Por ello, aunque dolorosa, la pérdida de 7 de las 14 alcaldías que gobernaba Morena en la CDMX es menor.

AMLO tiene razón al decir que los números del 6 de junio lo dejaron feliz. ¿Y cómo no? Con estos resultados; sin liderazgos fuertes en torno a una oposición articulada y una Alianza Federalista y una CONAGO en declive, cualquier morenista estaría feliz, feliz, feliz.

Luis García Abusaíd
Panóptico