Quién dice lo que usted dice

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Quién dice lo que usted dice

La producción de información y de conocimiento, afirma Michel Foucault, está condicionada por el lugar social, cultural, político, económico, religioso o institucional que ocupan. Y remata diciendo, en “El Orden del Discurso”, que en toda sociedad el discurso está controlado, seleccionado y redistribuido por un cierto número de procedimientos, que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad. De acuerdo, sobre todo en una sociedad polarizada como la nuestra, no de ahora, sino desde hace tiempo.

Por estos días sigue boyante la práctica de la repartición indiscriminada de información que compartimos dándola como verdadera, sin revisar su origen y donde acabamos acusando a otros de hacer lo que duramente criticamos. Ahora, no es nada peyorativo que lo hagamos, la perversión se da, cuando ni siquiera nos damos cuenta que bajo campañas publicitarias falaces, en las que acabamos colaborando, se encuentra la defensa de intereses constantes y sonantes que seguirán haciendo más amplia la brecha social entre unos y otros.

Como en la antigua Grecia, posterior al siglo de Oro de la Filosofía, el sofisma ha sido una práctica recurrente en nuestro País, en el contexto de lo mal pagado que ha estado y está el ejercicio del periodismo y de la comunicación, amén de lo peligroso. De ahí que muchas plumas se rentaron al mejor postor –o explíqueme el porqué de la abundante bonanza de algunos comunicólogos–, por eso la importancia de que usted revise bien lo que lee o lo que escucha en cualquier medio, que haga un análisis y que sepa quién dice lo usted dice.

Por eso revise bien lo que lee, pero sobre todo cerciórese de donde procede la información que comparte. Quienes tienen el poder, cualquiera que este sea, no tienen empacho en utilizar la mentira, el pretexto, la justificación, el doble discurso, el miedo o las falacias para conseguir sus fines, de los que usted se vuelve comparsa.

Analice la información y por tanto identifique cuál es el background de sus autores favoritos y se va a llevar grandes sorpresas. Toda información es producida por una persona, no surge por generación espontánea. No todo lo que aparece en la red es confiable y verdadero. De ahí la importancia de saber quién produce la información, sus filias, fobias, plataformas políticas, ideológicas, religiosas o pertenencia  institucional.

Le recuerdo, usted no está aprendiendo o internalizando verdades eternas, sino recibiendo información, por tanto, tiene la obligación de dilucidar la veracidad de la misma antes de compartirla, porque las más de la veces se comparte sin ni siquiera saber el origen o la intención.

Así como usted publica información en las redes y tiene un propósito, toda obra se realiza por algo. Detrás de un cuadro, de una melodía, de un libro o de un spot publicitario hay una intencionalidad, que en muchas ocasiones no está alineada a su forma de ser o de pensar. De ahí la importancia de desentrañar lo que luego comunicamos, pero sobre todo de saber quién dice lo que usted dice.

Revisar el contexto del autor, el lugar donde se produce la información, la solvencia académica que le avala para hablar del tema, lo que ocurre en su entorno y el saber para qué escribe, nos dará confiabilidad y responsabilidad para poder compartir sus escritos. Quienes producen información sólo son tamices que en muchas ocasiones parcializan y subjetivizan la comunicación.

El problema de las “benditas redes sociales” es que cualquier persona, aunque no sea especialista en comunicación, ciencias sociales, políticas públicas, sociología o humanidades, tiene la posibilidad de sacar sus filias y fobias y malinformar a su círculo cercano. Seguimos creyendo que todos en este País podemos hablar de deportes, política y religión.

Le pregunto, en su área de especialidad, ¿permitiría que hubiese profesionales que ocuparan su puesto sin tener conocimientos o experiencia del mismo? Por estos días se han dejado ver sacerdotes, comediantes, influencers –cualquier cosa que eso signifique–, youtubers y blogueros abordando temas donde se evidencia que andan a cinco cuadras del desfile y en sentido contrario, desinformando y enrareciendo el ambiente. Estoy de acuerdo, todos somos políticos, pero no todos podemos producir conocimiento o información en ciertas áreas, de ahí el dicho “zapatero a sus zapatos”.

El problema no es el discurso, el problema es que nos lo creamos, que lo aceptemos, que lo demos como verdadero y que lo compartamos sólo por pertenecer al grupo de referencia con el que nos identificamos, como si fuera dogma, sin revisar el origen de la información. Así las cosas.