Querida Santa Elena Poniatowska

Usted está aquí

Querida Santa Elena Poniatowska

Querida Santa Elena, sí, me atrevo a escribirte y me atrevo a llamarte Santa Elena porque para mí eres mi Santa Patrona y eres Santa de mi devoción.

¿Por qué?

Pues porque necesito encontrar un santo que en verdad me escuche y en verdad me conceda milagros.

Verás.

Siempre me ando preguntando cosas, que si por qué esto, que si por qué aquello, que si van a meter a la cárcel a este o a aquel.

Mira, por ejemplo, a veces amanezco y ya sabes, lo primero que hago es prender la radio porque no sé estar en mi cocina sin radio, no puedo preparar el desayuno y el lonche que se van a llevar mi marido y mis hijos si no estoy en la cocina escuchando noticias. Entonces, ahí me voy siempre enterando, a veces con lujo de detalles, de las aberrantes noticias de nuestro país que tú y yo, y las mujeres así, locas, apasionadas, intensas, transparentes, bien sinceras y sin pena alguna, amamos tanto a nuestro México lindo.

Y entonces, como amamos tanto a nuestro querido México, por eso nos duele, nos ofende y nos encabrona que cada día estemos peor, que cada día se roben más nuestro erario, que cada día haya más políticos desgraciadosmalditosperros que roban, asesinan, abusan, cometen un sinfín de barbaridades y todo queda impune y como si nada.

Y luego pareciera que los mexicanos padecen amnesia y olvidan rápido y todo perdonan, y vuelven a votar por estos zánganos y vividores.

Entonces, Elenísima, yo ya no sé qué hacer. Le rezo a San Juditas Tadeo, le rezo a mi Virgencita de Guadalupe, le rezo a mi Virgen hermosa, Madre María del Carmen, de allá, de Catemaco y porque así se llamaba mi mamá. No, Virgen no, se llamaba María del Carmen. Entonces, le rezo también a San Francisco de Asís, con todo y sus animalitos, y finalmente le rezo al Santo Niño de Atocha, para ver si cada uno, o entre todos, me ayudan a entender tanta pinche corrupción de mi país.

Y sigo así, esperando un milagro de ver libre a mi país, libre de tanta impunidad, de tanta injusticia, que si estudiantes asesinados, que si migrantes asesinados, que si mujeres asesinadas, que si niños quemados en una guardería, que si casinos incendiados, que si gobernadores corruptos y bandidos, porque ya son dos Duarte, Elena, ya son dos los Duartes, ¿y te soy sincera? Ya lo veía venir… Eso, que fueran dos Duarte dizque buscados por la dizque ley y por la dizque justicia mexicana…

¡Ah, claro! ¡Coincido contigo! Son muchos más gobernadores que han hecho eso y que sigue la impunidad y la mata dando. Ay, Elena, ¡y los que faltan mujer, espérate nomás tantito pues!

Entonces, te decía, que si ladrones por aquí, ladrones por allá, que si una ex Primera Dama viniendo a Monterrey a dar conferencias como si fuera no sé quién como un ejemplo de no sé qué o para qué o para quién.

¿Me entiendes, Elena? ¿Ya me entiendes cómo me la paso a veces? Estoy segura que igual que tú, haciéndote preguntas que si por qué esto, que si por qué el otro, pero no preguntas existenciales como “por qué no me quiso como yo lo quise” neeee, esas preguntas no son para ti ni para mí. Ah, entonces, te decía, tampoco son preguntas como ¿por qué los pingüinos son blancos con negro?,  como las fichas de dominó, como los tableros de ajedrez, como mira la gente extremista: o todo blanco o todo negro…. ¡No Elena, qué va! Personas como tú o como yo -o como todas las inquietas locas desquiciadas inconformes y enojadas con los políticos mexicanos tan asquerosamente corruptos, bandidos y mentirosos- no tenemos tiempo de estarnos haciendo esas preguntas, porque sabemos que el tiempo apremia y no vuelve jamás.

Entonces, Elena, te decía, mi Santa Patrona, ¿cómo contestar a tantas preguntas y tantos por qué? Ya sé, ya sé que me vas a decir: ¡Pues porque les da su chingada gana ser así! ¡Porque en este país alguien puede matar a 49 niños, aunque sea por accidente, por omisión, por irresponsabilidad, porque es homicidio imprudencial o como tú le quieras llamar, pero nada le van a hacer y no habrá justicia ni ley que se aplique para alguien que tiene familia o amigos en Los Pinos!

Ya sé, Elena, ya sé. Pero no te me enojes mi Señora. Mi Santa Patrona.

Sí, ya sé, cómo chingados no te vas a enojar, igual que yo, igual que tantos mexicanos que estamos hasta la madre de tanta porquería. Ya sé.

¿Entonces ya me entiendes?

Se me agotaron las veladoras, los rosarios, los rezos, hasta el bordado se me acabó de tanto rezar mientras bordaba a todos los santos que hay en mi casa. ¿Me quieres preguntar si le recé de puritita casualidad a Santo el enmascarado de plata? No, creo que ese fue el único santo al que no le recé.

Pero como te decía, prefiero rezarte a ti, sí, a ti, porque ¡ah, jijo!, ¡cuánta corrupción sin castigo!, pareciera que todos mis santos, todos juntitos, todos al mismo tiempo con una veladora, o hasta con una veladora para cada uno, ya no me funciona.

Por eso hoy te convierto a ti en mi Santa Elena, la patrona de todas mis penas, de todos mis asegunes, la única mujer viva convertida en Santa de mi devoción.

¡Ayúdame por favor, Santa Elena, a poder entender tanta miseria humana, tan despiadada, tan salvaje y cruel!

Ayúdame Elenísima de todos mis santos y lamentos, a comprender por qué tengo que aceptarlo todo y resignarme a seguir viendo tanta desfachatez de los hombres y mujeres en el poder, que pudiendo resolverlo todo, mejorarlo todo, arreglarlo todo, nos llevan cada día más al abismo.

Sí, ya sé que me vas a decir, también los mexicanos que ven todo desde la ventana y no hacen o hacemos nada…

Ya me voy Santa Elena, Madre Patrona de todas mis penas, entre que te admiro y que te quiero, te he convertido en Santa de todos mis lamentos; perdóname chaparrita, ya no hallo ningún otro santo a cual rezarle. Perdóname y no te me enojes; me urgía platicar contigo y decirte cuánto te admiro y te respeto y cuánta fe te tengo porque tú sí eres Santa de mi devoción.

Vas a ver que no ando tan perdida. Cuando mueras –que ojalá falte mucho, carajo- va a haber mucha gente que pida que te hagan Santa. Porque te tenemos fe y confianza, y porque representas algo así como todo lo bueno que necesita este país. Ojalá hubiera muchas como tú, de hecho sí las hay, pero no tanto, ni tantito cerca.

Ya me voy Elenita, Mártir de todas mis penas y haberes, voy a hacer de comer, ¿tú gustas?

Y perdóname que te rece, ahorita voy a poner tu fotografía -esa en blanco y negro, cuando eras jovencita, una muy bonita donde te miras rechula y remona, que te tomaron como por 1958, esa me gusta mucho, bueno todas, pero esa me gusta más- en un marquito de madera que tengo por ahí entre mis libros, y te pondré al lado de mis otros santos, a ver si contigo haciéndoles compañía todos y todas se me animan un poquito y jalan parejo para remediar todos mis males y lamentos continuos.

No, ni creas que te voy a hacer responsable si no me sucede el milagro de ver a mi México lindo como quisiera verlo, como merece verse, ser y estar.
No, Santa Patrona mía, nunca te reclamaré si nada cambia y todo sigue igual, jamás será tu responsabilidad, jamás mi niña de ojos lindos, de sonrisa de niña, de hablar tan suave, de trato tan amable y dulce, jamás te reclamaré nada.

¡Pero por lo pronto te pido que me auxilies Santa Elena mía! ¡Escucha por favor mis ruegos y mis oraciones!

¡Dime tú, Santa Elena Poniatowska mía!

¡Cómo chingados se le hace, cuando uno ya no puede más!

Gloria Espíritu Santo.

Amén.