Quemar a Santa Claus
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Quemar a Santa Claus
“Bajo los cargos de herejía y usurpación de la Navidad, el 24 de diciembre de 1951, frente a la Catedral de Dijon en Francia, quemaron un muñeco de barba blanca y atuendo escarlata delante de los niños de la comunidad”.
Santa Claus es la primera mentira que los padres sostienen ante sus hijos, les hacen creer a los niños que hay un ser bondadoso que, según se porten, los premia o castiga con más o menos regalos.
Según Lévi Strauss, Santa tiene una función práctica: ayuda a los mayores a mantener a los menores en el orden y la obediencia; también sirve como un rito de iniciación para salir de la niñez.
El segundo mito en el que la sociedad educa al ciudadano, también para mantener el orden y la obediencia, es la existencia de un gobierno bondadoso, al cual tienen derecho a pedirle regalos o dádivas y al mismo tiempo los cuida cuando castiga a los malos.
El segundo rito de iniciación a la madurez consiste en despertar a la realidad y dejar de ver al Gobierno como un papá que resuelve todo.
El ciudadano maduro, adulto, aprende a ser autosuficiente, a exigir resultados a su papá Gobierno, al quien empieza a ver más como un ser humano que se equivoca, y no como un dios omnipotente, sin embargo, muchas veces se prefiere vivir en la comodidad cegadora de una mentira: sostener que el Gobierno va a dar todo lo que se le pida, que va a cumplir todo lo que promete, y la mentira se renueva periódicamente, como un Santa Claus que regresa cada año, así regresa un nuevo político que se convierte en el gobernante que ofrecerá los nuevos regalos.
Para Strauss, esa insistencia en mantener el mito de Papa Noel se debe a que “en el fondo de nosotros todavía late el deseo de creer, aunque sea un poco en una generosidad sin control, en una gentileza sin segundas intenciones, en un breve intervalo durante el cual quedan suspendidos todo temor, ¿toda envidia y toda amargura?”.
Sucede lo mismo al insistir en sostener la ilusión en un gobierno generoso y mesiánico que nos resolverá la vida. Así el ciudadano permanece como el niño que finge que sigue creyendo en Santa para que le sigan trayendo regalos fuera del alcance familiar. Pasado ese intervalo de la campaña-navidad-nuevo gobierno, viene la realidad, el desencanto se apodera del ciudadano. Llegan los nuevos Herodes, la cruda que sigue a la fiesta, en la que se tienen que pagar las facturas de los regalos.
Quemar al Santa es un símbolo de madurez, de aceptación de la realidad, de pasar a la edad adulta como ciudadano responsable que produce de forma autosuficiente, que exige y aporta.