¡Que vivan los maestros!

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¡Que vivan los maestros!

ESMIRNA BARRERA
Son verdaderos constructores de ciudadanía pues trabajan con la más fina masa humana: los niños y adolescentes

El tema del rol del maestro no es recurrente en las conversaciones cotidianas. Últimamente se les asocia a paros y huelgas, pero ellos son trascendentes en la memoria colectiva, aunque pasan inadvertidos cuando son verdaderos constructores de ciudadanía pues trabajan con la más fina masa humana: los niños y adolescentes.

En México los maestros están mal remunerados. No tienen incentivos para desarrollar una carrera y están secuestrados por sus líderes sindicales que muchas veces se enriquecen a sus costillas. Nada más lejano a un buen ejemplo de maestro que el caso de Elba Esther Gordillo, quien sigue sobreviviendo con el oxígeno de su poder a pesar de los vaivenes sexenales y está detrás de un partido político que hizo a su medida. Los verdaderos maestros son otros, aquellos hacen de su profesión una plataforma digna de vida, por eso existe en muchas comunidades veneración hacia ellos.

¿Cómo solucionaban los temas económicos los profesores de las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta? ¿Cómo lograban verse tranquilos y a la par trabajar con tanta entrega enfrentando sus propios problemas de naturaleza familiar? Aunque con un sueldo modesto lograban tener una sencilla casa propia, trabajando en dos empleos que distribuían durante su día. Y luego de las faenas laborales llegar a casa y calificar exámenes, preparar sus clases y convivir un poco con su familia.

Actualmente los maestros parecen estar en la indefensión, pues luego de su tiempo útil en el magisterio reciben ridículas pensiones. ¿Cómo hacer para que no decaiga su autoestima? ¿Cómo premiar su productividad y alcances académicos? Hay que reconocerlos de manera cotidiana y no un día al año, aunque que nos los recuerde especialmente.

¿Qué es lo que tienen que sentir y pensar aquellos que deciden ser profesores? ¿Qué compromiso de vida es el que adquieren cuando deciden encaminarse a una profesión tan abrumadora, tan demandante y tan mal remunerada? Su decisión tiene que ver con una vocación, tiene que ver con el deseo auténtico de formar buenos ciudadanos, de ser guías para quienes necesitan claridad. Ellos son realmente heroicos.

Pero no todos alcanzan la titulación en el magisterio. Una de las hermanas de quien apoya las labores domésticas de mi familia tenía excelentes calificaciones como alumna, había llegado a Monterrey desde Tamazunchale, San Luis Potosí, para ser maestra; y hubiera sido una maravillosa maestra bilingüe porque además del castellano habla su lengua indígena; pero no pudo continuar con sus estudios y regresó a su tierra desaprovechándose sus talentos, derribándose sus sueños en un santiamén: ¿dónde está la justicia educativa?

Qué es lo que tienen que sentir y pensar aquellos que deciden ser profesores, qué compromiso es el que tienen cuando deciden encaminarse a una profesión tan abrumadora, tan demandante y tan mal remunerada. Su decisión tiene que ver con una vocación, tiene que ver con el deseo auténtico de formar buenos ciudadanos desde las primeras letras, de mostrar el camino de la educación a quienes la necesitan.

Siempre bien presentados, los maestros de las zonas urbanas y más aún los que imparten clases frente a grupo en las zonas rurales, deben acrecerse ante los problemas que se les presentan. También son promotores de desarrollo: enfermeros, psicólogos, reparadores de aulas, confesores y líderes de opinión. Ahora en tiempos de pandemia han tenido que reforzar sus capacidades y a pesar de sindicalismos incomprensibles y de magros salarios emprenden su misión bienhechora día con día. ¡Benditos sean!

¡Que vivan los maestros que hemos tenido y los que hoy en día se esfuerzan por desarrollar un papel de excelencia! Cuando tengamos un mentor cerca, demostrémosle afecto.