¿Qué tanto están esperando las calificadoras?

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¿Qué tanto están esperando las calificadoras?

 Es la pregunta que más de uno seguramente se está haciendo. Conforme pasan las semanas ya es costumbre enterarnos que las expectativas de crecimiento para este año sobre la economía mexicana se reducen cada vez más, mientras que las del año próximo corren la misma suerte.

Y mientras si de debate si el crecimiento del PIB se sitúa en recesión o estancamiento, la inversión privada acusa caídas de terror, mientras que el consumo privado -el mismo que se había desempaño varios meses atrás como uno de los motores del crecimiento-, ya es un hecho que empieza apagarse. Así lo confirmó el INEGI la semana pasada al divulgar las cifras de la inversión fija bruta, así como del indicador mensual del consumo privado en el mercado interior.

A estas evidentes señalas de desaceleración, estancamiento o recesión, como usted le quiera llamar, para no entrar en estériles debates, se le suman otras que dan cuenta de una atonía en la actividad productiva.

Una de ellas la proporciona mes tras mes la misma Secretaría de Hacienda, en sus Informes sobre  Finanzas Públicas y la Deuda Pública, dando cuenta de la caída en los ingresos presupuestales, lo cual se ha convertido en la regla más que en la excepción.

El mismo día en que hace un par de semanas el INEGI comunicaba la cifra revisada del PIB para el tercer trimestre, se divulgó otra cifra igual de trascendente que pasó algo desapercibida por la mayoría de los medios, pues fue opacada por la cifra del PIB y las revisiones de los trimestres previos.

Resultó que el Banco de México, al publicar las cifras de la Balanza de Pagos correspondientes al tercer trimestre, informó que se obtuvo por segundo trimestre consecutivo un superávit en la cuenta corriente. Esta aparente buena noticia se ve ensombrecida, cuando en los detalles nos percatamos de una debilidad crónica en las importaciones. Otro síntoma inequívoco del estancamiento económico.

La suma de todo esto, dará como resultado que ya sea en el corto o mediano plazo la trayectoria del cociente deuda-PIB experimente un alza, a consecuencia de un menor tamaño de la economía. Lo anterior a pesar de los ímprobos esfuerzos de la actual administración por preservar la disciplina fiscal.

Desde luego que las agencias calificadoras ya tienen incorporado en sus análisis este panorama que hemos descrito, no obstante la pregunta persiste, ¿que están esperando las calificadoras para degradar la nota soberana? PEMEX puede ser la respuesta.

Un eventual recorte a la calificación de la empresa productiva del estado, sería la excusa perfecta para hacer lo propio con la calificación del país.

*Economista y Catedrático de la Universidad La Salle Saltillo