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¿Qué sigue, nada será igual tras la pandemia del COVID-19 que azota al mundo?
Es pronto para saber con alto grado de certeza qué impactos permanentes tendrá la actual pandemia del COVID-19, sin embargo, es una realidad que ni la economía, ni la política, ni la vida serán igual.
Cada gran crisis mundial ha traído cambios profundos, así: Las dos guerras mundiales interrumpieron el proceso de globalización previo y significaron el surgimiento de nuevas naciones, el ascenso de los gobiernos nacionales como actores proactivos del desarrollo y un crecimiento muy significativo de la importancia del gasto público en la economía; la Gran Depresión llevó al surgimiento del estado de bienestar; la crisis del petróleo y el abandono de la paridad fija dólar-oro en los 70´s, trajeron años de inestabilidad financiera, cambiaria y de precios, el consenso de Washington y el predomino de políticas neoliberales; la gran crisis de 2008 ha traído como consecuencia el derrumbe de la confianza ciega en el mercado del modelo neoliberal y de la globalización.
La actual crisis sanitaria y sus correlatos: Económica, una gran recesión que afectará a todos los países y que está dislocando las cadenas globales de suministro; social, caracterizada por el aislamiento, la sana distancia, el miedo, la impotencia y frustraciones; las anteriores crisis, sin duda, tendrán efectos duraderos. Nada será igual, o al menos muchas cosas serán diferentes.
No hay certeza sobre la magnitud de estas crisis ni de cuánto durará la pandemia y el aislamiento, o sobre qué tan profunda será la caída económica o cuánto tomará volver a niveles de actividad económica similares a los que había previo a la crisis. Las estimaciones de los expertos varían, pero todos apuntan a que pasarán varios meses antes de que sea seguro salir a la calle; a crecimientos de las economías que van desde cerca de 0 o ligeramente negativos para la economía china, a -3% para EUA, -5% para Europa y -6%, o aun más negativo, para México. En cuanto a la recuperación económica, estiman que China será el primero en recuperar el nivel previo a la crisis, seguido, un trimestre después por EU, y luego Europa. Para México estiman que su recuperación podría ser a inicios de 2021.
¿Qué cambiará de manera permanente?
Difícil preverlo. No obstante, es evidente que deberá haber cambios de fondo en diversas áreas donde se ha evidenciado su vulnerabilidad, salud y seguridad, entre otros. Me referiré a un cambio que es inevitable si hemos de conservar la unidad de la República: Su organización, ¿qué tanta centralización? ¿Qué tanta descentralización?
La centralización de la vida nacional en distintos grados ha estado presente a lo largo de nuestra vida independiente. En los 80´s uno de los lemas de campaña del entonces candidato del PRI a la Presidencia de la República, el Lic. Miguel de la Madrid, fue ese: La descentralización de la vida nacional. Y para ello hubo una serie de diversas de cambios legales para dotar de contenido a la autonomía municipal, descentralizar la educación, y, a raíz del sismo de 1985, se impulsó el descentralizar dependencias, entre otras el INEGI a Aguascalientes, tarea que me correspondió dirigir como presidente de dicha institución. Este proceso continuó en los siguientes sexenios: Con el presidente Salinas de Gortari se transfirieron a los Estados la administración de los servicios de educación básica, hasta entonces a cargo de la federación, y los recursos para ello; con el presidente Zedillo se transfirieron otros servicios educativos, así como los servicios de salud a cargo de la federación.
En el sexenio de Peña Nieto se inició la reversión de este proceso de mayor participación estatal y municipal en las tareas de gobierno, esto mediante un proceso de modificaciones legales para volver a centralizar responsabilidades que habían sido trasladadas a nivel local y para sujetar más a los gobiernos locales al control federal. Reversión que fue la respuesta federal a fallas en la actuación de gobiernos locales, como la relativa al manejo de la deuda estatal –varios gobernadores sobre endeudaron a sus entidades–, o como la relativa a la seguridad pública, donde, con honrosas excepciones, se deterioraron las instituciones locales de seguridad pública, procuración y administración de justicia locales. Esta recentralización también se ha dado en el ámbito electoral con la transformación del IFE en INE y los cambios asociados a dicha reforma.
Este proceso de recentralización se ha acelerado en el sexenio actual en temas como la educación, la salud, el ejercicio y distribución de los recursos del presupuesto federal. En este sexenio, este proceso de recentralización se agrava por el sometimiento del poder legislativo, más lamentable en la cámara de diputados, donde una mayoría legislativa sobre representada, que puede modificar la Constitución o cualquier ley, por sí y ante sí, sin requerir del voto de las demás fuerzas allí representadas. Esta sobrerrepresentación le ha permitido al ejecutivo federal ir debilitando diversos órganos constitucionalmente autónomos, como CNDH, CRE, y otros, al grado que el poder público, centralizado en una persona, se está ejerciendo sin contrapeso alguno, o muy disminuido.
La centralización de la vida nacional, disfuncional desde los 80´s para atender las necesidades de una sociedad cada vez más educada, más plural, más participativa, se ha tornado ahora en un enorme lastre. Cada vez más los gobiernos nacionales son muy grandes para enfrentar los problemas locales y muy pequeños para enfrentar los retos globales: Cambio climático, migración, inestabilidad financiera, crimen organizado, entre otros.
La descentralización de la vida nacional ya es un imperativo ineludible. La salida de las crisis de salud, económica y social requiere de múltiples acciones, para lo cual, ante la renuncia del Presidente y su gobierno a unir a México y tomar el liderazgo para enfrentar estos retos, el sector empresarial, a través de sus organizaciones, ha puesto en marcha un gran abanico de iniciativas, que buscan proteger la salud, los empleos y la salud del aparato productivo, y están convocando a una gran alianza de todos los actores que inciden en el desarrollo del país para construir un programa nacional, para que todos salgamos mejor de esta tremenda situación. Las acciones que se están planteando ante la emergencia, estoy cierto, tendrán éxito y saldremos de las crisis, no sin grandes sacrificios.
Sin embargo, la salida de las crisis debe ser la oportunidad para construir bases más sólidas para superar nuestros grandes retos: Desigualdades económicas y sociales, y pobreza. Ello exige buscar nuevas soluciones, darnos a la tarea de construir “instituciones económicas y políticas más redistributivas: De los ricos hacia los pobres, y con mayor preocupación por los marginados sociales y los ancianos”. (Miguel Ángel García V, El País, oct. 12, 2020, citando al Premio Nobel de Economía 2013, Robert Schiller)
Este esfuerzo debe guiarse con dos premisas: Una, la urgente necesidad de descentralizar la vida nacional en su sentido más amplio, ya que en la solución de nuestros problemas debemos involucrarnos todos, no podemos ser país de una sola voz, ni estar enfrentados chairos y fifís, México nos requiere a todos; dos, apoyarnos en el enorme sentido de solidaridad que la crisis ha hecho florecer en la gran mayoría.
Construyamos sobre estas bases y con plena conciencia de nuestras vulnerabilidades. Apunto algunas de estas tareas:
1) Construir un nuevo equilibrio entre poderes de gobierno, sano, funcional. Nunca más debe poder una sola persona o partido por sí y ante sí modificar la Constitución. Es necesario también fortalecer los órganos constitucionalmente autónomos. De la mayor importancia en este nuevo balance será sentar bases para fortalecer la autonomía del Poder Judicial. Este esfuerzo de rediseño institucional de la esfera pública debe incluir a los tres órdenes de gobierno. Estas reformas deben ir acompañadas de mejores mecanismos para asegurar la mayor transparencia en las decisiones públicas y rendición de cuentas real y oportuna. Quien participe en política debe jugarse la piel y asumir plena responsabilidad de sus acciones y decisiones.
2) No basta un mejor equilibrio entre poderes públicos en los tres órdenes de gobierno, es necesario crear un nuevo balance entre gobierno y ciudadanos. Urge dotar a los ciudadanos de más poder para vigilar la actuación de los gobiernos, no sólo para fiscalizar, demandar información, revocación de mandato, consultas populares legales, entre otras figuras, sino también para que el ciudadano pueda obligar al gobierno a resolver o a atender problemas o demandas ciudadanas. No hay peor forma de impunidad que el hecho de que una autoridad no decida sobre una demanda ciudadana, o decida no perseguir un delito grave.
3) Construir las nuevas instituciones, redistributivas y descentralizadoras, para hacer posible una economía incluyente, fuerte, exige un Estado fuerte, en sus tres órdenes de gobierno, fuerte en el sentido de disponer de recursos suficientes para proveer los bienes y servicios públicos que se requieren para ese crecimiento económico dinámico, que brinde a todos oportunidades de empleo e ingreso para acceder a una vida digna.
El primer paso para esa tarea es construir un nuevo pacto fiscal entre gobierno federal, los estatales y los municipales. Este nuevo pacto debe precisar con claridad las responsabilidades que competen a cada orden de gobierno, y definido esto, debe asignar a cada orden de gobierno los recursos necesarios para cumplir con dichas responsabilidades. Requerimos construir un nuevo sistema hacendario, que incluya, además de lo anterior, las bases para lograr mayor transparencia y participación social en la planeación y formulación de los presupuestos, en su ejercicio, en su fiscalización, así como los mecanismos para evaluar de manera constante la salud del nuevo sistema hacendario y eliminar la discrecionalidad para ejercer gastos, que aun existe en los tres órdenes de gobierno. Nunca más obras que no resistan un análisis riguroso de su beneficio social.
Sobre este tema escribiré en la siguiente entrega.
México merece mejor destino, impulsemos las transformaciones necesarias. Que el sufrimiento que han traído y seguirán ocasionado las crisis, se transforme en un futuro de mayor bienestar y felicidad para todos.
*Ex Gobernador de Coahuila