Frank Capra fue un director cinematográfico durante la época de oro de Hollywood hace varias décadas. Se le conoce por haber dirigido filmes edificantes —historias de humildes héroes de pequeñas comunidades, quienes actuaban con honradez, escogiendo el bien sobre el mal.

Frank Capra nació en Sicilia, y su familia inmigró a América cuando él era un niño. Tras un terrible viaje de 13 días a través del Atlántico, al aproximarse al puerto de Nueva York, el padre de Frank lo llevó a la cubierta y, señalando la Estatua de la Libertad, le dijo: “A excepción de la estrella de Belén, esa es la mejor luz de todas. Esa es la luz de la libertad. Recuérdalo siempre; libertad”. A lo largo de su carrera cinematográfica, Frank Capra demostró que por cierto nunca lo había olvidado.

Al recibir un alto reconocimiento del Instituto de Cinematografía de los Estados Unidos, Capra reveló la fórmula de su estilo. “El arte de Frank Capra es muy sencillo”, dijo, “se basa en el amor por la gente. Si a ese amor añadimos dos sencillos ideales — la libertad individual y el valor de cada persona — tenemos el principio en el cual están basadas todas mis realizaciones artísticas”.

Quizá esa sea la razón por la cual los filmes de Capra fueron tan bien acogidos por los públicos de todas partes. Él basa su arte en los mismos ideales que forman el cimiento de su patria adoptiva: amor, libertad y dignidad, todo lo cual hace de este país una luz para el mundo. Son los principios hallados en el sueño de Martin Luther King de “un día vivir en una nación donde la gente no será juzgada por el color de la piel sino por el contenido de su carácter”.

Por cierto que este país tiene su cuota de fallas y problemas, pero las naciones pueden superar sus fallas si continúan atesorando el derecho de los ciudadanos responsables de gozar libertad, trabajar arduamente, cristalizar sus sueños y ser tratados con respeto.

En realidad, es sencillo, la luz de la libertad brilla más refulgentemente cuando amamos a los demás y buscamos maneras de ayudar. El amor a la libertad florece cuando respetamos a todos, aun a aquellos que piensan, actúan, creen, y se ven diferentes a nosotros. Eso es lo que nutre la luz y el amor por la libertad.