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¿Qué se espera de Trump como presidente?
Impetuoso, rápido y radical: Donald Trump quiere convertirse como presidente número 45 de los Estados Unidos en el mejor gestor de todos los tiempos. Sin embargo, comienza su presidencia algo golpeado: el traspaso de poder viene más complicado de lo esperado y muchos estadounidenses están cansados de sus continuos mensajes en Twitter.
Por otra parte, no se aclararon las dudas acerca de los conflictos de intereses entre sus empresas y su función como presidente. Sigue salpicado por las versiones de que Rusia cuenta con supuestas informaciones con las que extorsionarlo. Sus índices de aprobación están muy lejos de los de sus últimos antecesores. Así y todo, en el magnate inmobiliario de 70 años descansan las esperanzas de sus millones de votantes.
Trump anunció cambios profundos y fundamentales, contra los que habrá protestas y seguramente surjan nuevos movimientos. Muchas cosas cambiarán a partir del próximo viernes con Trump. Contenidos, cultura política, estilo, comunicación, quizá incluso partes del sistema.
Para los primeros 14 días está previsto un ceremonial diario de firmas, posiblemente en forma de decretos presidenciales. Dentro de dos semanas, Trump también quiere nombrar al candidato para el puesto vacante en la Corte Suprema en reemplazo de Antonin Scalias.
Entre sus propósitos están terminar con la reforma de salud conocida como Obamacare, inyectar miles de millones de dólares en la infraestructura del país, implementar una gran reforma impositiva y renovar el sector energético. Además quiere construir un muro en la frontera con México y hacer que el país vecino pague por él.
En cuanto a regulación y desregulación, quiere endurecer las leyes migratorias, flexibilizar el mercado laboral, dar marcha atrás a algunas leyes medioambientales y regular de forma distinta las telecomunicaciones e Internet. Trump recibe de su antecesor, Barack Obama, muy buenas cifras de empleo.
En política exterior, Trump busca redefinir la relación con Asia, sobre todo con China. En Cercano Oriente quiere hacer todo distinto y acabar rápidez con el terrorismo internacional, ser más duro con Irán y cambiar el modelo comercial con Sudamérica. Por su parte, Europa también se prepara para tiempos más duros, sobre todo tras las críticas de Trump a la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Trump quiere hacer todo distinto y cuanto antes. Pero se enfrenta al menos a tres problemas previsibles. En primer lugar, su "tren rápido" de reformas cuenta con maquinistas bastante inexperimentados en comparación con los de los cinco últimos gobiernos. Todos ellos contaban con más experiencia en cuestiones de gobierno y asuntos militares. Trump, al igual que muchos de los miembros de su gabinete, nunca ocupó un puesto político.
El segundo problema: Estados Unidos es una democracia que no podrá gobernar desde el piso 26 de su torre en Manhattan. Los procesos de aprobación de leyes llevarán mucho más tiempo del que le gusta perder al "dealmaker" o hacedor de acuerdos. En tercer lugar, Trump jamás tuvo un jefe. Pero debe saber que nadie logra manejar políticamente el país sin el Congreso. Trump podría seguir el ejemplo de Obama y decidir muchas cosas por decreto. Pero las cuestiones más importantes requieren del Senado y la Cámara de Representantes.
En dos años habrá "midterm elections", elecciones de medio tiempo, en el Congreso. Los electores recordarán al presidente que un gobierno federal no puede hacer mucho sin el apoyo de los estados. La mecánica de la política estadounidense se asegura que el margen para que un nuevo presidente pueda tomar decisiones sin pasar por el Congreso sea estrecho, aunque Trump al menos contará con mayoría republicana en las dos cámaras y en la mayoría de los estados.
Hay grandes temores a una autocracia en la era Trump en la que los medios críticos y los derechos civiles sean reprimidos, a que se constituya un Estados Unidos diferente, sin escrúpulos, en el que el racismo vaya en aumento y se pierdan muchas de las conquistas de las dos presidencias de Obama.
Sin embargo, ese es justamente uno de los motivos por el que muchas personas votaron a Trump. Por otra parte, muchos miembros importantes de su futuro gabinete han asumido otras posiciones que las que defiende su propio jefe. Muchos de sus futuros ministros han rechazado, por ejemplo, las torturas, criticado a Rusia y valorado alianzas internacionales.
En este aspecto, será decisivo quién obedecerá a quién. Y esto vale también para la relación con Rusia. Si bien la postura de Trump ante el presidente ruso Vladimir Putin ha sido comparada con un coqueteo, probablemente el Congreso y el gabinete tengan otra relación con Rusia. Posiblemente Rex Tillerson (Departamento de Estado) y James Mattis (Departamento de Defensa) sean voces de cordura en el Gobierno, mientras que Trump alentará temores sobre una alteración del orden mundial con sus mensajes nocturnos en Twitter.
El mismo Trump se presenta como una persona que está más allá del gris cotidiano y se muestra poco interesado en los detalles. El mundo político de Trump es un entramado de familiares, asesores y seguidores que ya es difícil de desentrañar hoy en día, al igual que su imperio empresarial.
Sin embargo, la Casa Blanca no es un molde preestablecido: cada presidente suele armar su estructura como desea. Quién apretará qué botones en la maquinaria política del ex empresario aún está poco claro. ¿Y qué papel desempeñará el vicepresidente Mike Pence?
El portal "Politico" cree que hay que relajarse más con Trump y que los que se preocupan por sus exabruptos o su carácter juegan su juego. Incluso considera que periodísticamente habría que empezar a tratarlo más como a un presidente normal y medirlo por sus actos. "Deberíamos respirar profundo todos", aconseja.