Qué hacer con los propósitos efímeros

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Qué hacer con los propósitos efímeros

Me sorprende que, según una encuesta, la cuarta parte de los saltillenses entrevistados considere que su persona está completa y construida, que no necesita cambiar nada.

No sé a qué se deba, podemos plantear varias hipótesis: A) Piensan que ya alcanzaron la perfección y la Iglesia debería canonizarlos. B) Se sienten cómodos así y prefieren no hacer ningún esfuerzo por cambiar. C) Su capacidad de autoanálisis esta atrofiada D) Son sus propios jueces y, como tales, son muy blandos consigo mismos y por tanto se califican con puro 10.

La hipótesis que me resulta más probable es la “B”. El enemigo del cambio es la comodidad.

Es difícil que las personas cambiemos; somos criaturas de hábitos. De acuerdo con John Kotter, especialista en cambio, aferrarse al estado actual de las cosas nos mata.

El diccionario define la complacencia como un sentimiento de satisfacción propia, especialmente unido a la falta de conciencia de un peligro o problema. Kotter dice que lo que nos hace falta en la sociedad es un sentido real de urgencia, una actitud intencional que conduzca a las personas a ver el cambio como una oportunidad para aprovechar y al mismo tiempo evitar los problemas que se presentaran.

De acuerdo con Kotter y otros autores, combatir la complacencia o la comodidad es clave para sobrevivir, y esto es complicado.

El primer paso para cambiar es crear un sentido de urgencia. Kotter define la verdadera urgencia como “la paciencia urgente”, una actitud de trabajar cada día con un propósito y metas importantes, en contraste con la falsa urgencia que es el trabajo frenético sin resultados o avances en metas importantes.

Kotter llega al extremo de recomendar que se provoquen crisis controladas para incitar al cambio; sugiere que poder cambiar, hay que hacer alianzas con otras personas: es difícil fallar a una rutina de ejercicio si te comprometes a ir con alguna amistad.

Tener una visión clara de hacia dónde queremos llegar, en cada una de las áreas de nuestra vida: espiritual, física, emocional, mental y social. Planear y crear triunfos de corto plazo o inmediatos.

Bosco Abascal recomienda “Colocar letreros alusivos a mis metas en sitios estratégicos, como el refrigerador, el vestidor, los baños y otros lugares a escoger, con el fin de ambientar y recordar constantemente mis metas”.

VANGUARDIA publicó que “Los saltillenses esperan con mucho optimismo 2016, y esperan que mejore su calidad de vida.

Para recibir el año y despedir 2015 la mayoría prepara sus mejores propósitos; el que más comentaron fue el ahorro, en seguida de hacer ejercicio y continuar con los estudios”.
Esos propósitos son recurrentes, año tras año en muchas personas y no solo en los saltillenses. El asunto es que pocos lo logran y en este espacio vimos algunas causas del por qué no se cumplen.

En una encuesta realizada por VANGUARDIA, la mayoría coincide en que 2015 fue mejor año que el que antecedió. El 44 por ciento afirma que sí realiza el ritual de las 12 uvas.
Creo que esa práctica es bonita, aunque pudiera ser mejor si en lugar de deseos se expresaran propósitos, metas y objetivos, y éstos se plasmaran por escrito, detallando cómo se piensa lograrlos.

El 24 por ciento viste ropa interior roja o amarilla: considero que esta práctica no ayuda con los propósitos, solo produce un resultado: vernos como el Chapulín Colorado, más aun si se combinan los dos colores.

A la pregunta de si cambiarían algo de su persona, ¿Qué sería?, el 25 por ciento dijo que nada. Este dato me parece sorprendente por una parte, aunque no tanto. Parece existir una tendencia casi universal en las personas a desentenderse de las malas noticias en cualquier ámbito.

Si como sociedad nos conformamos con el estado actual de las cosas, si como personas creemos que todo está bien, que nada se puede mejorar, nos depara un destino poco halagador, en el mejor de los casos. 

jesus50@hotmail.com