¿Qué está pasando en Nuevo León?
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¿Qué está pasando en Nuevo León?
Los que vivimos en la zona urbana de Monterrey sentimos el latido de esta siempre creciente ciudad, día a día y ¿cómo vemos esta ciudad los profesionistas, amas de casa, jubilados, ancianos, niños, jóvenes, madres solteras, ninis, vándalos, pandilleros, maestros y familias en general?
En lo social.
Hay un perfil único que no falla: la desigualdad social y la falta de oportunidades para cientos de profesionistas que egresan cada cuatro meses de las universidades privadas y cada seis meses de la carísima universidad pública de Nuevo León.
En lo laboral.
La falta de trabajos y/o empleos mal pagados, donde te contratan pero con la condición de no otorgarte las prestaciones que debieran ser por ley, porque hoy tenemos una ley que ya no obliga a los patrones a dar estos beneficios, como aguinaldo, vacaciones, seguro social, bonos de despensa, prima vacacional, antigüedad, etc.
Hoy, muchas empresas en NL y sé que en el país, te ofrecen contrato por horas, con lo cual no hay una prestación de aguinaldo y algunas empresas, las que llegan a pagar bien, te obligan a firmar un contrato escrito donde el sueldo está, en algunas ocasiones, por debajo del que percibirás y, lo peor, firmas tu renuncia al mismo tiempo que estás firmando tu contrato, donde aseguras que no demandarás a la empresa en caso de que renuncies.
En lo económico.
La economía en el área urbana obliga a un 60% de la población a vivir al día. Los alimentos de la canasta básica, los servicios públicos y básicos, así como las colegiaturas de las universidades privadas y la pública, ahogan a las familias nuevoleonesas.
No se diga el transporte urbano, que en Nuevo León es el más caro del país. Hasta 15 pesos el pasaje y si una familia tiene 3 hijos que utilizan el transporte urbano, son casi 100 pesos diarios de puro transporte. Eso sin considerar que los chamacos quieran tomarse un refresco o unas papitas en la calle si les gana el hambre.
¿Lo grave de esto? Que hay familias que ganan desde 800 hasta 1 mil 200 pesos a la semana.
Hoy ambos padres tienen que trabajar y si sólo trabaja el padre, el dinero alcanza para mal comer, mal vestir y mal salir adelante. Muchos de estos empleos, donde sí pagan 1 mil 500 aproximadamente a la semana, sí tienen las prestaciones que uno busca, el seguro social y el aguinaldo, pero difícilmente los profesionistas egresados alcanzarán a percibir más de 2 mil pesos semanales. Difícilmente.
En lo educativo.
Pululan las universidades patito, desconocidas, improvisadas, y los negocios familiares donde lejos de pretender educar al alumnado, sólo les interesa el negocio y obtener ganancias.
En lo educativo se le da a los alumnos –incluyendo los vagos, mal portados, contestones, rijosos, rebeldes, groseros, impuntuales, faltistas- la oportunidad de redactar, en una hoja, la opinión que tienen del maestro. ¡Imagínese usted! Al alumno que usted saca del salón por rebelde, contestón y mal portado, y aquel que nunca llega a tiempo, que no le deja entrar, que azota la puerta, que habla pestes de usted en la dirección, también le dan un papelito para que opine del maestro puntual, honorable, dedicado, con vocación y que jamás falta a clases.
¿Qué sucede con estos buenos maestros y con estos malos alumnos?
Los alumnos se quedan en la escuela (¡están pagando!, bueno, pagan los papás, que desconocen el comportamiento de sus hijos) y estos buenos maestros se dan por vencidos y renuncian y reinician su búsqueda de una oportunidad laboral, sabiendo que, en todas las universidades del área metropolitana de Monterrey, se encontrará con el mismo panorama.
Muchos padres ya no educan, ni enseñan, ni castigan, ni se hacen responsables de formar buenas personas, esperan que las universidades hagan todo y que los buenos maestros con tanta vocación, hagan el trabajo que los padres deberían hacer.
¿Qué sucederá con esta generación de alumnos mal portados?
Serán profesionistas –si es que alguno termina una carrera- que no encontrarán trabajo y si lo encuentran se van a enfrentar –ahora sí- con una realidad laboral donde estarán regidos por un horario, una disciplina, por resultados, donde se les exigirá poner en práctica todo lo aprendido en el salón de clases.
No me imagino a alguno de estos alumnos 1, llegar a la hora que les dé la gana a trabajar. Y 2, decirle al jefe: “No me gusta cómo me da la asesoría, usted debe adecuarse a lo que yo quiera”.
¿Se imagina a usted mismo hablándole así a su mamá o a su papá, o a su jefe?
Desde luego que no son –gracias a Dios- el 100 por ciento de los alumnos así. Siempre tenemos a 1 ó 2 por los que vale la pena ir a dar clases. ¿Los demás? Puede usted imaginar cómo terminarán, dónde y haciendo qué.
Estos alumnos que sí están estudiando por el enorme esfuerzo que están haciendo sus padres, es una generación prepotente y sin valores que terminarán caminando hacia atrás, en un estado que demanda profesionistas preparados, disciplinados, innovadores y con resultados.
Pobres, de alma, de espíritu y de consciencia; son jóvenes que serán adultos que cuando quieran enmendar el rumbo de sus vidas, ya tendrán a una familia que mantener. Y habrán desaprovechado, con niñerías y altanerías, la oportunidad de oro de tener un título en la mano.
En lo social-económico-laboral.
Nuevo León es cuna de migrantes. Desde principios de siglo, a Nuevo León llegaron migrantes de San Luis Potosí, Zacatecas, Coahuila y Jalisco. Desde los 70’ la migración se incrementó proveniente de Veracruz, Distrito Federal, Tamaulipas, Oaxaca y los estados mencionados.
Hoy en los municipios aledaños a la zona metropolitana de la urbe, tenemos veracruzanos y oaxaqueños como nunca antes, y con ellos llegaron sus costumbres y tradiciones y hoy podemos comprar tamales jarochos casi donde sea, por ejemplo (y qué bueno porque me encantan), y la Secretaría de Desarrollo Social del estado, tiene desde hace 3 sexenios especial atención a estos migrantes que aportan su conocimiento y cultura a los nuevoleoneses, como tejidos, bordados, artesanías, lenguas de origen indígena, etc. O sea, fueron aprovechados para una relación bicultural sana.
En mi haber como maestra de prepa y universidades, he tenido por lo menos un 40% de alumnado proveniente de estos estados, que han venido a lo que han venido: a superarse y a hacerse una vida donde no podían salir adelante. ¿El precio a pagar? Estar lejos –a veces para siempre- de sus lugares de origen.
En la salud y la maternidad.
6 de cada 10 niñas menores de 17 años, tienen un embarazo prematuro.
Generalmente son jóvenes que viven en la periferia de la ciudad y que no tiene acceso a la educación porque en casa, no alcanza para mandar a tres hijos a estudiar. Sólo a uno.
En lo rural.
Jaime Rodríguez, el Bronco, ya le quitó un 40% de presupuesto al campo, cuando les había ofrecido sacar adelante la tierra de donde él proviene. No cumplió y ahora el campo de Nuevo León estará peor que antes. Semidesértico, vacío, con una alta población que emigró a los EU y sin oportunidades laborales ni de desarrollo económico y rural.
En lo cultural.
También el gobernador, alguien que no lee ni tiene cultura, le quitó presupuesto a uno de los cimientos más importantes de la sociedad: sus raíces, su cultura, su patrimonio. Nada raro de esperarse de alguien que lee El libro Vaquero.
En lo político.
Cada día peor. El Bronco se la pasa diciendo que ya encontraron corrupción por aquí, por allá y por acullá, como la cárcel del Topo Chico donde murieron más de 40 personas y ahora presume de haberlo puesto en orden. Después del niño ahogado, vienen a tapar el pozo… Gente de su equipo, como el subsecretario de administración, Rogelio Benavides Pintos, afirma haber descubierto “desde compras y servicios que no se dieron como deberían de ser, hasta contratos falsos o recibos falsos en algunos casos”. ¿Y luego? No pasa ni pasará nada. Ni Jaime, ni Benavides, ni nadie de su equipo han presentado –y dudo que lo hagan- denuncia alguna contra el ex gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, ni contra nadie de esta administración, tal como lo prometió El Bronco en su campaña.
Yo le dejo con el panorama político, social, urbano, cultural, económico y desalentador que percibimos los maestros, las madres de familia, los ciudadanos comunes como usted. Pero le aseguro que este panorama es similar en todo el país y ni qué decir de Oaxaca y Chiapas, esa es una historia más cruda y más cruel de lo que merecen nuestros pobres más pobres de este país donde 11 millones de mexicanos, no comen, como usted y como yo, tres veces al día.