Puro Chile

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De mis maestras y maestros conservo muchos y muy gratos recuerdos. Sus enseñanzas en las aulas y fuera de ellas marcaron en buena medida los conceptos e ideas que han formado parte de esta columna. De Silvia Fuentes, Jesús Balderas y Mario Domínguez recibí el gusto por la poesía. Con paciencia, Gerardo Muro Félix me enseñó los primeros acordes, al tiempo que me transmitía su pasión por la música. Mariano Fuentes del Bosque me ofreció las bases para conocer los principios fundamentales de la economía política. Y con Oscar Villegas Rico y Agustín de Valle Recio fui testigo de verdaderas conferencias magistrales en sus clases de Derecho Civil y Mercantil. Podría contar innumerables anécdotas de las y los docentes que incidieron en mi formación, pero el espacio sería insuficiente para mostrarles mi eterno agradecimiento. 

Sin embargo, en el día en que se reconoce a quienes ejercen la noble labor de enseñar recordé la inolvidable lección que me diera un singular profesor de preparatoria. Era 1993 y, con escasos 16 años, integraba la Sociedad de Alumnos del Ateneo Fuente. Como correspondía, la organización estudiantil se encargaba de los preparativos del llamado Baile de Coronación y, en esos menesteres, pasábamos a las aulas para invitar a las y los compañeros al evento. Al filo de la hora de salida nos faltaba un salón por visitar y al entrar en él vimos con sorpresa que en los pupitres no se encontraba ningún estudiante varón. Uno de nuestros acompañantes exclamó a todo pulmón: ¡Ah cabrón, aquí hay puras yeguas! Del escritorio se levantó un contrariado, pero a la vez sereno profesor Jesús García, quien con un ademán nos condujo a la salida y antes de cerrar la puerta para regresar a sus labores se dirigió al ofensor y le dijo: recuerda que tu mamá también es mujer. Aquel día, La Coyota (como aún apodan al sabio maestro), no nos enseñó álgebra y trigonometría; esa tarde él nos dio una lección de respeto.  

Bien le habrían servido esas palabras a Guillermo Anaya, quien públicamente y a gritos, hizo expresiones que, sin lugar a dudas, se clasifican como un claro caso de violencia de género. Tal vez con el afán de ganar algo de popularidad, o tratar de encender los ánimos en medio de una malograda campaña política, el abanderado albiazul dijo que les darían “puro chile” a las mujeres coahuilenses, en referencia a las gestoras sociales del partido tricolor. En menudo lío se metió el panista. Sus declaraciones misóginas empiezan a cobrarle la factura. Por principio de cuentas, la presidenta del PRI en Coahuila, Verónica Martínez, presentó una queja ante el Instituto Electoral local, solicitando al menos una disculpa pública por parte del candidato. Lo mismo hizo la Secretaria General del CEN priísta ante el INE. Por su parte, reconocidas mujeres de todo el país alzaron su voz contra los ofensivos comentarios de Anaya. Como si esto fuera poco, tanto Margarita Zavala como Josefina Vázquez Mota mejor pintaron su rayita, no vaya a ser que la mala fama del irrespetuoso correligionario las salpique. Al respecto, las referidas políticas deslindaron a su partido de toda conducta que pudiera derivar en ofensas hacia las mujeres. Ante los cuestionables comentarios del todavía sonriente Anaya, militantes del PAN y UDC en la región carbonífera decidieron abandonar sus respectivos partidos y sumarse al PRI. Bueno, hasta la representante de los azules ante el órgano electoral dijo que no podía defender lo indefendible y que el candidato de Acción Nacional tendría que responder por sus actos; algo así como: ¡que él se rasque con sus propias uñas!

Aquí en confianza, lo que seguramente no sabe Guillermo “Puro Chile” Anaya es que la fortaleza de Coahuila está íntimamente ligada al mal llamado “sexo débil”, que representa el 55% de la población. 24% de los hogares coahuilenses tienen jefatura femenina, es decir, que los sostienen mujeres que hacen las veces de padre y madre a la vez. Más de la mitad de quienes dan empleo en la entidad son mujeres, mientras que el 48% de la población estudiantil en instituciones de educación superior son jóvenes que buscan superarse por sí mismas.

El respeto a las mujeres no tiene nada que ver con campañas políticas y signos partidistas. La lucha por su dignidad y empoderamiento debe pelearse desde cualquier trinchera, en todo momento, y a los hombres nos corresponde sumarnos. Respecto a las cobardes expresiones del panista, vale la pena recordar lo escrito por el poeta, político e ideólogo cubano José Martí: “Sin alteza de ideas, nadie espere el respeto común”.