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¿Puede el G7 abordar los problemas mundiales sin Rusia ni China?
En la cumbre del G7 en Ise-Shima, Japón, se vieron las clásicas fotos de los líderes estrechándose la mano en una escenificación de unidad, pero muchos se preguntan si el club que existe desde hace 41 años puede seguir haciendo su trabajo cuando excluye a poderes fácticos como Rusia y China.
Los críticos opinan que el formato -que incluye a Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido- está cojo porque no incluye a esos dos actores clave, que desempeñan papeles clave en zonas de crisis como Siria, Ucrania y el mar de la China Meridional.
Rusia fue expulsada del grupo -entonces el G8- en 2014 en respuesta a su anexión de la península ucraniana de Crimea. A diferencia de las dos anteriores cumbres, en esta ni siquiera se debatió la posibilidad de revertir esta situación.
Pero, sin Rusia en la mesa de negociaciones, el G7 hizo poco progreso en la crisis de Siria, donde la alianza del presidente Vladimir Putin con el régimen de Bashar al Assad lo convierte en un interlocutor clave.
"Para conseguir paz y estabilidad en la situación siria, considero muy importante mantener el diálogo con el presidente Putin", comentó el primer ministro japonés, Shinzo Abe, tras la cumbre.
Excluir a Rusia fue un error, comentó esta semana también a dpa el ex embajador alemán Wolfgang Ischinger. "El G7 no está en posición de resolver las grandes crisis internacionales solo. Ni la crisis en Ucrania ni el conflicto sirio pueden ser resueltos sin Rusia", dijo.
Pero el gran ausente fue sin duda China, mientras que los jefes de Estado y de Gobierno debatían los reclamos de soberanía de Pekín sobre el mar de la China Meridional, por donde pasa unas de las rutas de navegación más importantes del mundo y que Pekín se disputa con otros cinco países vecinos. O mientras hablaban de otros temas comerciales y económicos que involucraban al gigante asiático.
"Nuestros vínculos económicos con China tendrán un gran peso en estos dos días en Japón", había dicho antes del encuentro el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. "China es uno de los grandes actores", comentó por su parte la canciller alemana, Angela Merkel. "Depende de cómo se haga la cuenta, es la primera o la segunda mayor economía del mundo".
Pero, en un mensaje indiscutiblemente dirigido a Pekín, los líderes amenazaron con utilizar "un amplio abanico de instrumentos de política comercial" para proteger a sus productores de acero del exceso de oferta y los subsidios que distorsionan el mercado, a la vez que llamaron a los Gobiernos a evitar la "devaluación competitiva".
Los problemas que aparecen relacionados con el crecimiento económico también involucran a China de manera central. La cumbre más amplia del G20 que se celebrará en septiembre será una nueva oportunidad de abordar estas cuestiones. China será este año la anfitriona del evento en la ciudad oriental de Hangzhou.
El G7 surgió por primera vez en 1975 para hacer frente a la crisis económica de aquel momento y originalmente comprendía a los seis países más ricos e industrializados del mundo. Canadá se unió un año más tarde. Desde entonces, sus funciones se han ampliado a todo tipo de cuestiones incluso pese a que algunos de sus miembros ya no tienen el papel de liderazgo que desempeñaban en el pasado.
Los que defienden el formato alegan que ayuda a un grupo de naciones con proyectos cercanos a preparar las cumbres más decisivas como las del G20, al acordar líneas comunes en los asuntos principales.
El G7 "es un lugar en el que las verdaderas democracias y países de opiniones similares se reúnen para tener debates francos y privados sobre las principales cuestiones que afrontamos", dijo el primer ministro británico, David Cameron.
Merkel subrayó la importancia de ser capaces de debatir acontecimientos globales en una atmósfera más íntima. "Gran parte es psicología", dijo. "Es importante crear confianza.”