Próximo domingo: Una cita con la historia
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Próximo domingo: Una cita con la historia
No hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla, dice un viejo adagio. Y en menos de una semana estaremos nosotros frente a las urnas tomando una de las decisiones más importantes en la historia moderna de nuestro país. No es solamente a quien queremos que ocupe el cargo de Presidente durante los próximos seis años, sino algo más importante, el tipo de modelo económico que queremos para nuestro país
Y en esta época en la que nos tocó vivir, caracterizada por un flujo interminable de información gracias a las tecnologías de la información y las redes sociales, la facilidad con la cual es posible socializar la información permite a la vez informar y desinformar con la misma facilidad.
Si cuestionamos a los políticos por la cantidad de cosas que prometen y carecen de toda lógica, nosotros como ciudadanos no nos quedamos muy atrás. Entre nuestras posturas político-ideologicas y aquello que fácilmente asumimos como verdad absoluta de toda la información tergiversada que nos llega, el proceso de razonamiento de voto puede dar lugar a muchas distorsiones de la realidad.
Desde luego resulta difícil poder validar y analizar todas las propuestas de los candidatos para saber quien si es capaz de cumplir y quién no. O Incluso mejor aún, que acciones son razonablemente aceptables para mejorar el nivel de vida y cuales representarían un retroceso para el país y para la población.
Resultaría algo ocioso entrar al debate que durante ya varios años se ha venido dando, en lo que respecta a lo fallidas que supuestamente han sido todas las políticas neoliberales (cualquier cosa que se quiera decir con este término) y de libre mercado, respecto la necesidad de dar un viraje en el modelo económico con un papel más preponderante del Estado.
En lugar de eso propongo discutir el estado que guarda nuestra economía hoy, respecto a la que teníamos hace más de tres décadas. Vale la pena este ejercicio, porque hay políticos e incluso muchas personas que añoran con nostalgia aquellas épocas. No obstante parecen ignorar muchos aspectos que daban forma a un modelo económico obsoleto, frágil y aletargado.
Podría sonar lógico que para los jóvenes que van a votar por primera vez o incluso para aquellos que lo van a hacer por segunda vez en este tipo de elecciones, les resulte atractiva la idea de dar un viraje de 180 grados al modelo económico. La globalización y las tecnologías de información a fin de cuentas también acarrean como consecuencia que pretendamos aspirar a lograr niveles de vida que observamos en otras latitudes.
Pero esos mismos jóvenes no vivieron las oscuras épocas de principios de los ochentas y años atrás, en los que el común denominador de cada fin de sexenio era una crisis económica, manifestada en todo su esplendor en cualesquier cifra económica que quisiera analizarse. A ellos no les tocó eso y es probable que debido al deficiente sistema educativo en que se desarrollaron, no tuvieran la oportunidad de que les explicaran con detalle cómo era que llegábamos siempre a ese mismo resultado.
Quienes ya hemos transitado más de tres décadas, hemos tenido la oportunidad – no se si la dicha- de poder vivir y comparar esos dos modelos económicos. El anterior y que creíamos ya olvidado en la historia, caracterizado por un Gobierno controlador de la actividad económica, con una elevada participación estatal en actividades productivas, con políticas de controles de precios que ocasionaban escasez de productos, derroche de gasto público, barreras al libre comercio, monopolios e ineficiencias en la producción y asignación de recursos. Y el actual y al cual aspiramos mejorar aún más, ya que es un proceso inacabado, basado en una economía abierta al mundo, competitiva, amigable con la inversión nacional y extranjera, promotora de la competencia y dejando al Gobierno un papel más de facilitador que de controlador.
Una economía de la cual hemos disfrutado en los últimos años la inflación más baja de la historia, con un potencial exportador en manufacturas mayor al de toda América Latina junta, con finanzas públicas en proceso de consolidación, con un mercado laboral dinámico, mas no por eso perfecto y la confianza de los inversionistas en nuestro país.
Esa será la decisión que habremos de elegir el próximo domingo. Creer en los políticos que nos bajan la luna y las estrellas y que añoran el regreso a un pasado oscuro, o darle el voto de confianza a aquellos que le apuestan a seguir construyendo en la ruta por la que vamos, el México próspero y competitivo que este mundo globalizado exige.
Por Guillermo E. Garza de la Fuente
Catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Coahuila
@guillermo_garza