Provocadores
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Al poder no le gusta ser criticado ni cuestionado. Al gobernante se le olvida que es ciudadano, al ciudadano se le olvida que el gobernante es a la vez un ciudadano. Todos somos simples mortales. Son pocos los que cuestionan la actuación de sus gobernantes. Culturalmente existe un vasallaje ante la autoridad. La autoridad suele abusar de su poder y pervertirlo:
“La policía te está extorsionando (dinero) / pero ellos viven de lo que tú estás pagando / y si te tratan como a un delincuente (¡ladrón!) / no es tu culpa, dale gracias al regente. / Hay que arrancar el problema de raíz, (aha)/ y cambiar al Gobierno de nuestro país, / a la gente que está en la burocracia, / a esa gente que le gustan las migajas. / Yo por eso me quejo y me quejo, / porque aquí es donde vivo y yo ya no soy un pendejo/ que no wachas, los puestos del Gobierno, / hay personas que se están enriqueciendo. / Gente que vive en la pobreza, / nadie hace nada porque a nadie le interesa./ Es la gente de arriba te detesta...”
Y ese es un fragmento de la canción que cantaba el joven Julio César Ruiz, cuando el pasado martes lo intentó detener la policía en la calle Victoria. La policía le pidió a Julio César, alias “Toc toc”, que mostrara su permiso para cantar. Ahora resulta que para cantar la tonada de una canción, en este caso del grupo Molotov, necesitas permiso. Lo más probable es que lo que molestó a los policías fue la letra de la canción.
El joven se salvó de la detención apelando a su libertad de expresión, su arma para defenderse fue grabar con su celular su fallida detención. El policía traía en su mano unas esposas, repetía “ponle pausa”.
El verdadero artista es un provocador y se aleja del poder. El poeta Nicanor Parra recibió el premio “Juan Rulfo”, que consistía en 100 mil dólares. Fue en la ciudad de Guadalajara, la noche del 23 de noviembre de 1991. En el público estaba Miguel de la Madrid, expresidente de México y, en ese entonces, director del Fondo de Cultura Económica.
Transcribo aquí fragmentos del provocador discurso de Nicanor: “los premios son para los espíritus libres y para los amigos del jurado. Chanfle no contaban con mi astucia… Ahora veo cómo son las cosas / agradezco los narco-dólares / harta falta me venían haciendo / pero mi gran trofeo es Pedro Páramo / no sé qué decir / ¿Qué me propongo hacer con tanta plata? / Lo primero de todo la salud / en segundo lugar / reconstruir la torre de marfil / que se vino abajo en con el terremoto / ponerme al día con los impuestos internos / y una silla de ruedas por si las moscas... / La República ideal del futuro suprimirá los premios literarios pues no somos caballos de carrera… Me siento como alguien que se saca el gordo de la lotería / sin haber comprado jamás un boleto… No quedo en deuda con ninguna mafia...”.
Parra acepta y agradece públicamente ese dinero de origen moralmente dudoso. Sabe que se convierte en cómplice, a pesar de necesitar el dinero y actuar como bufón crítico. Se necesitan provocadores, una sociedad más crítica y resistente ante el abuso del poder para evitar esos extremos.
Cuando a un funcionario le piden información se escuda diciendo que es personal. Al ciudadano se le pide que rinda cuentas de todo. Las nuevas disposiciones fiscales obligan a los ciudadanos a llevar una contabilidad electrónica, hay que registrar casi todos los días hasta si compras un chicle o te encuentras un billete tirado. Esto es una carga de trabajo muy fuerte, que ni da oportunidad de vender. Al rato ya no habrá ingresos para pagar impuestos, por estar atendiendo al fisco. Tendrá tanta información, afirman ellos, que dentro de poco calcularan el impuesto que nos toca pagar. Nada más falta que lo descuente en automático de nuestras cuentas. Pero eso sí, el Gobierno en sus distintos niveles, no está obligado a llevar esa contabilidad electrónica detallada. No sean igualados ni llevados con esos ciudadanos-funcionarios elevados por orden divina a la categoría de semidioses.