Prostitución infantil: ¿fenómeno ‘invisible’?

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Prostitución infantil: ¿fenómeno ‘invisible’?

La historia no es nueva, pero no por ello deja de ser extraordinariamente preocupante: un fenómeno indeseable se desarrolla frente a nuestros ojos y a plena luz del día, pero sólo nos escandaliza cuando se le otorga cobertura mediática y sólo entonces provoca la movilización de las instituciones del Estado, incluso de aquellas teóricamente diseñadas para prevenirlo.

El comentario es a propósito del reporte periodístico que publicamos en este edición relativo a la localización -y puesta a resguardo- de la menor de edad que, de acuerdo con un reporte publicado en nuestras páginas el fin de semana anterior, se dedicaba a la prostitución en el centro de Saltillo.

De acuerdo con la información difundida, autoridades municipales “localizaron” la noche del lunes a “Any”, la menor que fue identificada por el reportero Jesús Peña como una de las varias niñas que ejercen la prostitución en la plaza Manuel Acuña.

En un primer momento, la menor ha sido puesta a disposición de la Procuraduría de los Niños, Niñas y la Familia, desde donde se le remitió a un albergue, en tanto se investiga su situación.

Según las primeras declaraciones vertidas por la menor, esta habría reconocido ejercer la prostitución, tal como se consignó en el reporte periodístico, además de señalar que sería una de varias niñas que realizan la misma actividad en el sitio referido.

La pregunta obligada frente a los hechos es, ¿nadie se había dado cuenta -antes de que se publicara el reporte periodístico de VANGUARDIA- que en la plaza Manuel Acuña se desarrolla una actividad permanente de comercio sexual y que de este ejercicio participan menores de edad?

¿En verdad ningún policía, funcionario público, comerciante o ciudadano había notado nada como para alertar a las autoridades que, tras el escándalo periodístico, decidieron actuar con celeridad?

Resulta difícil creer que el descubrimiento del reportero Jesús Peña sea tan solo un “accidente”, que se hubiera simplemente “tropezado” con el reportaje y que, de no ser por su olfato periodístico, la historia permanecería hoy en el anonimato.

Lejos de tal posibilidad se antoja más bien que muchos ojos habrían atestiguado previamente las escenas que llevaron a la redacción de la pieza periodística pero que el filtro moral a través del cual juzgan sus propietarios la realidad no contienen ningún elemento para concluir que la prostitución de una menor de edad es un asunto que debe preocuparnos a todos.

Se antoja incluso considerar la posibilidad de que exista una red de intereses cuyos miembros obtenían -obtienen- beneficios económicos de este hecho y que de ello pudieran participar incluso miembros de las corporaciones policiales.

Valdrá la pena en ese sentido, que las autoridades municipales y estatales, además de prestar atención a este caso concreto, comiencen por explicarnos cómo un fenómeno con éste puede resultar “invisible” ante sus ojos.